domingo, 9 de diciembre de 2018

A 38 años de la muerte de John Lennon: El edificio del cual salía al momento de ser asesinado por Chapman, era el mismo en el que se rodó El bebé de Rosemary, y el mismo en el que habitaron figuras como Crowley y Boris Karloff. El siniestro edificio Dakota.

Chaquetas amarillas

Cerca del bandejón de Av Argentina que da hacia la Ruta 68, unos cuantos "chaquetas amarillas" estacionando vehículos por el atochamiento de Lo Vásquez, entre ellos, el loquito que está de punta en Av Colón frente al depa. Otro del grupo andaba motorizado rumbo a Barón. Parecía ser un repartidor de pizza. Los chaquetas amarillas de Chile andan en todos los rincones, asediando el perímetro de los vehículos que se estacionan y que luego tienen que partir para volver a su destino original. Por otro lado, los chaquetas amarillas de Francia, los "gilet jaunes", no dejan de recorrer el límite entre lo rural y lo urbano, en plena carretera, y, ahora, en el centro de la vida pública, generando el descontento y emplazando a los peces gordos, de hecho, al mismísimo presidente Macron, a raíz de una nueva manifestación disidente que fue in crescendo, merced a una situación política insostenible. El color de la chaqueta fluorescente usada por los conductores franceses, pasó de ser el emblema contra el alza del diesel y la gasolina, a ser lo equivalente a la capucha revolucionaria de por acá; un aditamento que, sin embargo, descubre el rostro, en un proceso inverso al enmascaramiento. No deja de ser curioso el paralelo entre los chaquetas de Chile y los chaquetas de Francia. A simple vista podrá parecer una relación dicotómica, pero eso sería reducir el alcance y la implicación ideológica del uniforme. Mientras que los chaquetas de Francia se preparan para proclamar la libertad, la igualdad y la fraternidad en un brío que se confunde con el del tráfico consuetudinario, nuestros chaquetas locales continúan en su labor kafkiana, estoica, anónima e ilegal, moviendo la masa total de las máquinas que persiguen, con la esperanza de juntar el molido suficiente para salvaguardar su jornada de pega clandestina. El uniforme amarillo reflectante, resignificado por la contingencia, se ha vuelto, de este modo, un uniforme beligerante, al filo de la ley, pero desde diferentes flancos, según sea la forma de la bandera y la idiosincrasia de su portador. Los colores de Francia y los de Chile, si uno se fija, son exactamente los mismos. Quizá no falte mucho para que los colores de las chaquetas tiñan y contaminen por completo la mentalidad adherida a su simbología.