lunes, 22 de mayo de 2017

Sonando en la radio, un sujeto hablaba con la locutora acerca de la importancia de hacerse preguntas en la vida, inclusive más que la necesidad de generar respuestas, producto de una sociedad más interesada por el resultado que por el fundamento, y toda esa cantidad variopinta de argumentos contra la concepción del sistema neoliberal. El sujeto, luego de dar sus razones, se definió ante la pregunta de la locutora como un verdadero "coaching existencialista". Decía que al partir desde el fundamento de la pregunta, y citando a una serie de autores clásicos de los cuales ya no recuerdo ninguno, se diferenciaba de aquellos que practicaban solamente una suerte de "coaching asistencialista". Entendí a lo que quería llegar: a la importancia nuclear de la pregunta no solo para lo que él llamaba su disciplina sino que para la filosofía misma. Sin embargo, lo que me hacía más ruido era su enrevesada auto denominación. "Coaching existencialista". ¿A qué venía ese anglicismo para referirse a una cuestión eminentemente práctica? Y todavía relacionado de forma antojadiza con el existencialismo, algo así como una mezcla de Sartre, de filosofía griega y de autoayuda aplicada al emprendimiento profesional.¿Por qué ese afán de colocarse nombres rimbombantes? ¿Status? ¿Ideología? ¿O simple y dura vanidad velada bajo la forma de la hiper especialización?

Happn

Existe una aplicación llamada Happn. Según dicen es la "vanguardia de las aplicaciones para ligar". Su principal característica consiste en propiciar el encuentro con quien te has cruzado en la calle. Cuenta con un localizador integrado al GPS del celular, de forma que a través de la aplicación va mapeando a todos los otros usuarios próximos. Si uno ve a un usuario con el cual tuvo un encuentro cercano, se le da un corazón, y si el otro también lo hace, la aplicación te notificará que tuvieron un "crush", y así se podrá comenzar a conversar por el chat interno. La aplicación vendría siendo, de ese modo, como un Tinder solo que con la particularidad de usarse de forma ambulante. Algo así como un Tinder para "flaneurs". La explicación que le dan al Happn para diferenciarlo de las otras aplicaciones, es que apunta hacia la recuperación de las "conexiones fortuitas" que se dan a diario entre las personas, y que muchas veces se quedan en eso y se pierden para siempre. La idea respecto al ligue que buscan proyectar en la aplicación es la de propiciar la coincidencia. En términos populares, buscar a toda costa provocar el llamado "flechazo".

Leí sobre la aplicación y lo asocié con lo que decía Bauman respecto al amor líquido. La fragilidad de los vínculos casi como la norma dentro de la sociedad posmoderna. Aquí, sin embargo, vemos que Happn opera de tal forma que el seguimiento en línea trata de forzar una coincidencia y darle una posible proyección más allá de su fugacidad. Pero como pueden ver, lo que hace Happn, y todas las otras aplicaciones, no es concretar de inmediato una relación, sino que posibilitar un remoto encuentro, abrir el nexo a una latente comunicación mediante la manipulación del espacio-tiempo reales. Hay más allá del optimismo publicitario de estas nuevas "aplicaciones del amor" una verdad solapada, de hecho, un mensaje velado que pareciera propagarse en el momento de su uso. El hecho de que aun con la ayuda de un mecanismo externo, los encuentros llevan implícito siempre su margen de error, merced a los vaivenes del lenguaje y la comunicación entre los implicados. El think tank del negocio sentimental te ofrece un producto que en el fondo no garantiza ningún resultado, sino que solo prepara las condiciones para lograrlo. Saben que algo tan inquietante e irreductible como el concepto de vínculo -más allá del encuentro sexual efímero- no puede ser medido, solo pronosticado de forma aproximativa. Tal como el meteorólogo tratando de medir la intensidad probable de un movimiento telúrico y sus consecuencias sobre la sociedad, asimismo, una aplicación no podrá medir ni anticipar a ciencia cierta las consecuencias reales del posible choque emocional entre dos implicados. Ni tampoco su inexistencia o eventual fracaso. Ese margen de improbabilidad permite que el encuentro, después de todo, sea real, incierto hasta el punto del absurdo, pero, por eso mismo, auténtico. La belleza del encuentro residirá precisamente en su falta de garantías, en su exceso de promesa. El que busque ahí una satisfacción permanente, una idealización prematura, al punto de la desesperación, chocará solo consigo mismo.
Twin Peaks 2017: Casi todo el elenco de vuelta, 25 años después, como la propia Laura Palmer predijo en la habitación roja. Menos Michael J. Anderson y Frank Silva. Entonces, la primera pregunta es ¿quiénes de los nuevos estarán a la altura para interpretar al Hombre del otro lugar y al asesino Bob? Habría que ser verdaderamente cabrón para volver a encarnar al mal con la maestría de antaño.