lunes, 29 de mayo de 2023

Hoy unos alumnos estaban más callados de lo normal. Se les veía preocupados. Les pregunté qué pasaba. Uno de ellos dijo que su ídolo, un tal "Galee Galee", un joven artista de trap, se había matado. "¿Y por qué? “, le pregunté, tratando de empatizar." Por una funa", respondió. "Se la hizo una ex", agregó uno de sus compañeros. "Mala volá", comentó el primer cabro, molesto. Casi de inmediato, sacó sus audífonos y se puso a escuchar un video de su ídolo musical. Fue tanta su seriedad que lo dejé ser. Admito que quedé intrigado.

En la red, alcancé a revisar la noticia del cantante de trap suicidado a raíz de la funa. Se mencionaba a otros artistas del género que lamentaban la partida del cantante y, sobre todo, cuestionaban las circunstancias de su muerte. Un tal King Savaggee se refería a las funas que "lo que puro quieren es hacer daño". Otro, un tal Pablo Chill E escribió, tras la tragedia de su "hermano" , que ojalá se "tome conciencia de las funas y el hostigamiento por redes sociales", porque, según él, Galee Galee "hizo lo que hizo por una funa perkin (sic) y eso fue lo que detonó un pensamiento negativo y una decisión arrebatada". Como corolario a su declaración, Chill E concluyó que "nadie sabe los problemas que carga otra persona".

Pese a que todo lo relacionado con el mundo del trap y el reggaeton siempre me produjo antipatía, esta vez no pude evitar volver sobre el caso casi como en una proyección refleja. Al ver a esos cabros tan tranquilos, en ocasiones que siempre desordenan la clase, supe que la cuestión iba en serio, que les tocaba una fibra sensible. Se les había muerto una estrella, así como a uno se le hubiera muerto un Robert Fripp. Pero lo más sobrecogedor de todo fue constatar la lucidez con que se expresaban algunos amigos del difunto, el hecho de escuchar palabras mucho más sensatas de parte de un simple trapero que de algunas personas del medio cultural y literario, supuestamente más ilustradas y más civilizadas, muchos de ellos colgándose de manera irresponsable en campañas de difamación contra otro colega del medio, sobre cuestiones de las que no tienen sino una vaga idea, sólo por "seguir la onda de los tiempos", solo por ósmosis ideológica, miedo, cobardía o, en el peor de los casos, infame complicidad.

He visto mucha más sensatez en las palabras de esos imberbes cantantes de trap que entre algunos simpatizantes del wokismo. Por eso, que este hecho que involucra al mundo del trap, sirva como precedente para el mundo de la literatura, sobre cómo se debiera actuar en situaciones como esta, sobre el latoso pero necesario tema del derecho, sobre el trasfondo político del asunto y las consecuencias catastróficas para todos los involucrados.
¿Valdrá la pena desquitarse contra quien ni conoces sobre algo que ni siquiera sabes a ciencia cierta? Nunca.
¿Sobre lo que no se puede hablar, será mejor callar, como hubiera dicho Wittgenstein? A veces, es lo más prudente.