sábado, 28 de octubre de 2017

El mismo viejito del otro día, sentado más al fondo del paseo de los sueños, casi en la subida Ferrari, estaba escuchando Love Bites de Def Leppard a toda pala desde su parlante cilíndrico. En un asiento contiguo a la plaza, y justo enfrente, una madre regañaba a sus dos hijos, escuchando el tema de rebote, acaso sin entender nada, o tal vez usando secretamente la música de arrullo emocional. Mientras tanto, bajaba una pareja por calle Ferrari, y a medida que el sol comenzaba a asomarse, y los helados que estaban comiendo se derretían, el riff se hacía más intenso, a cada minuto, a cada mordida, como una metáfora del amor mismo, a la vez que el viejito seguía inamovible con su aparato musical, aislado, sereno, mirando fijo hacia el vacío de la calle.