domingo, 11 de septiembre de 2022

Nuevas fuerzas contra el nuevo proceso constituyente: aprobistas y rechacistas unidos, jamás serán vencidos

"El futuro nos tortura y el pasado nos encadena. He ahí por qué se nos escapa el presente". Gustave Flaubert.

A una semana del triunfo del Rechazo, las distintas fuerzas políticas se han disgregado para luego volver a converger en un mismo punto, aunque por razones diferentes. ¿Cuál es ese punto? Su radical cuestionamiento al nuevo proceso constituyente impulsado por los partidos del oficialismo de izquierdas y la centroderecha. Algunos de los votantes del Apruebo ahora rechazan este proceso, aludiendo a que se trata de una “cocina” hecha “a espaldas de la ciudadanía”, todo lo contrario a lo que, según su perspectiva, proponía la primera Convención. Veían en la Constituyente el caballo de batalla que aseguraría una instancia verdaderamente democrática, –pese a todos los reveses, errores y excesos ocurridos-. Para ellos, aprobar habría demostrado que los convencionales pudieron canalizar las demandas del espíritu octubrista, mediante un mecanismo inédito en la historia de Chile, contrario a la oligarquía de los partidos políticos, defensores de la estructura económica corporativista. De modo que el haber rechazado el texto constitucional, implicaría, finalmente, volver al punto de partida, podría decirse que, hipotéticamente, al 17 de octubre del 2019, un retorno simbólico al anterior estado de cosas, en donde no había conseguido instalarse con tanta fuerza y contundencia este oleaje insurreccional.

Por otra parte, algunos de los votantes del Rechazo, ebrios en su catarsis triunfante, ven, sin embargo, que nuevamente la clase política está desobedeciendo un mandato constitucional al maquinar otro proceso sin respetar el arrollador resultado. Aquel mandato señalaba, en su artículo 142, de la ley 21200 que “si la cuestión planteada a la ciudadanía en el plebiscito ratificatorio fuere rechazada, continuará vigente la presente Constitución.” Contra todo pronóstico, entonces, la clase política de gobierno y de oposición “pactan” un nuevo acuerdo sin siquiera plantear la posibilidad de otro plebiscito de entrada. En este caso, muchos votantes del Rechazo se muestran reacios a una Nueva Constitución, tomando como argumento lo ocurrido durante el anterior proceso constituyente e incluso los acontecimientos que azotaron a Chile desde el 18/10, pasando por el plebiscito de entrada, el período de las presidenciales y luego el plebiscito de salida, todo lo cual se resume en un inusitado ejercicio de la violencia como acción política, un clima país repleto de incertidumbre social y económica y una división ideológica siempre al borde de la radicalidad. Entonces, una gran cantidad de votantes del Rechazo lo hicieron ex profeso, en contra del gobierno de Boric, la clase política y el propio proceso constituyente, posición que ahora están dispuestos a defender a ultranza, con el temor de que los políticos “vendidos al globalismo internacional” vuelvan a repetir la experiencia dantesca vivida durante estos dos últimos años.

En suma, estos dos bloques de votantes aprobistas y rechacistas llegan a la misma conclusión, por caminos disímiles: rechazar, de ahora en adelante, cualquier intento de reanudar el proceso constituyente. Los primeros, ven en la oligarquía política y económica representada por el Congreso y el gran empresariado el gran enemigo que planea realizar una Carta Magna “a su pinta”, traicionando, una vez más, al pueblo chileno, tal como habría ocurrido con la vigente Constitución que ellos siguen asociando al corazón del legado dictatorial. Los segundos, en cambio, ven un enemigo más grande. Disparan contra la clase política de izquierda y derecha que se propone redactar una Carta Magna al ritmo de las directrices globalistas de la Organización de las Naciones Unidas y otras entidades transnacionales, pasando a llevar cualquier lineamiento soberano y la dinámica de la institucionalidad de la nación.

Si bien aquellos bloques comparten un sentimiento colectivo común, han identificado, cada uno desde su óptica ideológica, solo una parte del problema, y han apuntado solo a una cabeza de la gran Hidra. Por ende, creo que el verdadero desafío, la lucha crucial, en esta encrucijada histórica, será poder conciliar ambas fuerzas en la arena ciudadana, sin ánimo de rencillas y divisiones internas, para conformar un gran bloque, una masa crítica que defienda, desde sus propias veredas, el interés del pueblo y de la nación chilena, por sobre el interés de los políticos vendepatrias, manipulados de facto por el gigantesco conglomerado globalista que no cesará en su propósito de articular a los países y su gente bajo su órbita de poder. El desafío parece imposible, pero resulta, a mi juicio, la única estrategia eficaz para frenar el avance de las fuerzas foráneas, invasoras del ethos nacional. Este enclave tendría que invocar una nueva consciencia y demostrarle a todo Chile que, en el nuevo escenario geopolítico mundial, ya no se juega solo la lucha por la administración del Estado ni la constante histórica de la lucha de clases, sino que la existencia y la sobrevivencia de nuestra propia casa, la patria, como polo de poder soberano, con el riesgo de naufragar y fenecer, ante una inminente Tercera Guerra, un Nuevo Orden Mundial o un Gran Reseteo, de no ser por una voluntad alineada y direccionada que sea capaz de trascender y preservar el espíritu de nuestra historia y nuestro destino.

Quince tesis sobre la cuarentena, Pablo Anzaldi


(Artículo publicado en la revista chilena Ciudad de los Césares Nro 126- febrero- abril de 2021)


“Estamos en el ciclo de los nervios


el músculo cuelga,


como recuerdo, en los museos;


Más no por eso tenemos menos fuerza:


El vigor verdadero


reside en la cabeza”


Vicente Huidobro (“Arte Poética”)


1) La pandemia de Covid -19 es instrumentada mediante una maniobra estratégica a escala mundial que, mediante la generación controlada por el “gran miedo” ( “Grande Peur”) como el que precedió a la Revolución Francesa, está orientada a modificar la estructura de poder global, los métodos de organización del trabajo y las condiciones sociales y culturales en la que se forman los pueblos y las personas.

2) La era de la hegemonía imperialista francesa fue consecuencia de una serie de guerras como la de treinta años( 1618-1648); la hegemonía imperialista británica se anuncia en paralelo a la etapa francesa, se consolida en grandes saltos con la Paz de Utrech ( 1713), y se remata con la batalla de Trafalgar y la derrota de Napoleón; la era imperialista estadounidense se anuncia en la Primera Guerra Mundial y se consolida con la Carta del Atlántico y la victoria aliada en la Segunda Guerra- contrapesada por el imperio soviético- y tiene su cenit con la caída de la URSS y del campo socialista. Lo que habíase anunciado como un “nuevo siglo americano” sufrió golpes fundamentales con el ataque masivo a las torres gemelas y el pentágono, con las derrotas en Irak y Afganistán y el retiro geoestratégico de la guerra en Siria (que no es sólo guerra civil, sino regional y mundial).

En nuestro presente histórico, la era del hegemón chino se anuncia con la pandemia de Covid 19 y el gran miedo de la cuarentena mundial promocionada por el progresismo global.

3) Cada potencia imperialista proyecta y utiliza estratégicamente en todo o en parte su sistema de valores. Decir que lo hace estratégicamente significa que gestiona inteligentemente el poder y no lo hace fuera de aquello que a sus fuerzas favorece (la ingenuidad se transmite mediante los aparatos ideológicos y las “quintas columnas” en el interior del dispositivo enemigo). Por ejemplo, el dominio inglés promovió el librecambio (de los países que podía arrasar en la competencia luego de consolidar su propia industria, como demostró List); el dominio estadounidense promovió “la libertad económica, la democracia y los derechos humanos”; todo indica que el naciente dominio chino traslada al sistema mundial una combinación concreta de concentración capitalista y método bolchevique de dominación basado en el miedo.

4) Con el liderazgo de Xi Jinping y la elevación del rango de su pensamiento a la categoría del pensamiento Mao, es decir, doctrina de estado confuciano, el régimen chino dejó de ser una oligarquía- aristocracia y volvió a ser una monarquía. El Partido Comunista Chino ha generado un bloque histórico globalista objetivo integrado por la socialdemocracia, los partidos marxistas y de “izquierda”, los comunicadores sociales y los “mass media”, los organismos multilaterales y trasnacionales( OMS, Unicef, Amnesty International, etc. ), la Iglesia Católica bajo la férula de Bergoglio y los voceros y líderes de las grandes compañías de “las tecnologías de la información”, los ya conocidos Bill Gates y George Soros, principalmente, que financian miles de ONGs que operan como “aparatos ideológicos” paraestatales. Lo denominamos bloque histórico en el sentido de Gramsci, globalista por su alcance y contenido, y objetivo porque no se trata de un frente formal sino de una conjunción de fuerzas envueltas en la estrategia china. Como Disandro y Perón enseñaron, el plan nace de la conjunción de fuerzas, no de la conspiración de un círculo secreto.

5) El bloque histórico globalista tiene una conducción estratégica que, como recomendaba Mao Tse Tung, “nada en el mar de la estrategia con la cabeza afuera”. Esto significa que Xi Jinping profundiza la estrategia nacionalista y hegemonista de China mientras promueve el liberalismo y es objetivamente favorecido por la contracultura dominante en los países occidentales (como hizo Inglaterra en el Siglo XIX con la misma China, a través del tráfico de opio). El bloque histórico globalista tiene un doble rasero: es nacionalista en su conducción china- en una simbiosis entre tradicionalismo confuciano, terror rojo y desarrollo científico tecnológico industrial- , y progresista y liberal en sus alianzas internacionales, a los efectos de controlar las estructuras materiales y disolver las bases metafísicas de los países que busca dominar.

6) Entendiéndose a sí misma como “tierra media” o “centro del mundo”, China pone en movimiento la rueda con múltiples rayos convergentes a su estrategia, muchos de ellos generados a partir de la decadencia misma de Occidente.

7) China busca, como todo imperialismo, conquistar el monopolio del comercio exterior de los países productores de materias primas, consolidarse como primer inversor y contralor de la infraestructura global (las denominadas “nuevas rutas de la Seda”), y afianzar su alianza asimétrica de dominación política tanto sobre la izquierda marxista como sobre la derecha liberal, aquélla seducida por la orfandad histórico- espiritual del marxismo, ésta última por la declinación de los Estados Unidos.

8) Sin disparar un tiro, China se anotó dos triunfos estratégicos en el año 2020. Aún si alguno considerase que se trató de fortuna y no de virtú, la objetividad de las victorias se impone por sí misma. En materia económica, China fue la única superpotencia que evitó la caída económica global[1] y generalizó el pronóstico acerca de que su economía superará a la economía de los Estados Unidos en 2028, 5 años antes de lo previsto. ¿Qué duda cabe que el Covid-19 aceleró esa dinámica? Y, por supuesto, la derrota de Trump implica objetivamente un triunfo político chino. ¿Qué duda cabe que sin el Covid-19 la victoria de Biden no hubiera sido posible y sin ella tampoco las denuncias de fraude y la impresionante toma del Capitolio? El contraste entre las celebraciones de fin de año de muchedumbres chinas en Wuhan y la psicosis occidental martillada por consignas globales como “distanciamiento social”, “quédate en casa”, “segunda ola de Covid”, “usa barbijo”, etc., muestra la diferencia de comportamiento entre el dominante y el dominado.

9) En nuestra situación histórico- espiritual, cuando la ofensiva contracultural destierra de la centralidad de las culturas a la proto-figura del héroe clásico y sus manifestaciones singulares en cada país; cuando los sistemas educativos y los aparatos ideológicos de los Estados Nacionales se empeñan en “deconstruir” y esmerilar a las grandes personalidades que los fundaron y defendieron; el vacío cultural se llena con el nihilismo contracultural, el culto a los derechos humanos, el ecologismo radicalizado, el feminismo fanático, el indigenismo, el animalismo, el poshumanismo y todas las variantes que ablandan y debilitan la moral nacional. En una situación así, las sociedades occidentales reaccionan en pánico ante una amenaza, aún una tan manejable como la del covid-19.

10) En el nuevo esquema mundial, China se proyecta a sí misma como la superpotencia tecnológica- industrial reservando para el resto de los países una economía extractivista y de servicios. Por cierto, los niveles de automatización del trabajo en ciertos sectores de la economía hacen pensar en el surgimiento de un modo de producción pos capitalista- que prescinde del trabajo - y que se desarrolla y combina junto al capitalismo tradicional. Todo el sentido de las consignas “quédate en casa”, “trabajo desde el domicilio”, “distanciamiento social”, “conversatorio”, etc. se explica en función de una reingeniería de los métodos de trabajo que es también, como lo fuera el industrialismo antaño, un nuevo modo de vivir. La combinación entre la estrategia china y la estrategia de las grandes empresas tecnológicas -que en el año 2020 dieron un salto cualitativo en su inoculación en la vida económica y social- motoriza la estrategia de demolición del sentido del ser: esterilidad masiva, aborto libre, homosexualismo, destrucción de la familia, ataque a la memoria de los mayores( histeria por el “patriarcado”), destrucción del vínculo docente- alumno, destrucción del lenguaje, diversidades constructivas de géneros en lugar de sexos por naturaleza, nacionalismos fragmentarios, lucha de la mujer contra el varón, “sexo virtual”, “espectáculos virtuales”, “netflix”[2], etc. Toda la caterva de prejuicios y censuras que levanta la izquierda, las ONGS, la Iglesia Católica de Bergoglio, etc. , no ocurren por fortuna ni porque si. Por el contrario, es evidente que se trata de un plan de demolición del sentido del ser que acompaña a la revolución tecnológica. Como decía Mc Luhan, “el medio es el mensaje”. Quieren una pantalla por persona porque la ofensiva es contra el sentido del ser humano, contra la libertad. Vistas las cosas desde la América Románica, lo que Carl Schmitt presentara como criterio de lo político, esto es, la distinción amigo- enemigo, que extrae su fuerza de diversas fuentes (religiosa, moral- humanitaria. económica, etc.) desplegando históricamente ciclos de politización y neutralización de esferas; con ese criterio instrumental, hoy podemos sugerir que la fuente principal de la que extrae su fuerza la vida política es la enemistad entre tradición y disolución. En el lenguaje al uso, entre identitarios y globalistas, o nacionalismos y globalismo. El problema del modelo económico que entrañe cada cual- hay nacionalistas económicamente liberales y los hay proteccionistas- es una cuestión que dificulta la conformación de un bloque histórico objetivo de los nacionalismos a escala mundial. Por otra parte, el tradicionalismo no carece de dificultades para fundamentar una política: hay tradicionalismos católicos y paganos, hay sostenedores de la tradición primordial en la línea de René Guenon, hay evolianos que afirman la tradición como un prototipo, hay hispanistas sin España, hay tradicionalistas orientalizantes, etc. En el caso del tradicionalismo católico, más influyente en América Románica, se encuentra en una guerra de frente invertido, enfrentado no sólo a las fuerzas disolventes de afuera sino también al globalista pro chino Bergoglio (en un credo que considera que el Papa es elegido con la intervención del Espíritu Santo una elección de esa calaña implica un desequilibrio espiritual y teológico de difícil manejo). También metafísicamente la idea misma de tradición tiene problemas: si es un tradere, una entrega o transmisión intergeneracional o si es una selección y actualización de un sistema de posibilidades históricas operado desde el presente y proyectado al futuro. En cualquier caso, sólo una reelaboración política de sus principios- ya que no de aspectos conexos- puede evitar que se trate de un romanticismo subjetivo jugado fuera de la eficacia histórica.

11) Las fuerzas de resistencia son fuertes pero elementales en el sentido que no alcanzan a configurar un bloque histórico objetivo. Sugerimos que para entender a cada actor estratégico hay que sopesar las correlaciones de fuerzas y el sistema de alianzas como opciones estratégicas, aún por encima de la ideología. Por supuesto que eso implica el riesgo de que el aliado termine destruyendo y desnaturalizando el objetivo. Sólo la realidad tiene la última palabra. La alianza de Trump con Netanyahu significó un opacamiento de la cuestión palestina y una presión y bloqueo sobre Irán (aliado de China a su vez), pero acaso esa alianza- con un aliado que se cuenta entre los primeros en abandonarlo cuando Biden se proclamó ganador- es la cuota que paga el que hace estrategia: para luchar contra un gran poder hay veces en que hay que apoyarse en otro gran poder. El caso de Bolsonaro es similar: buen comunicador, medianía política e intelectual.

12) En este punto, bástenos subrayar la importancia de distinguir entre las opciones estratégicas y los principios, sobre la comprensión que los principios operan siempre en situación concreta. Ideológicamente, la formación política identitaria supone la investigación y cosecha de los principios generales en la historia concreta de las naciones. Estratégicamente, las formaciones nacionales se favorecen al operar en las líneas y los espacios abiertos por las contradicciones entre las grandes potencias.

13) En este sentido, interesa puntualizar que el nacionalismo tiene límites bien precisos marcados por Heidegger en “Carta sobre el Humanismo” y por Horia Sima en “Destino del Nacionalismo”. Para Heidegger, el nacionalismo es una traslación del egoísmo individual al plano colectivo. Para Horia Sima, los nacionalismos en competencia conducen al sometimiento en manos del más fuerte y al aplastamiento de los demás. La evolución histórica tiende a imponer la necesidad de articular grandes espacioscontinentales a partir de los estados nacionales. Todo el componente anti inmigratorio propio de los países europeos debería rechazarse ( o manejarse dentro de los parámetros de acogida basados en criterios de administración pública y no como principio ideológico) en los países de América Latina, precisamente, por el peso del tronco común.

14) La resistencia empieza metafísicamente en la afirmación de la libertad y la tradición: en la libre decisión de reconocer y afirmar las mejores posibilidades de la tradición. El bloque histórico globalista se apresta a la dominación de la totalidad del ente. Es una guerra metafísica y concreta. En la persona humana y su inclinación natural al despliegue de su propia perfección radica la unidad indivisible que buscan destruir mediante el miedo y la reconversión de la vida en una vida de pantallas.

15) La raíz metafísica opera en silencio. Así como el pragmatismo fue el modo de ser estadounidense- más allá de que las mayorías ni supiesen quienes fueron James y Pierce-, la filosofía de la deconstrucción de Derrida está incorporada en sus efectos- ya que no en la lectura- en el movimiento contracultural en desarrollo. Busca deconstruir la totalidad del ente para que la vida aflore con la mera finalidad de vivir. Agamben la denomina la “nuda vida” y Nietzsche la denominó “vida en sí”. Sin dudas, Nietzsche estaba equivocado de medio a medio mientras Aristóteles tenía razón. Ahora sabemos que la vida en sí es para cerdos y peces, y que lo importante de la vida humana son las razones para vivir, los fines.

[1]La caída de la economía mundial en 2020 fue de un 4.3 %, la caída del PIB norteamericano en un 2 %, el crecimiento del PIB Chino en 2020 es 3% y su proyección para el 2021 es crecimiento a un 8%. [2] Piénsese en el ataque a la tradición de la serie “Poco Ortodoxa” con la que arrancó la cuarentena global.

NdelED: Los juicios del autor sobre la significación política del pontificado de Franscisco son, naturalmente, de su propia responsabilidad. Los publicamos sin alteración alguna para el análisis de nuestros lectores. Sin embargo, nos corresponde realizar una puntualización. Cuando el autor alude al hecho de que los católicos creerían que el Papa es elegido por el Espíritu Santo, procede discernir. Si bien de hecho muchos miembros de la Iglesia pueden abrigar esta creencia, la misma no es sostenida por el magisterio multisecular de la misma, al menos en el sentido de que el Espiritu pase por encima de la inteligencia y la voluntad de los Cardenales que integran el Cónclave. La Iglesia sabe bien en qué medida ambiciones personales y presiones políticas han incidido frecuentemente en el resultado del voto cardenalicio. Lo que la Teología Católica enseña es que quien sea ungido por ese voto cuenta con la asistencia indefectible del Espíritu Santo cuando se proponga establecer de manera solemne y definitiva, "ex cathedra", una verdad de fe o de moral, porque el Papa no es un "representante" de quienes lo eligieron. En eso, y no en otra cosa, reside la llamada "infalibilidad papal". Por lo demás, y como se ha dicho sabiamente, "Dios escribe derecho con renglones torcidos", lo que explica cómo la Historia finalmente puede ser conducida por la Providencia más allá, y aún en contra, de los propósitos de quienes creían ser sus actores exclusivos.

Fatality argumental a la Nueva Constitución: "Cómo la política identitaria corrompió el proceso constituyente". Manfred Svensson

"No hay modo de conducir un intercambio racional cuando al frente se tiene una identidad en vez de un argumento. El debate político razonado supone un tipo de comunicación que la política identitaria imposibilita. Así es como a lo largo del proceso entero hubo posiciones tratadas como blindadas a la crítica. Y así fue cómo se selló, lamentablemente, su destino: no solo se dificultó la deliberación dentro de ella, sino que la cámara de eco así generada terminó aislando a la Convención de la ciudadanía." 

Algo sobre Javier Marías (RIP)

Reciclando textos sobre Javier Marías, en su tránsito al mundo de los inmortales. Acá uno escrito hace mucho: "no parece inteligente vivir por debajo de uno mismo”:

¿Se es uno mismo pensado, se es uno mismo leído y escrito en todo momento? Tal interrogante asalta tras leer a Marías. Se otorga una solución salomónica al delegar al pensamiento un rol primordial en la experiencia de vida. Se apela a algo de orden distinto al cogito ergo sum: es intelecto aplicado a la cotidianeidad. “Pensar es para los atristos” repetía un célebre personaje del cine. Y es ese extraño sentido del pensamiento que en Marías adopta un matiz productivo y optimista. Pero si quebramos la metódica certeza cartesiana, podemos llegar a pensar incluso que nosotros mismos somos un mero producto de un pensamiento ajeno, lo cual sería ahondar en la teoría del genio maligno o en la visión de Unamuno sobre el límite difuso entre sueño y vigilia, entre ficción y metaficción. Pero sería además entrar en un solipsismo estéril que no viene al caso, cuando se habla del pensar más bien como una actividad laboriosa, oficiosa, pragmática en todo sentido, ante lo cual se redunda (viciosamente) en las concepciones sobre el entendimiento, el mutuo acuerdo, el aprendizaje. Ahora bien, ese pensar adquiere unos dotes misteriosos, más allá de lo cotidiano, cuando muta en intelecto. Entonces el pensamiento se transforma en un gran excavador que indaga en lo más recóndito de los seres y de las cosas, no tanto por una “sed de esencia” como por una necesidad de permanencia, traducida en ciclos de aprendizaje y desconocimiento, a modo recursivo.

Marías habla de la lengua como la conductora del pensamiento. Se refiere en este sentido a que los contenidos del pensamiento son difícilmente legibles por si solos, y por ende, necesitan de una verbalización, de una lengua que los exprese satisfactoriamente. Quizá no sea conveniente aludir al clásico dilema entre el huevo y la gallina en relación con los conceptos de lenguaje y pensamiento, sino que de entender la conducción lingüística y verbal de este último, es decir, su manifestación tangible por medio de las palabras, y por lo mismo, su bienvenida al mundo de los factores comunicativos. Y en este punto el autor acierta: la lengua es forma (de acuerdo a Hjemslev) a tal punto que se transforma en un “filtro”, por lo cual decir lo que se piensa resulta de un complejo proceso de inteligencia y selección. Es más, decir lo que se piensa literalmente resulta imposible dado los contenidos obscuros, abstractos, no verbales, del pensamiento. En una analogía con el deseo, el pensamiento solo desea pensar. Evidentemente, sería el lenguaje algo así más que un simple ventrílocuo de la mente, una facultad para generar y construir signos verbales que den forma a dichos contenidos mentales que quieran tomar parte desde el pensamiento.

Luego, en una especie de panegírico a la escritura, esta toma partido como forma más acabada del intelecto, por su carácter permanente, “inequívoco”, material, frente a la caducidad, fugacidad, espontaneidad, inmediatez del lenguaje oral, del simple “decir”, sometido a los avatares del tiempo y del espacio. Platón, en tiempos clásicos, criticaba a la escritura por su pretensión de “establecer fuera del pensamiento lo que solo pertenece a él”, además de debilitar la memoria y el carácter dialógico del lenguaje oral. Por el contrario, hoy, más que nunca, podemos decir que es imperativa una evolución en la lecto-escritura, frente a la invasión de los medios audiovisuales, que coartan precisamente lo que Marías promueve y defiende: la correcta verbalización del pensamiento. 

Por otro lado, Marías habla del acto de escribir para pensar, “de manera que aquello resista al examen, a la crítica, a la confrontación (…)”. Se refiere a la formula “escribir para pensar” en términos de incremento, de acumulación, de acercamiento hacia la verdad desde una cierta labor y rigor de índole científica. En cierta medida, Marías exalta la condición intelectual del proceso de escritura, pero tiende a caer en una exacerbación de cierto producto textual particular, académico, puramente formal. Sin embargo, se entiende y se agradece su énfasis en el carácter oficioso del aprendizaje verbal, en este caso, de la escritura en estrecha relación con la lectura. Su enfoque pedagógico sobre la dimensión verbal –tan descuidada por estos días- es legítimo y correcto. Lógicamente un mayor enriquecimiento y sofisticación de la lectoescritura llevaría a mejores expresiones y “decires” del pensamiento. 

Es posible aludir a la figura de Derridá para comprender mejor el rol protagónico de la escritura en el ámbito de los saberes y el conocimiento. Frente a la visión platónica, Derridá reivindica a la escritura como proceso en el cual el lenguaje se construye incesantemente, en el cual el texto, lejos de tener una sola significación, está tan cargado de ellas como de potenciales lectores, y en el cual el autor no constituye ni el principio ni el fin de su sentido. Ello conlleva a reconsiderar el acto de escribir como fundamental para potenciar la capacidad verbal del pensamiento, y cómo puede esto resolverse en soluciones pragmáticas, en resolución de problemas de la propia vida cotidiana, que no necesariamente llevan al cultivo del intelecto en sí mismo (cosa que sería estéril y auto complaciente, por lo demás).

Barthes, sobre los textos escritos, señalaba que estos son verdaderos tejidos en los cuales coexisten, se comparan y contrastan muchas otras escrituras desde diversos focos y dimensiones. Es así que se puede aventurar en el ejercicio del pensar para escribir como un acto de “costura” verbal e intelectual que requiere de constante práctica y sofisticación. Ahora bien, si llevamos esa concepción a un extremo, podemos considerarnos a nosotros mismos, en cuanto seres dotados y construidos en pensamiento, como simples “tejidos”, como creaciones de nuestra propia intelectualidad latente. Marías concluye diciendo: “No parece inteligente vivir por debajo de uno mismo”. Es precisamente porque la inteligencia y el conocimiento requieren de subjetividades erguidas, alzadas, libres en su manifestación y/o “textualización”. Si escribimos para pensar, y pensamos para vivir, vuelvo entonces a la interrogante ¿Se es uno mismo pensado, se es uno mismo leído y escrito en todo momento? Solo puedo concluir una cosa: que escribir (y pensar) no es tarea para débiles.