viernes, 29 de octubre de 2021

Durante la época del 2019, aún estaba “en sintonía” con la revuelta. Después de todo, me sentía parte de algo mayor a mis fuerzas y, dentro de ese tejido social, me sentía validado, aceptado y querido por mis pares. ¿Qué chucha pasó entonces? Se cuestionan ahora, los más cercanos. Se sienten intrigados, incluso hasta defraudados. Creen haber perdido a un camarada de lucha, a un compañero de revolución, en circunstancias de que nunca participé activamente de ninguna y siempre observé todo desde lejos, en calidad de taciturno hermeneuta. ¿Qué te pasó? Me preguntan, preocupados, esos antiguos compañeros. Les invade la nostalgia, a la vez que la decepción por no cumplir sus expectativas. Bueno, lo que pasó fue que cambió la coyuntura, y con ella, cambiaron las circunstancias vitales. Y la nueva lectura de la realidad debe ir articulada conforme a este cambio. Ya nada volverá a ser como antes. En estricto rigor, nada nunca lo es. Toca conjurar el rito de la desintegración y abrazar una nueva normalidad. Es esta la estricta terminología de nuestros días.
Si no leo, pierdo la brújula. Si no escribo, pierdo la dirección.