viernes, 6 de noviembre de 2020

Hay veces que pienso en los hechos imprevistos de la vida como giros dramáticos en los acontecimientos. Claro, resulta mucho más estimulante pensar que todo lo que vivimos se va construyendo cual narrativa, asumiendo que uno es el personaje principal de una obra sobre la cual adquirimos protagonismo de manera paulatina, a ratos errática. Concebirlo de esa forma implica estetizar literariamente la falta de control absoluto sobre nuestras acciones y la de los demás sobre nosotros. O es que precisamente por eso la vida con toda su materia oscura se resiste a ser usada de guión predecible y rebasa todos nuestros lineamientos, dejándonos fuera del margen u obligándonos a replantear las líneas que habíamos trazado. Una de dos: o uno escribe su propio destino, tachándolo en el proceso; u otros lo escriben por nosotros a su antojo, de manera unívoca.