martes, 21 de junio de 2022

Quizá, el desafío político y el trabajo interior más duro de todos: destruir la lógica de la dualidad, la lógica del sistema.

Es hora de despertar del sueño del sistema

“El mundo actual, influenciado por las “Grandes Internacionales” creadas por los imperialismos, está enfrentando a una Sinarquía Internacional que ha venido manejándolo. Este desarrollo intenso de la política internacional, dentro y fuera de los países, ha impuesto la necesidad de crear los instrumentos para manejarla y así han surgido las “Grandes Internacionales”. El Capitalismo y el Comunismo no son sino dos de ellas, aparentemente contrapuestas pero, en realidad de verdad, perfectamente unidas y coordinadas. Para comprobarlo, basta recordar 1938 cuando se aliaron para aniquilar a un “tercero en discordia” representado entonces por Alemania e Italia. No es menos elocuente lo que sucedió en la Conferencia de Yalta en la que ambos imperialismos se ponen de acuerdo y coordinan sus futuras actividades de dominio y explotación. Pero es que todo tiende a internacionalizarse alrededor de ello, lo que, en último análisis, es un triunfo del internacionalismo comunista. La Masonería, el Sionismo, el Vaticano, las sociedades internacionales de todo tipo, no son sino consecuencia de esa internacionalización del mundo actual. Son las fuerzas ocultas de la revolución como son las fuerzas ocultas del dominio imperialista”. (Latinoamérica: Ahora o nunca. Perón, 1967)

“El más craso error que se pueda cometer al estudiar el mundo de hoy es el de creer que capitalismo liberal y capitalismo estatal son enemigos irreconciliables. En realidad, no pasan de competidores, como podían serlo potencias demoliberales del siglo pasado. Rivalizan por el dominio de colonias y mercados, pero se encuentran solidarias cuando el sistema común está en peligro. Lo demostró a las claras la Segunda Guerra Mundial como también, en nuestro país, el contubernio de liberales y comunistas entre 1945 y 1955. Más aún, todo parece indicar que existe, por encima de los bloques demoplutocrático y soviético, una potencia supranacional que los maneja a su guisa. Está probado que un consorcio bancario internacional subvencionó abundantemente a Trotsky en 1917. No fue, evidentemente, un hecho accidental. La gran finanza no tiene patria, sino solamente intereses. Guerra fría y conflictos localizados no son sino episodios de mutua conveniencia, que permiten a los Estados Unidos mantener a flote su tambaleante economía y a la Unión Soviética reforzar la tensión interna sin la cual su imperio correría serio peligro de desintegrarse. Lo más probable es que quienes atienden, en Washington y en Moscú, el teléfono que une la Casa Blanca al Kremlin hablen un mismo idioma, y que este idioma no sea ni el ruso ni el inglés”. (Jaques de Mahieu, 1966)