viernes, 15 de enero de 2016

Lo loser y lo winner.

Con un amigo hablábamos intrigados sobre la sutil distinción entre lo loser y lo winner. ¿Se define solo de acuerdo al éxito material, la popularidad, la suerte con el sexo opuesto? ¿Es una mezcla de las tres cosas, o cada condición por sí sola es suficiente? Lo discutíamos como si fuésemos en lugar de sujetos pensantes también parte del objeto de análisis. Todos a nuestro alrededor en la calle parecían abarcar el espectro de lo que se conoce comúnmente como lo winner: ocupados, con una vida en apariencia estable, con pareja. Los pobres diablos que reflexionaban sobre esto, a solas y sin otro propósito más, eran evidentemente los losers. Entonces surge la cuestión problemática ¿Dónde está el límite entre lo uno y lo otro? ¿Son esas dos palabritas una condición previa o una mera circunstancia? ¿Un ser o un estar? ¿Se puede ser loser para ciertas cosas, en ciertas ocasiones, y winner en otras? El punto estriba en el significado de esas dos palabras contradictorias entre sí. Cómo definir lo loser y lo winner. No se puede, porque son producto de un prejuicio, de un imaginario importado de yanquilandia, de una lógica de preparatoria. Porque están sujetos, valga la redundancia, a la subjetividad y percepción individual de cada individuo. Quizá solo se trate de intuiciones, de situaciones puntuales o de una seguidilla de caracteres o de conductas que más o menos relacionadas dan atisbos de pertenecer a tal o cual categoría o bando. Por ejemplo, es de loser precisamente escribir una posible distinción conceptual sobre qué es lo loser y lo winner. O podría ser de winner que los conceptos sean definidos y se saque un libro de eso y sea exitoso. Ahora de qué tipo de éxito estamos hablando. ¿Es, entonces, el winner exitoso a nivel material, o solo por una cuestión de actitud, de carácter, de visión y de planteamiento ante la vida? 

A falta de un rigor científico en el intento de definir estas dos palabras, solo queda acotarlas a un fenómeno específico, a una situación de enunciación y de relación real. La que nos compete tiene que ver en general con los tres elementos mencionados: el éxito material, la popularidad, y la suerte con el sexo opuesto, establecidos de tal manera que cada uno sea condición necesaria del otro, y no solamente factores aislados. La lógica es la siguiente: se es loser, no se tiene ni éxito ni popularidad ni suerte con el sexo opuesto. Y lo winner sería precisamente lo contrario. Cada una de las tres condiciones debería cumplirse. Sin embargo, sabemos de sobra que la realidad desmiente cualquier clase de teoría, más aún cuando esta viene de partida sostenida por una apreciación efímera y por palabras sometidas al arbitrio de la moda. 

Mientras partíamos bromeando sobre lo loser y lo winner, y la posibilidad de que nosotros fuéramos del primer bando casi por genética o por un designio del destino, no paraban de aparecer personas que, a todas luces, se veía que eran winners. Un punki pidió el favor de decirle la hora para sorprender a su polola en su cumpleaños. Otro pasaba con auto e iba a saludar a las promotoras de la esquina. Una chica nos preguntaba en qué calle quedaba tal lugar y se marchaba acompañada por su grupo de amigas. Incluso pensamos en esas amigas de facebook que todos los veranos viajan a alguna parte distinta y turistean de lo lindo. La única cuestión tangible, tras ese desfile de ganadores, era que nosotros seguíamos pegados en la maldita ciudad, hablando sobre estas tonterías, maldiciendo el mundo y nuestra suerte. 

El asunto no es tanto si ellos eran realmente winner, sino porque nos considerábamos losers en relación con ellos. Qué era lo tan determinante en esa situación para llegar a decir: nosotros somos esto, ellos son aquello otro. Sin siquiera conocer realmente a nadie. Sin siquiera saber qué cresta eramos nosotros, y qué hacíamos allí preguntándonos eso, y haciendo todo ese análisis a propósito de un bajón nocturno. La respuesta del amigo era radical: Simplemente la ausencia de algo, un deseo no satisfecho, la idea persistente sobre el vacío de cierta cuestión inconclusa, todo aquello que nos identificaba con el error, con el problema, con la negación, con el desvío, con la falta de algo. En resumidas cuentas, y sin tanta retórica ni aspaviento: el no sentirse completamente realizado. El no tener pituto, el contacto ni el suficiente roce social con nadie. El estar solo (en ese preciso instante). Síntomas de las vacaciones. Síntomas de la inactividad. El pensamiento como que da vueltas, como que quiere salir, se dispersa, quiere lanzarse. El sentimiento de derrota permanente. La expectativa del cambio. Sea lo que sea. Un beso, un contrato de trabajo, el mundo. Un sueño. La nada.