lunes, 30 de marzo de 2015

Sobre los videojuegos

Sobre los videojuegos: paradójicamente, la sencillez de los recursos y el mínimo de roles y funciones hacen que la jugabilidad se amplíe junto con las reglas del juego y la extensión del escenario de juego se vuelve maleable a los propios jugadores. Pareciera ser que mientras más sofisticado el juego, menos libertad de acción para los jugadores, y así parece ser en todo orden de cosas.

Los videojuegos son una metáfora de nuestra realidad virtual, un hipertexto de nuestro espíritu lúdico. No es tanto si el videojuego puede tener alguna clase de contenido cultural, como diría Umberto Eco respecto a la cultura de masas, ni tampoco si puede considerarse un octavo arte (el cine en el siglo XIX no pasaba de ser considerado una extravagancia técnica), sino en que medida el videojuego restringe o potencia la imaginación de sus jugadores. 

El videojuego secuestrado por la industria se vuelve un sucedáneo del entretenimiento y el consumo masivo. En cambio, la experiencia subjetiva del jugador, pese a las reglas y pese al pandemonio técnico, es indivisible e irreductible a la ingeniería del juego. Como Dostoievski en El jugador, recuerdo que decía algo así como que el espíritu aristócrata juega solamente por el placer de jugar, el oportunista o burgués lo hace por la ganancia o perdida que le conlleve. 

Apuesto por juegos que no acaben nunca: que los propios jugadores inventen las reglas, los roles, los espacios, los tiempos. Que en un futuro no sea necesario jugar la creación de otro. Que el juego sea como dios: el placer supremo.