"El hombre de letras, el artista, yo mismo, no tengo derecho a obrar sobre el mundo sino en la medida en que puedo obrar sobre mí mismo. Pero la literatura debilita el esfuerzo hacia una ascesis personal cuando impera en ella el sentimiento de compensación o bien se erige en impedimento mayor cuando se pliega a los condicionamientos que propician el éxito, o se extravía en el cultivo de tautologías hedonistas.
Las cosas están detrás de las palabras. Son la realidad. En el momento en que las palabras entran a sustituir las cosas, impiden una toma de contacto completa con la realidad. Y se crea la ficción. Disipados los fantasmas de la mitología, fallecidos los dioses, perdidos los sustentos religiosos, ahogada la magia, decaído el verbo, no se puede pretender sustituir aquellas virtudes lustrales del lenguaje literario con la adoración del artificio del texto, con lo puramente escritural, con los signos en rotación."