jueves, 24 de enero de 2019

Amante Eledín Parraguez, poeta y profesor, conocido como el “verdadero Machuca” por haber inspirado el personaje de la película del mismo nombre, se pronunció y dijo estar en contra tanto del proyecto de Admisión Justa del oficialismo como de la llamada Ley Machuca propuesta por la oposición. Por un lado, sostiene que la meritocracia “no es solo para quienes se sacan puras nota 7, también es para quien se saca un 5 o un 4, pero que es un buen artista o músico”. Por otro, argumenta que la idea de incluir alumnos de escasos recursos en colegios particulares resulta contraproducente, porque, según su propia experiencia al ingresar al colegio Saint George en la época de la Unidad Popular, el proceso de integración social se ve marcado mayormente por el sesgo y la discriminación. Parraguez cree que si todos los establecimientos fueran de buena calidad, en especial los de carácter público, no sería necesaria esa ley. La realidad es que la brecha no solo pasa por una cuestión de oportunidades, sino que por una cosa más profunda, digamos que una de carácter estructural. Por ejemplo, el alumno/a de la Pintana, por mucho que pretenda partir al Saint George, se verá impelido por el contexto y por las condiciones materiales. O, tomando el caso local, uno de Las Cañas que busque postular al Mackay. Si la supuesta inclusión se postula por ley, se sentirá desnaturalizada, porque hay lamentablemente un trasfondo de clase que no se puede soslayar con una pura medida política. Retomando el punto del real Machuca, la solución supuesta no pasaría por achacarle a los llamados colegios particulares la responsabilidad de incluir a los desposeídos, sino que por mejorar de alguna u otra forma la calidad de los establecimientos deficitarios. Como las propuestas del oficialismo y las de la oposición no convencen por partes iguales, salió al baile ese sector de la política llamado Evópoli a postular una “Ley Machuca liberal” que básicamente consistiría en acoger a los cabros vulnerables en colegios particulares pero con algún tipo de apoyo en la subvención escolar. Se plantean como alternativa al proyecto de la oposición pero corriendo en paralelo a los planteamientos del gobierno de turno. No comulgan con el progresismo pero tampoco se queman por un liberalismo a ultranzas. Un perfecto voladero de luces en medio de una batahola ideológica. Todo indica que la pugna entre derecho y mérito sigue siendo el conflicto de fondo de este gallito educacional en pos de la carrera eleccionaria. Entonces ¿Ofrecer la oportunidad de la inclusión por mandato legal? ¿Incentivar el mérito de las capacidades individuales como la flor de la libertad en un programa liberal? O ¿Tratar de impulsar, de una vez por todas, el maltrecho sueño de la educación pública? ¿A quién creerle? Saque usted sus propias conclusiones o mande a lavar a los mentirosos que hacen gárgaras con la palabra educación.