martes, 21 de agosto de 2018

La luna fue chilena

¿Sabían ustedes la anécdota legendaria sobre el chileno que se hizo dueño titular de la Luna? Se supone que Estados Unidos llevó un hombre a la Luna el año 1969, pero más de una década antes, exactamente durante el año 1954, don Jenaro Gajardo Vera habría inscrito como de su propiedad al sátelite. ¿cómo se dio tan delirante adquisición? Pues, porque en aquellos años la ley chilena daba permiso para solicitar un título sobre una propiedad no reclamada. Ante cualquier duda, Gajardo Vera habría publicado un anuncio durante varios días respecto a los derechos de propiedad sobre la Luna. Ya que nadie la habría reclamado como suya, y como tampoco no existía aún una normativa universal que regulara las actividades espaciales, Gajardo Vera invirtió en la inscripición de la escritura y fue finalmente aprobada en términos legales. “Un montón de gente dice que estoy loco, pero nadie hasta ahora me ha dicho que soy estúpido“, sostenía Gajardo a The Evening Independent en 1969. 

Cuando ocurrió el alunizaje, la bizarra leyenda cuenta incluso que el abogado y poeta recibió un mensaje del agregado cultural de yanquilandia de parte de Nixon, pidiéndole "permiso" para aterrizar en su bien raíz. Se cuenta además que no todo fue tan maravilloso, puesto que los principales problemas vinieron del Servicio de Impuestos Internos. El SII habría enviado un par de inspectores para el cobro de las contribuciones respectivas sobre la Luna. Frente a ellos, Don Jenaro habría dicho no tener problemas en reconocer la deuda, eso sí, exigiendo, en conformidad a la ley, que el SII visitara la propiedad para efectuar su correspondiente tasación. Por supuesto, y luego de aquella visita, no habrían venido a molestarlo más en materia de de impuestos. 

Al morir Gajardo Vera a fines de los noventa, él mismo habría sostenido que en su testamento dejaba en herencia la Luna a todos los chilenos. Gajardo Vera, el poeta abogado que se apropió de la Luna para luego dejársela a todo Chile. Un acto tan poético como lunático. Su poema más grande. La verdadera lección de esta simpática historia -verídica o no- es la siguiente: Ya que Chile no fue ni será nunca propiamente de los chilenos, al menos les queda el consuelo -disfrazado de historia excéntrica- de que alguna vez tuvieron la Luna, aunque fuese mediante tan disparatado resquicio legal. La Luna como la utopía del desterrado. Símbolo preferido del paria terrestre. Metáfora del habitar deshabitado.