domingo, 11 de diciembre de 2022

Querido abuelo:

Usted fue un hombre de palabra. Le recuerdo porque siempre usted estaba ahí para su familia. Nunca dudó a la hora de ofrecer apoyo incondicional y de entregar su visión de la vida, plena de sabiduría y experiencia. Son tantas las cosas que podría decir de usted, pero se hacen cortas. Lo recuerdo como quien se acuerda de un roble, firme, elevado. Cómo olvidar aquellas tardes de infancia, cuando nos acompañaba con mi primo Pablo a jugar a la pelota al Alejo Barrios o nos llevaba de paseo a la playa Carvallo a comer churros. Usted siempre ponía lo mejor de sí en esos momentos de alegría. Cómo olvidar cuando abría su taller técnico al frente de la casa de la abuela. El sonido de la reja era ruidoso pero era fascinante lo que había allí adentro, y usted se esmeraba en arreglar lo que otros habían roto o deshecho por el mal uso. Cada vez que iba para la casa, nos sentábamos a la mesa con la abuela, almorzábamos y usted se iba acordando de las anécdotas de antaño, en una remembranza constante de nuestra historia. Su humor blanco tenía mucho de ingenio y no dudaba incluso de reírse de sí mismo. Además, era usted muy culto. Cuando le pedía si podía bajar las escaleras para revisar la biblioteca que allí había, inmediatamente se acordaba de algunos autores del pasado, tal como Manuel Rojas o Hilario Ascasubi. En la biblioteca había muchos libros de todo tipo, sobre todo de historia y de literatura. También, muchos libros de temática más esotérica. Uno podía pasar horas ahí, tratando de hurgar en esas páginas. Usted además era un melómano. Disfrutaba de la buena música tanto como mi madre. Nunca olvidaré cuando en una ocasión usted comenzó a tararear un tema de Salvatore Adamo, y usted cantaba: Es mi vida es mi vida/Qué puedo hacer si ella me eligió/Es mi vida no es un infierno tampoco es un edén. Esos versos ahora mismo resuenan, plenos de significado, porque usted, querido abuelo, siempre eligió vivir, ante todo. Eligió vivir como un hombre recto, apegado a los suyos, siempre servicial, totalmente desinteresado, con una honra en el compromiso que ya se ve muy poco, hoy en día. Era usted alguien muy crítico con la situación del país, incluso muchas veces con pesimismo, pero nada de eso le impedía cumplir con su vocación y con su palabra. Entendía que había que responsabilizarse por los suyos, contra todo pronóstico. Ante la adversidad, ahí estaba, firme, cual roble que echa sus raíces para elevarse. Porque esa es la imagen que me queda de usted. Y partió, digno, junto a sus seres queridos, para emprender el último viaje y regresar pronto a nuestros corazones.

La Mar honra su memoria, también lo hacemos nosotros, su familia.

Hasta pronto, querido Tata Héctor.