lunes, 20 de marzo de 2023

Jorge Edwards: "Al final el Hombre Nuevo es más inmoral que el otro hombre."

Ciudades de quince minutos y Metaversos: los "No lugares" del Nuevo Orden

“Si un lugar puede definirse como lugar de identidad, relacional e histórico, un espacio que no puede definirse ni como espacio de identidad ni como relacional ni como histórico, definirá un no lugar”, decía Marc Augé en su libro “No lugares”. Si bien él hablaba sobre los lugares de paso de la “sobremodernidad”, este concepto puede reinterpretarse con los nuevos “experimentos espaciales” que han hecho ruido en los medios y que pretenden imponerse en todos los ámbitos de la vida social, de la mano de una agenda de elite. Estoy hablando de las llamadas “Ciudades de quince minutos” y del “Metaverso”. ¿Qué tienen en común ambos? Demasiado, pese a sus diferentes diseños y características. Ambos obedecen a un fin utilitario y pretenden sustraer a las personas de sus lugares de arraigo y de sus focos existenciales, para condicionarlos en espacios apócrifos sin sentido de pertenencia verdadero. En resumidas cuentas, se trata de tentativas venidas “desde arriba”, sin ninguna consideración por las vidas particulares de los individuos y ciudadanos de pie, quienes habitan sus propios lugares y quienes, en muchas ocasiones, han construido su vida entera en torno a esas comunidades y esos modos de ser y de estar. Aquí la variable de la memoria sujeta a un sitio no corre. Los macabros diseños del nuevo orden pretenden suplantar la anterior vida de las personas por una artificial, repleta de “no lugares” que están despojados de la expresión simbólica de la identidad y la historia, en definitiva, de la ocupación del propio lugar a través de la puesta en práctica del espacio. A todas luces, se trata de otro sofisticado ataque a la libertad, como ya sucedió hace casi tres años atrás, con el tema del bicho.

En primer lugar ¿qué son las ciudades de quince minutos? El mismísimo Daniel Jadue quiso implantar esta idea en Recoleta, la misma idea confeccionada por el urbanista colombiano Carlos Moreno. Las ciudades de quince minutos se dice que tienen por objeto hacer la vida más fácil a sus transeúntes y ciudadanos, al establecer que todo esté al alcance de todos en ese reducido lapso de tiempo, cosa, en apariencia, benéfica, para evitar los atochamientos vehiculares, para economizar tiempo valioso, para agilizar la vida diaria y, cómo no, para evitar la contaminación excesiva, pero lo que no te dicen es que el costo de esa maravilla será reducir tu movilidad con la excusa de la reducción de la huella de carbono. En el Reino Unido, ya se han probado planes pilotos para este tipo de ciudades artificiales y sostenibles. El resultado está a la vista: instalación de cámaras de hipervigilancia, (al más puro estilo chino) con el fin de vigilar a quienes infrinjan el límite de movilidad permitido y además con el propósito de desincentivar, poco a poco, de forma solapada, el uso de automóviles privados. Al querer eliminar la congestión del tránsito vehicular se busca eliminar los factores de riesgo de la emisión de CO2, ¿pero a qué costo? El costo, a largo plazo, será el de la promoción de autos eléctricos (todavía más caros para el bolsillo del trabajador promedio) e, incluso, el de restringir a los propios trabajadores la posibilidad de ser dueños de sus propios vehículos, garantías de independencia y de libertad de movimiento en una sociedad cada vez más demandante, sobre todo y considerando la hipocresía de las mismas elites que, desde el Foro de Davos, impulsan estas medidas y, en cambio, se desplazan libremente en jets privados por todo el orbe, prueba irrefutable de que ellos mismos, en el fondo, no creen en el relato catastrofista y mesiánico que quieren aplicarle al resto de forma unilateral, sin contrapeso y en consonancia total con las agendas a su conveniencia.  

Todo redunda en que, a la larga, las elites utilizan la consciencia medioambiental con fines políticos vetados al ojo público. Ya se ensayó un confinamiento total en las casas, con la excusa de la pandemia. Ya probaron que la mayoría de la gente está dispuesta a obedecer sin chistar y a sacrificar su libertad en nombre de un pretendido bien común no del todo definido. Ahora, arremeten de nuevo y ensayan un confinamiento en las propias ciudades y en los barrios, solo que con la excusa de la alerta climática. Con ese relato se promueve que tú aceptes todos y cada uno de esos controles. Así lo decía el político español Jorge Buxadé: “es una medida para restringir la libertad de las personas y el tema medioambiental les sirve de cobertura ideológica y argumentativa. Nada más”. El debate ya está instalado. Con los incendios ocurridos en el Sur de Chile se está incentivando a que las personas que todavía prefieren vivir en el campo y no tienen los recursos para migrar a las ciudades, lo hagan. Algo, por cierto, muy oportuno. Ya ha habido protestas contra las ciudades de quince minutos en Oxford, Inglaterra, en un fenómeno similar al de los camioneros canadienses contra las leyes sanitarias de carácter draconiano. No faltará mucho para que estos Gulag urbanos se quieran implantar en Chile, sala de ensayo del Nuevo Orden, gracias a nuestros queridos políticos progresistas. Habrá que salir de nuevo a las calles, tal como ocurrió durante las manifestaciones contra la dictadura sanitaria.

Los “no lugares” de las ciudades de quince minutos saltan a la vista, ¿Pero qué hay del Metaverso? Guido Girardi, ex senador y militante del PPD, ha hablado abiertamente en los medios sobre el auge de las nuevas tecnologías de vanguardia y su posible aplicación en la realidad de los chilenos. Ha legislado sobre neuroderechos y ahora está instruyendo respecto del “Metaverso”, idea impulsada por el mismo dueño de Facebook, Mark Zuckerberg. En una entrevista, Girardi explica que el Metaverso es una especie de universo virtual sin hipotéticas limitaciones, uno en donde “los más pobres van a vivir en el mundo virtual y los más ricos en el real” (sic), un mundo simulado donde todos vamos a poder hacer todo lo que queramos. Por lógica, un diseño simulado de un mundo donde vamos a poder hacer aquello que no podemos hacer del todo en el mundo real. Claro está, otro experimento elitista que nadie pidió y que nadie votó. Giradi habla de manera entusiasta sobre el metaverso con la convicción de que los más pobres, los más necesitados, podrán ser felices, pero solo virtualmente, algo que entra en consonancia directa con la relamida leyenda del Foro Económico Mundial “no tendrás nada pero serás feliz (en el metaverso)”. Al escuchar sobre esta realidad de pobreza y de riqueza virtual, me acordé de inmediato de la película Ready Player One, en la cual se mostraba un futuro distópico donde los personajes vivían en una ciudad llena de escombros, pero con conexión inmediata a un Metaverso en el cual ellos podían elegir ser los avatares que quisieran. La película es del 2018. ¿Habrá sido una predicción programada o un ensayo para los que se nos viene?

Sin duda alguna, Giradi se ha convertido en el gurú chileno de los neuroderechos y las tecnologías de punta del progresismo. Hace poco, Congreso Futuro organizó para marzo un Seminario Internacional sobre Metaverso de manera inmersiva. Allí se tratará, a nivel de Estado, el tema metaversal, lo que demuestra que el Metaverso es quizá la obra de ingeniería social más grande del siglo XXI, y que confirma la gran alianza entre las Big Tech y el poder político, para llevar el control sobre nuestras vidas a otro nivel nunca antes conocido. Conforme avance la automatización de los trabajos y los servicios, el problema futuro será qué hacer con la gente desamparada y desempleada. He aquí que la idea del Metaverso entra como solución salomónica. Repítase lo que dijo Girardi: “los pobres van a vivir en el mundo virtual, y los ricos en el real”. En definitiva, las elites querrán quedarse con la realidad, con tu realidad y relegarte a su trampa virtual, donde serás libre y feliz en una simulación eterna, en la más pura línea de un episodio de Black Mirror. Querrán hacer de ti un “yonqui del Metaverso”. Ese gigantesco “No lugar”, esa simulación de proporciones digitales será un escape a la pobreza personal y a la pobreza material. Será un paraíso apócrifo, la más ambiciosa obra de un demiurgo informático.

Bajo la crisis del propio capitalismo, se pondrá en marcha el Gran Reseteo del sistema. He aquí los ensayos de un Nuevo Orden impulsado por los promotores de la llamada Cuarta Revolución Industrial. Usted decida si quiere seguir aferrado a las ciudades orgánicas que marcaron su vida o si quiere relegarse a un universo digital y ficticio para no tener que enfrentar el mundo real, hipotecado por completo y para siempre.