miércoles, 16 de diciembre de 2015

Sobre ser amigo

Jorge Teillier hablaba en un tono intimista sobre la importancia de la amistad. Quizá no haya mejor definición que la de la amistad como un culto, y la del silencio como un arte, el arte de la confianza. Cuando uno se encuentra solo es ineludible analizar el alcance de nuestra presencia en el mundo. Ese mundo que es en concreto nuestro propio y personal tejido de relaciones. Todo lo que excede a ese tejido sería todavía la sombra de lo desconocido. Un autor muy certeramente decía: "La patria son mis amigos". Más vale que aquellos por conocer se abran ante nosotros amistosamente, o, en su defecto, con animadversión, porque de esa manera podremos saber si ese alguien es digno de nuestra confianza o de nuestro desprecio en igual medida. Intentar determinar cual sería la forma más auténtica de referirnos a la amistad, posiblemente no quede otra que hablar de los amigos individuales (con todas sus tallas internas y confidencias) en lugar del concepto ambicioso de amistad, de la misma manera que despreciamos el concepto de humanidad en nombre de lo que son nuestros. ¿Cuál definición podría ser más auténtica y certera, sin caer en el lugar común? Y otra cosa ¿Cuándo se llega a ser verdaderamente amigo de alguien? ¿Solo en un roce de simpatía? ¿De intereses comunes? ¿De mundos compartidos? ¿De experiencias atesoradas celosamente en secreto? O como esta red social lo permite ¿En una pura operación virtual donde se supone que se agrega a alguien y una vez que se logra una conversación más o menos confiable e íntima se logra escalar ciertos niveles de amistad determinados como en una prestidigitación emocional? No caben allí demasiadas explicaciones. Cada cual la sabe en la medida que lo necesita. De lo contrario no tendría que tomarse la molestia de escribirlo y hacer patente la inquietud. Simplemente no lo hace y solo vive a sus amigos. El amigo como alguna clase de testigo, de familia clandestina quizá, como aquel que idealmente apaña todos los aspectos, luminosos y oscuros, de la personalidad. Hace un tiempo pensé que tal vez la medida de todo el afecto posible vendría dado por la miseria que se es capaz de reconocer y, de todas formas, soportar. El amigo como aquel con quien se puede incluso "vacilar la miseria" sin desconocerse el uno al otro. Esa había sido quizá una forma extraña pero espontánea de definirlo. Porque la imagen del otro, amigo o enemigo, se queda a vivir en el interior como un huésped, a veces indeseable, a veces necesario. Todos los nombres de la amistad le pertenecen, ya que según Milán Kundera: "...esta es la verdadera y única razón de ser de la amistad: ofrecer un espejo en el que el otro pueda contemplar su propia imagen".