lunes, 1 de enero de 2024

Vuelvo a la mini crónica. Esta vez inspirado en el Año Nuevo y el collar con una cruz de plata. Para quienes aún me siguen, lea y comente:

Antes de Año nuevo, y como regalo atrasado de Navidad, recibí de mi polola un collar con una cruz de plata. "Para protección", dijo ella. Me sorprendió gratamente, y le comenté que me había abierto a la posibilidad de lo espiritual, luego de descreer de ciertas ideologías materialistas en una época pasada, capturado por ellas sin la suficiente convicción. "Por eso mismo pensé en la cruz", volvió a señalar ella, muy segura. "Por lo que me constaste". Enseguida, me ayudó a ponerme el collar en el cuello. "No es un collar de compromiso, por si aca", afirmó. "Aunque lo parece", le contesté, rápidamente.

No pretendía verme como un cura o un religioso, pero la plata por sí sola, como material, tendría una energía sutil, tan cara a las antiguas tradiciones. Dicen que un campo energético la secunda, que permitiría una conducción con el astral para comunicarse con los muertos o que influiría en el alma, obligando a la persona portadora a sumergirse en el interior. Con esta idea protectora de la cruz de plata, usé el collar para la noche de Año Nuevo. Algo de elegancia con su toque esotérico. No invoqué ninguna de sus propiedades, aunque la sugestión provocada por la cruz fue tal que enfrenté la noche de jolgorio con su simbolismo poderoso.

Caminé por las calles a mi suerte, cual místico renegado, en medio del bullicio festivo, como si se tratara de un tránsito de iniciación o una prueba de fe del destino. La cruz de plata me pillaba ahuyentando las malas vibraciones de la consciencia y, de paso, evitando el descontrol del gentío enajenado por la masa. Algo en el regalo, su trasfondo amoroso quizá, junto a su significado religioso, superó mis viejas concepciones. La cruz y la plata habían hecho su alquimia y, a medida que caminaba rumbo a ver los fuegos artificiales al muelle, dejaba a un lado mis resistencias, para abrirle el corazón, ese herido corazón, a un nuevo tiempo, pero, por sobre todo, a un nuevo lenguaje.

La plata me hablaba de una renovación y de un previo trabajo de disolución. Algo tenía que disolverse para renovarse. Al desprenderme de la cruz, lo comprendí. Luego de cargarla conmigo toda la noche, comenzaba otro ciclo, otro desafío más allá de las circunstancias o la coyuntura del presente, un ánimo de trascendencia, porque, como dijo ella, "la idea es que me dure por mucho tiempo y que nunca la olvide". ¿Que no olvide qué? Tanto el amor vivido como el tiempo consumado. Tras la cruz, hubo un sacrificio; luego, un ascenso y una redención. Lo que fue redimido, fue la humanidad entera, su porción de divinidad. Así mismo, la misteriosa cruz de plata prometía ser la garantía de nuestra historia.

María José Solano: "La Europa que creó Occidente está desapareciendo"

"El hombre siempre ha querido entender. Por eso, el siglo XXI, para poder entender, ha sacrificado el misterio. Hemos sustituido a Dios por la ciencia; al espíritu, por las compras; la vida familiar, por las fotos en Instagram. Estamos arrancando los velos del misterio. Y el misterio es parte del potencial del hombre." María José Solano.