lunes, 12 de noviembre de 2018

Después de darle vueltas al asunto, he caído en la cuenta de que el lector avezado que siempre reprocha los gustos no tan excelsos de los otros lectores, se parece bastante a aquel metalero "truli" que trata de posser a todo el que no comparta su mismo criterio ni política musical. A riesgo de volver la lectura o la melomanía un recalcitrante nicho de iniciados, cualquier aficionado puede acabar siendo, en lugar de un posible entusiasta, un verdadero desertor. El dogmatismo, sea de la forma que sea, tenga el color que tenga, siempre resta.
Vivo y me desvivo en Valpo, sin embargo, fui únicamente a la inauguración de Puerto de Ideas, de la mano de Nuccio Ordine con La utilidad de lo inútil, en un lleno total. El resto me lo perdí, como siempre. Me pregunto ¿La cultura sirve? ¿Lo gratuito tiene algún valor? ¿El conocimiento por el conocimiento funciona, realmente? Valparaíso como una idea, acaso un retazo, un bosquejo de una idea inmigrante, vuelta arraigo, vuelta exilio. Valparaíso como una idea peregrina, una idea que no llega nunca a puerto. Un puerto consumido por su propia idea. Una maldición. Un ensañamiento.