miércoles, 12 de octubre de 2022

La hispanidad, el nuevo faro en el horizonte de Hispanoamérica: hacia un polo y un bloque geopolítico.

¿Es posible que un liberal clásico y un marxista compartan un sentimiento común de respeto por la hispanidad? A simple vista, pareciera que no. Pareciera que un liberal clásico está mucho más próximo a propugnar la disolución de las fronteras y ver en cualquier atisbo de nacionalidad, arraigo y soberanismo un enclave liberticida. Y, por otra parte, pareciera que un marxista de nuevo cuño aboga por una reivindicación de ciertas “raíces latinoamericanas” perdidas, cierta leyenda negra de manufactura anglosajona que ve en la hispanidad el signo del colonialismo sobre un mundo que le es ajeno. Lo cierto es que estas dos posiciones están totalmente sesgadas y apenas pueden abarcar un espectro limitado sobre el alcance de sus propias perspectivas. Al contrario, un liberal clásico puede perfectamente apelar a la tradición cristiano occidental reivindicada por España como eje civilizatorio que profundizó en el mestizaje y la hibridación cultural de nuestra Hispanoamérica para la posteridad. Y un marxista puede, de hecho, ver en la unidad de España el legado social, cultural y político de la Iberoesfera, trascendido en nuestros pueblos americanos y su destino histórico.

Sobre este punto, Santiago Armesilla, intelectual español, ha sido un audaz crítico que ha puesto en la palestra la posibilidad de conciliar el marxismo de viejo cuño con un hispanismo renovado, acorde a esta coyuntura. Lo que se destaca de Armesilla es que se sitúa en oposición a lo que él llama las “izquierdas indefinidas” tomando la terminología de Gustavo Bueno, ya que, de acuerdo a su visión, estas, al llamarse como progresistas y realizarse de manera posmoderna, están siendo funcionales al modelo de sociedad burguesa, y siguen al pie de la letra los dictámenes de la agenda global. Armesilla, en cambio, propone retomar una izquierda definida, de inspiración marxista, para resignificar el horizonte revolucionario pero sin concebir en el linaje hispánico el signo de la opresión equivalente al del capitalista sobre el obrero, sino que las raíces genealógicas que permitan una cohesión vital entre los distintos pueblos de Hispanoamérica en contra del yugo capitalista, siempre extranjero y ajeno al espíritu de estas latitudes.

Armesilla no es el único. Lo estimulante es que ese ejercicio intelectual ya ha sido profundizado e incluso ha servido de inspiración para manifestaciones políticas en esa misma línea. Así, por ejemplo, el poeta Vladimir Boroa, a quien conozco personalmente, ha manifestado, a propósito del 12 de octubre, que este día es el día de la conmemoración de la hispanidad, dedicado a los trabajadores de ambos hemisferios y todas las culturas, dentro de las cuales se incluye, por supuesto, la cultura criolla, la mestiza, la aborigen y la propiamente española, entendiéndola, de una vez, como una “gran familia” unida por la cruzada hispanista. Incluso, Boroa ha señalado que existe, actualmente, un movimiento llamado Vanguardia Comunista de Chile, del cual forma parte, y cuyos principios apuntan a no avergonzarse de la historia hispanoamericana y a no rechazar su herencia. Este colectivo cuestiona de manera férrea cualquier internalización de la leyenda negra, considerada esta como una traición a la patria, al sentido mismo de lo que significa ser heredero de España. Le pregunté a Boroa si Vanguardia Comunista era un partido en formación o únicamente un movimiento, y respondió que es parte del proyecto iberófono “para fundamentar una insubordinación al mundo anglo”. El proyecto sigue en pie y están en vista de reclutar adeptos suficientes para formar un bloque fuerte.

Nuevas maneras de entender la hispanidad están surgiendo. A su vez, nuevas fuerzas políticas que la conciben como un faro y como un horizonte. Se está dando lugar a un nuevo polo, un polo hispánico americano que pueda sobreponerse a la subyugación del atlantismo, ese bloque hegemónico conformado por el Estado profundo estadounidense, la Unión Europea y Naciones Unidas. Y he aquí que entra otro actor en juego: Alexander Dugin. Su visión sobre la multipolaridad contra el globalismo reinante ha sido tan gravitante durante este período convulso que ha inspirado visiones como las de José Alsina Calvés, quien concibe en el Hispanismo una posible “Cuarta teoría política”, entendida esta como la planteó Dugin en su libro homónimo, aquella teoría que se sitúa después del liberalismo, el comunismo, el fascismo y el nazismo. De este modo, el abanico de posibilidades geopolíticas es tan grande que reducir toda la discusión de la hispanidad al constructo iluminista de izquierda-derecha o al aún más manido de colonialismo y barbarie, conllevaría desperdiciar un potencial alternativo de emancipación, una emancipación que requiera de un gran esfuerzo de parte de los distintos actores en la batalla cultural, para cargar en su interior con el legado de la causa hispánica y llevarla a buen puerto, más allá de los cantos de sirenas de los medios y la alta marea de los discursos disolventes.


"Ni Dios, ni patria ni familia son conceptos fascistas. Los conceptos no tienen ideología. Lo que es fascista es apropiarse de esos conceptos y pretender que tu manera de entenderlos sea la única." Ignatius Farray