jueves, 11 de abril de 2024

Vuelven las añoradas crónicas escolares. Esta vez se trata de una crónica sobre una clase de literatura y la leyenda de Bartolo Lara, "el roto que engañó al Diablo":

Durante la clase, a los cabros les enseñé que una historia memorable podía germinar de algún relato cotidiano, al punto de volverse leyenda. Cité el ejemplo de Emile Dubois y de Martin Busca en Valparaíso, quienes se han vuelto personajes de literatura y de tradición. Uno de los chicos, que estaba atento a la clase, levantó la mano y aportó lo suyo. “-¿Usted conoce la historia de Bartolo Lara?”-, me preguntó. Nadie la ubicaba, tampoco yo, en ese momento. Entonces el chico contó la historia del “roto que engañó al diablo”. “Se trata de un huaso del sur que, para hacerse rico, se le ocurrió hacer un pacto con el Diablo, así que lo invocó para hacer negocios con él”, relató el cabro, muy compenetrado con la leyenda. “El huaso le pidió cien mil pesos a cambio de su alma”, agregó. “¿Tan poco?”, se preguntó un compañero suyo. “Eran cien mil de esa época, hueón. Era caleta de plata”, explicó el cabro del relato. “Así que el Diablo le propuso un pacto al huaso. Le vendería su alma ese mismo día, a lo que el Diablo dijo que era muy pronto, por lo que acordaron al día siguiente. Entonces quedó firmado que a Bartolo Lara no se lo llevarían hoy, se lo llevarían mañana”.

La leyenda había sorprendido a todos: finalmente, el roto siempre volvía a citarse con el Diablo, y este siempre leía que “no lo llevaría hoy, sino que mañana”, por lo que se produjo una contradicción temporal en el pacto que le impedía al Diablo llevarse al huaso de manera indefinida, hasta el final de los tiempos, sencillamente porque el mañana nunca llega. La leyenda contada por el cabro era tan buena que acabé incluyéndola como actividad de lectura narrativa junto a las historias de Dubois y de Busca, solo que el cabro había sugerido otra cosa en su lugar: “¿Y qué tal si ahora hacemos un pacto, profesor?”, propuso, desafiante. Intuía de qué se trataba, pero quería escucharlo de boca del propio cabro. “El pacto será que hoy día no siga escribiendo, sino que mañana, y mañana sí completaremos la materia”. Dicho esto, los compañeros del cabro aplaudieron, como apoyando la moción y apañando a este legítimo heredero de Bartolo Lara, en su versión de estudiante de literatura. Confieso que, en su momento, lo encontré demasiado ingenioso, aunque el alcance metafórico de su talla vendría después, cuando efectivamente los vea el día de mañana y vuelvan con el mismo chiste y me vuelva la versión docente del “colaeflecha”. Acaso el profesor se convierte en un Diablo para sus alumnos, cada vez que intentan pactar con él. Acaso la leyenda chilena revive en el alma joven del estudiante que reproduce su narrativa.