miércoles, 5 de enero de 2022

"Cuando se le preguntó a Charlton Brooker la razón para cancelar la serie Black Mirror su respuesta pudo sonar grandilocuente. A mí me encantó y me deprimió a partes iguales: "Influido por Huxley o Orwell, quise crear una corriente de opinión y reflexión a través de una serie, pero esta, lejos de producir un cambio, solo consiguió normalizar la distopía, que ya vivimos, o el futuro apocalipsis, para transformarlas en un producto cultural. Mi alianza con Netflix fue la puntilla de Black Mirror y acabé tan desazonado que decidí no volver a creer en que las cosas pueden cambiarse desde dentro"."
Al spam me llegó un misterioso mensaje. Tenía por título “¿Preparados para páginas deliciosamente amargas?”. Leí y se trataba de un archivo pdf de Editorial Librilunio. El archivo contenía la novela “El primer amor y otros dramas veraniegos” de Iván Turguéniev. Intrigado por la procedencia y sobre todo por la seguridad del mensaje, leí una reseña de la novela que ahí había. Señalaba que algunos temas básicos turguenievianos eran los amoríos tormentosos, imposibles; la libertad; la soledad; el amor pasional, irremediablemente frustrado una y otra vez; las oportunidades perdidas; el sacrificio, entre otros. Además, indicaba que uno de los motivos básicos en sus intenciones literarias era dar forma a “las pulsiones, secretas y mudas, que se agitaban también en mí”. De pronto, me vi en la disyuntiva. La mente dijo, por un instante: “No lo abras. Puede ser un virus”. El corazón, en cambio, dijo: “Ábrelo y devórate ese libro”. Abrir el archivo con la novela El primer amor podía ser peligroso, pero, al mismo tiempo, algo me llamaba a hacerlo, precisamente, una pulsión secreta y muda agitándose en mi persona. Una estrecha identificación con las temáticas esbozadas hacía eco en mi voluntad. ¿Qué podía salir peor, luego de haber vivido en carne propia un tormentoso amorío, la realización de un amor pasional que siempre se vio frustrado, la implicancia para la libertad devenida soledad, y el sacrificio íntimo que derivó de todo ello? ¿Era el peligro de un posible virus que saliera de ese libro digital, comparable con el peso en mi consciencia sobre aquellas temáticas? Ninguna amenaza iba a impedir que cayera en la trampa del spam, porque este ya me había interpelado literariamente, llevando su poder de sugestión a un nuevo nivel. Bajaré ese archivo sin ningún miedo; luego, El primer amor tiene el potencial de un virus, invadiendo tu corazón. Que se infecte o se rompa, es el costo por apostar a la incertidumbre del deseo.
Un nuevo inquilino, un caballero jubilado, llegó a la casa. El día de año nuevo entré a la cocina y ahí estaba, sentado, solo, comiendo un sencillo plato de reineta y ensalada y sirviéndose una copa de vino. -¿Qué tal? Feliz año- le dije. –Aún no. Es de mala suerte desearlo anticipado-, me respondió, sorbiendo lo poco de vino que le quedaba. –Está bien, provecho-, le volví a decir. Nos saludamos con un estrechón de manos. Enseguida, le pregunté si iba a pasar la fiesta de año nuevo acá o en familia. –Lo pasaré acá no más-, me respondió. –Sucede que llegué hace poco, porque tuve un atado con mi señora, así que nada…-. No quiso ahondar en explicaciones. Era suficiente con decir que pasaría ese año nuevo solo porque tuvo problemas con su señora. ¿Qué clase de problemas? ¿Volvería con ella o se alejaría para siempre? Solo él lo sabía, era asunto suyo y por lo pronto, no importaba. El hecho es que cenaría solo acá en la casa, sin mayor expectativa. Luego de desearle nuevamente provecho, volvió a beber otro poco de vino. Me ofreció pero no quise. Volví a lo mío y preparé todo para ir a compartir en familia. De pronto, la figura del caballero comiendo solo en la cocina se repitió en mi cabeza. Ese iba a ser su único panorama. Una suerte de duelo o, por el contrario, una especie de “retiro espiritual”. Nos separaban años y generaciones, pero, curiosamente, coincidimos en ese punto, en esta disyuntiva: seguir o no adelante.