lunes, 11 de julio de 2022

"Verdad" de Luz Blanco.

Nadie quiere poseer tus tesoros
ni contemplar tus formas,
ni siquiera coronar su cabeza
con tus luces, así sean intermitentes.
Podrías pasear conmigo por la plaza
y nadie sabría tu nombre.
Incluso podrías correr desnuda
y sería solo una rutina.
Es cierto, ardieron en una barricada
todas tus palabras;
pero no me mires así, con ojos de sol penoso,
de sol mañanero en el rocío.
No nos mires así, con mirada atropelladora,
ni te lamentes tampoco.
No es ni tu desgracia, ni su suerte,
ni eres tú la que había cambiado.
Es que no te conoceremos
como no podemos conocernos.
Se irritan nuestros ojos ante la sospecha
de un espejo en la cercanía.
Demolimos nuestras casas
en innumerables ocasiones
porque no encontramos ni puerta abierta
ni luz prendida, ni mesa servida.
Ni en su madre, ni en su padre,
ni en los que nos conocieron con el día,
ni los que nos arroparon con la noche.
Y todos nos mostraron la espalda.
Comimos y bebimos, y de nuevo
fumamos y nos exaltamos
y nos extraviamos con fervoroso empeño
entre materializadas copas francesas.
Hicimos nuestros propios soles,
levantamos nuestras propias catedrales,
y al fin, todo cayó y todo subimos
pero no encontramos tampoco nadie allí.
Nos felicitamos los unos a los otros,
como nadie nos ha felicitado,
recitamos con modestia ambigua
repertorio eterno de cánones desintegrados.
Hasta que se acabaron las copas
y se descompusieron los panfletos,
ya todos sentimos frío y hambre
y estuvimos muy próximos a la inanición.
¿Y qué pasaría si te dijera, querida, que detrás de toda proyección al otro, subyace la propia sombra y el miedo a su reconocimiento? ¿Será por eso que insisten en diluirnos bajo categorías estancas, deshumanizarnos al punto de destruirnos entre nosotros mismos, manipulando nuestra cuota de oscuridad, sin poder integrarla?

"La 'Aniquilación', de Houellebecq. Y la nuestra". Guillermo Graíño

«No debemos parecernos a aquel que trata de plegar el mundo a sus deseos, / a sus creencias. / […] Como lagartos nos calentamos al sol del fenómeno. / Esperando la noche. / Pero no nos pelearemos. / No debemos pelear. / Estamos en la posición eterna del vencido.»

“¡Qué abominable injusticia perseguir a un hombre por tan ligera bagatela! Desapruebo lo que dice, pero defenderé hasta la muerte su derecho a decirlo”. Inmortal frase en pro de la libertad de expresión atribuida a Voltaire. El punto es que en ninguna de sus obras aparece esta frase. En realidad, fue escrita mucho después, en 1906 y figura en el libro ‘The Friends of Voltaire’, de Stephen G. Tallentyre, seudónimo de la autora británica Evelyn Beatrice Hall. En ese libro, Voltaire defendía a a Helvetius, cuyo tratado ‘De l’Esprit’ había sido condenado en Francia por ser heterodoxo y contrario a la doctrina imperante de la época. Dicen que Evelyn, para escribir su escena, se basó en un pasaje volteriano, publicado el año 1771, del libro ‘Cuestiones sobre la Enciclopedia’, en el que el filósofo comentaba: “Este hombre (Helvecio) valía más que todos sus enemigos juntos, pero no aprobé nunca ni los errores de su libro ni las triviales verdades que vierte con énfasis. Tomé parte decidida por él cuando hombres absurdos lo condenaron por esas mismas verdades”.

Sugiero que recuerden, camaradas, esta jugosa anécdota y se repitan frente al espejo, cada mañana, la famosa frase atribuida a Voltaire pero escrita por Evelyn Beatrice Hall. De vez en cuando, hace bien.