viernes, 24 de marzo de 2023

Al sonar el timbre, tuve que atajar a los cabros de primero, junto con el inspector, para que entraran a clases. Cuando un lote grande de chicos iba a entrar a la sala, uno de ellos chuteaba una pelota. La pateó en dirección a la puerta, con suma fuerza. En un acto reflejo, logré divisar la pelota dirigida contra mí y la detuve con ambas manos. Santo remedio. Los cabros miraron sorprendidos. "¡Buena profe! Claudio Bravo", gritó uno de ellos. "Listo para la selección", dijo otro. Mientras sostuve la pelota, los chicos que estaban afuera, revolucionados, entraron luego tranquilamente a la sala, como nunca. Esa atajada futbolística, sin duda, representó una garantía de respeto, al menos en lo que duró la clase, equivalente a un partido a última hora.