sábado, 1 de octubre de 2022

Lucy Oporto. "He aquí el lugar en que debes armarte de fortaleza". (2021) Epílogo. La cifra de Dios.

Epílogo. La cifra de Dios

Hordas y vómitos, humanidad terminal en el límite imposible de un abismo impregnado de sangre asperjada. Decapitaciones sin sepultura en celebraciones inicuas y ritos inferiores de intensidad sombría.

Es la hora del abismo de carne, cuya potencia invisible transporta al ídolo crepuscular de la horda por calles inmundas: el perro infernal proveniente de un cráter indiferenciado y sin Dios, apagado desde antes del principio. Raíz invertida del tiempo a la deriva que incuba el exterminio de la vida oculta e irradiante.

Instintividad sin espíritu: pozos sin alma. El futuro silencioso se despeña oblicuamente, en busca de una cifra que confiera una estructura y una imagen al hundimiento final de lo humano en el centro de la lujuria sangrante, la maldad enconada y vitoreada, la peste en su proliferación larvaria de monstruos y cicatrices estelares.

La cifra busca la luz en la luz que ilumina la obscenidad de una disolución abismal, enorme y gutural, cuyos cantos de devoramiento levantan encrucijadas de explosiones y cuchillos.

Así los lenguajes eclipsan, celebrando el derrumbe de antiguas cúpulas y la profanación de altares, como en una interminable misa negra oficiada por bestiales adoradores de perros.

Negra incubación o aborto estelar.

La cifra de Dios se busca a sí misma. O es buscada por Dios mismo. O es el abismo inefable que busca mostrarse en su verdad fundamental, obscena y mortal: una última perdición o un inicio infinitesimal imposible.

Hordas, vómitos, escupitajos, excremento y orina. Fuego y ceniza. Graves sonidos arcaicos y guturales. Ritos de oscuridad cavernosa con decapitaciones y abertura de cuerpos, mareas celestiales de sangre subyacentes al devenir, latentes como la maldad de la horda y su execración del Espíritu.

Fuego negro que arde, pero no ilumina.

Si acaso una mirada incólume, un amor tardío, un silencio noble y gentil, una palabra profunda. Y un trasunto de realidad descifrado para un alma en suspenso que siquiera se postrara exánime.

La cifra de Dios es la puerta del abismo, la escena final de una estructura y un orden invisibles, cuya luz en la luz revela el horror de un excedente indescifrable: lo absolutamente monstruoso e invertido.

Pero hay transcursos paralelos, cuyas extrañas desviaciones, encrucijadas y laberintos conducen a la necesidad de ingresar al misterio contenido en la cifra: un corazón de intrincadas raíces, líneas, mansiones, niveles y configuraciones otras, en lenguajes arcaicos y futuros como jeroglíficos dotados de consciencia, cuerpo y puertas irradiantes.

Un triángulo de sangre latente. Un astro de luz crepuscular. Y una cruz.

Dios engendra la cifra. La cifra engendra a Dios. El inefable abismo engendra la conciencia. La conciencia acrisola y conjura a la horda.

La corrupción y el envilecimiento de lo humano devienen excremento y desecho de su instintividad sin espíritu: puertas oblicuas, galerías y horrores secretos incuban carnicerías interiores, decapitaciones, devoramientos y fuego negro expandiéndose como la peste.

Mas la cifra de Dios es Dios mismo: el fundamento, el término absoluto y el exorcismo crucial. El único poder y la única gloria.


¿Cómo concebir la coexistencia de la popularidad de OnlyFans con la hegemonía del feminismo progresista, en prácticamente todos los ámbitos del arte, la literatura, la cultura y la política pública? Inquietudes que no me dejan dormir tranquilo.
Y si mi nuevo discurso fuera moderado y mi espíritu crítico diezmado, querida ¿seguirías desconociéndome como lo sigues haciendo, desde el otro lado de la barricada ideológica, frente a la pira del fanatismo y la primera línea de la enajenación?

Lucy Oporto Valencia. He aquí el lugar en que debes armarte de fortaleza (2021). Fragmento.

El placer de la destrucción. Carta abierta en respuesta a Franco Berardi.

“Me referiré al final de mi ensayo “Farewell” significa “despedida”, entre otras de sus acepciones. Existen varias obras con ese nombre. Yo pensaba en la Fantasía N° 3 para laúd, así llamada, del inglés John Downland (1563-1626): una composición melancólica y fúnebre, de una extrema delicadeza, fineza y silencio, que contrasta ferozmente con la horrible materialidad de los hechos y sus vociferaciones estentóreas de linchamiento.

Así se titula también la última sección del ensayo que usted leyó: Farewell, ya que en un determinado sentido se trataba de una despedida.

Pues bien, no espero nada de esta “revuelta social”. No espero nada del Estado chileno para mí. No puedo entregarme a la barbarie, ni a las seducciones de lo indiferenciado, ni a las extorsiones manipuladoras y victimizadoras calculadas por el lumpenfascismo y su mezquindad organizada, incapaces de reconocer el amplio espectro de esta violencia en su maligno despliegue.

Las hordas y las turbas me repugnan absolutamente. No las defenderé bajo ninguna circunstancia. Ni ahora, ni nunca.

No me postro ni me postraré ante la juventud, ni ante la ceguera de los adultos obsecuentes con su impulsividad barbárica. Me dan lo mismo los exámenes de pureza ideológica que pretenden ver en una parte importante de ellos a héroes inmunes a la crítica, con fuero para destruir todo a su paso porque nunca alcanzarán el poder, o porque “todo les han destruido”, en términos del sacerdote Puga, y a quienes, no obstante, habría que agradecer su “labor”.

Sigan ustedes disfrutando del privilegio de la impunidad de los amos como hasta ahora, realizando su abyecto deseo de tener, poseer, destruir. Sigan disfrutando de su violencia suicida y a mansalva, mientras la anomia continúa su avance. Pues las otras víctimas de este horror carecen de relevancia, presencia y realidad, no solo para usted, sino también para las correccionales burocráticas, políticamente correctas y bienpensantes en materia de derechos humanos, tanto en Chile como en el extranjero.

Pero un día las hordas prepotentes en su hedonismo se disolverán. Las falsas solidaridades y encuentros quedarán al descubierto. La primavera de los “sin miedo” se marchitará, y estos quedarán solos ante el vacío de su alma. Cuando ese momento llegue, ni todas las consignas ensordecedoras y repetidas hasta la náusea los salvarán del terror ante su propio abismo. Solo resistirán los pocos que tengan una auténtica capacidad de transformación interna y estén dispuestos a resistir sus intrínsecos rigores. Jamás una horda, ni una turba.

Ese día llegará. Ahora, o cuando alcancen su maduración, o queden enquistados en la postración de su adolescencia eterna reproduciéndose en más de lo mismo, para así satisfacer su autocomplacencia, rememorando su épica miserable y su estética de sitio eriazo.

Yo haré lo único que soy capaz de hacer, responsable e individualmente: dedicar mis esfuerzos a pensar la realidad a partir de sus imágenes simbólicas."




El fin del pase de movilidad lo celebré bailando anoche. ¡Qué manera de pasarla bien!