viernes, 11 de noviembre de 2016

Última clase

Último día de clases de Segundo Ciclo. Como suele suceder, la preocupación de las cabras y cabros va in crescendo. Una de ellas llega a la hora en que le corresponde Lenguaje, pero para rendir una última prueba de Matemáticas. Otro dijo levantarse temprano solo a ver su promedio final, urgido por el Nem. De hecho, en ningún momento se entró a la sala. Solo se estuvo afuera en el patio conversando, dada la inasistencia generalizada. Se diluye la norma. Se distiende el criterio. Solo para constatar el fin de una etapa. Lo que esta cabra y este otro cabro hagan fuera de las aulas ya no me incumbe en lo absoluto. Aunque mi interés en sus asuntos solo va de la mano de cierta empatía y atención diplomática, habilidades que el profesor debe aprender muy a su pesar. El cabro, el más entusiasta, dice que estudiará Sociología. Tenía la vaga esperanza de rehuir las matemáticas. Pero se da cuenta que estas le aparecerán aunque no lo quiera. Le doy el respectivo ánimo de protocolo. La cabra, más cínica, alega respecto al atraso del profesor de Matemáticas. Para ella, a diferencia del cabro anterior, este proceso resulta más un trámite fastidioso, que, sin embargo, se esfuerza por completar. No especificó qué estudiaría. Tampoco se dio el tiempo de comentarlo. Solo se le veía hablar sobre sus anécdotas y sobre el estilo de vestir de sus compañeras de curso. Ambos confirmaron su asistencia a la Licenciatura. Será entonces la formalidad necesaria para luego escribir la palabra Libertad en la pizarra. El rito y el desenfreno como formas de enterrar al escolar interior, para luego dar rienda suelta a su propia condenada voluntad. Solo les doy un último consejo a modo de despedida: "Hagan lo que quieran. Pero háganlo bien". La cabra se siente decidida, y finalmente contesta: "También usted".