miércoles, 8 de julio de 2015

Sobre el ocio y la escuela dentro de la escuela.

Siempre existió la posibilidad de más de una escuela dentro de la escuela. Y no es precisamente la existencia de varias pedagogías. Ni tampoco de materias, líderes ni proyectos. Releyendo esa extraña palabra "escuela", recordé de repente el consejo de un viejo profesor de etimología de la universidad: las palabras son como ríos, busca su caudal y hallarás su origen. Uno de los pocos profesores que valían la pena, desatendido, antiguo, casi anónimo, contando con un conocimiento al parecer inútil pero por eso mismo valioso: el conocimiento del origen de las palabras, que es el conocimiento sobre el origen de las cosas y sus respectivos mitos, verdades, mentiras. La palabra "escuela", aquello que los alumnos, muy a nuestro pesar, asocian a regla, imposición, orden, a todo lo ajeno, a todo aquello que los obliga a seguir cierta carrera, como si les pusiesen alas o ruedas para transitar un camino que todavía desconocen. Resulta que esa palabra asociada desde la política y desde la experiencia de los chicos a un espacio puertas adentro, a una institución, en su origen griego significaba "ocio". Los griegos, los presocráticos claro está, los maestros del ocio como instancia y práctica de libertad. Ese concepto clásico de la scholé es lo más cercano que se conoce a una especie de "escuela de la vida", a una suerte de educación a la intemperie, no precisamente la peripatética de Aristóteles, sino que aquella sin academia ni subordinación, solo aquella que servía determinados ideales en función de una tradición. Cada quien tenía su propia scholé, su propia manera de transitar el camino de la tradición. El alumno era el no iluminado que "despertaba" cierta grieta de una cueva interna, para encontrarse con un mundo que lo antecede y sobrepasa, un mundo completamente abierto y nuevo a la expectativa. Lo de la escuela como una cuestión erudita, como un centro de formación vino recién con Platón, y más tarde con la fundación de la escolástica medieval. La institución es mucho más tardía de lo que se cree. Pero entonces ¿qué quiere decir que en cada escuela hay más de una escuela? Pues, que la escuela es más que solo la institución. Parece de perogrullo, pero en efecto cada quien va a la escuela que quiere ir, mejor dicho, cada quien crea escuela a su modo, ya sea con ganas o a ciegas, fuera del curriculum, hay escuelas tales como la "escuela de los vivos", como dijo un alumno un día, o la "escuela de los perdedores", la "escuela de los rebeldes", la "escuela de los mateos", la "escuela de los populares", y así suma y sigue. Quiero destacar la "escuela de los vivos", que parece ser a la que todos aspiran. El alumno buscaba en el fondo plantear con orgullo la posibilidad de una escuela de "vivos", de los astutos, de aquellos que se salen con la suya. Y que sin embargo, siguen su propia ley, desconocida, inenarrable. En efecto, la escuela de los vivos existe, y sigue siendo la que "la lleva". Considero necesario, a estas alturas del partido, recordar de qué escuela venimos, si nos criamos directamente en la escuela de los vivos, si hemos reprobado o simplemente desertado de esa escuela, o si la escuela que pretendemos crear es todavía un mero sabotaje a nuestro ocio de nacimiento. Si la escuela que pretendemos no supera a nuestro ocio original, entonces no vale la pena.


Hoy en la calle rumbo a Pedro Montt unas profesoras de Santiago esperando subir a un bus de regreso. Se presume que venían de alguna marcha o asamblea relacionada con la lucha contra la Carrera Docente. Interactué con ellas un momento, tratando de empatizar. Me preguntaron si era de la educación municipal o subvencionada. Les expliqué (no sé si con algo de rubor o falso alivio) que era de la particular. En eso ellas se subían rápidamente al bus luego de señalar que no bajarían su postura hasta que todo acabara para bien. Lejos de los temas contingentes, lo que más me marcó fue la mirada de las profesoras. Se notaba en ellas una tristeza terrible. El eco, el rumor, solo la sombra de una antigua belleza jovial, libre de obligaciones, libre de enseñanza, viva. Se notaba las mellas del trabajo en su rostro. Primera idea: el trabajo alienante provoca estragos en la belleza física. Luego, voy a un cyber a imprimir unos documentos. Una chica escribiendo en el computador un texto sobre el cuerpo, algo así como un estudio sobre la evolución de un niño con problemas psicomotores. Una joven, quizá trabajadora social o enfermera, estudiosa del cuerpo de un niño. Sin quererlo, aunque sea bajo una jerga académica, profesional, aparentemente impersonal, ella iba recitando un clandestino elogio a la física. Segunda idea: todo vuelve a la física. Con su escritura supuestamente fría, netamente laboral, demostraba que frente a los embates de la vida moderna el único perjudicado es el cuerpo, mejor dicho, su belleza. Algo así como la belleza natural. La belleza sometida a las contradicciones de un mundo que cada vez más se piensa fuera de si mismo.