viernes, 17 de julio de 2020

Se aprobó el retiro del 10% de los fondos de la AFP por la cámara de diputados. Se ha aprobado en una jornada marcada por la beligerancia callejera y las aproximaciones hacia una posible vacuna contra el virus. Esa jornada marcó un punto de inflexión inaudito, en el sentido de que el oficialismo ha cedido nuevamente a las demandas de la oposición. Aquel sistema que se creía tan eficiente, aquel Mercedes Benz del que hablaba orgulloso José Piñera, ha sido encausado lentamente a golpe de presión y de fisuras internas hacia su propia entropía. Finalmente se marcó un precedente importante, desde la tan bullada y malograda campaña del No + AFP; primera promesa rota, tras la proyección hecha en el año 90 acerca de la posibilidad de pensionarse con el 100% del sueldo para el año 2020. Esta vez se apostó inteligentemente por la urgencia vital del escenario de catástrofe, dejando de lado la manida lucha estructural. Si no se pudo atacar de raíz al sistema de AFP ni tampoco establecer su nacionalización desde la bancada comunista, había que apelar a los ánimos exaltados de “las bases” sumidas al hambre de todos los días. Había que ofrecerles la oportunidad de que contaran con sus propios recursos acumulados, de que sintieran al menos de forma parcial una pizca de control y de poder sobre su propio capital, aunque la lógica del sistema siguiera sin garantizar un cambio sustancial a futuro, suponiendo que lo hay. Más valía 10% en mano que cien jubilaciones rentables volando. Ante el incierto panorama país, y considerando el todavía oscuro advenimiento del plebiscito constitucional, había que jugársela por un presente efervescente, totalmente convaleciente, cargando aún con el combustible del 18/10 y de cara no solo a la odiosa pandemia sino que a un próximo contraste de fuerzas.