viernes, 11 de febrero de 2022

Confesión a destiempo. En las pasadas elecciones voté en blanco, y coloqué la polémica frase de Parra: "La izquierda y la derecha unidas jamás serán vencidas". A la manera del antipoeta, un acto antipolítico que, a su vez, fue político.
Otro fragmento de la novela romántica existencial que estoy escribiendo:

-¿Sabes lo que puede llegar a pasar si lo cuento? Todo el mundo me creerá, así que apróntate-, me dijo. Entonces se acercó hacia mí, amenazante. Francamente, ya no sabía qué hacer. Sin duda, ella estaba dispuesta a eso y más. -¿No te gustó jugar conmigo? Ahora asume las consecuencias-. Sus palabras volvieron a repetirse en mi cabeza. El orden nuevo era su salida, su excusa, ¿o acaso un nombre para el aciago futuro? –No entiendo nada. ¿Por qué haces esto?-, le pregunté, confundido por sus dichos cada vez más crípticos. -Hazte el huevón. Lo sabes perfectamente-. Sacó un teléfono celular de su bolsillo. –Si llamo ahora, ya sabes lo que puede pasar-. Ella me miró con una mirada de odio penetrante. –Por favor, lo que sea que estés pensando, no lo hagas. Por lo que más quieras, hablemos.-, le dije, cada vez más desesperado. -¿Quieres que te lo vuelva a repetir?-, contestó. –Ahora, ¡ándate!, si no quieres que llame a los pacos-. En ese momento, supe realmente que lo decía en serio. Debía desaparecer de su vida, para siempre. -Te estás equivocando-, le dije, con suma tristeza, antes de caminar rumbo a la puerta. Apenas me escuchó. Su mirada se volvió más fría. Luego, se dio la vuelta rumbo a la ventana, como queriendo evitarme, a toda costa. Seguí caminando, descolocado, sin poder asimilar lo que estaba ocurriendo. En cuanto abrí esa puerta y salí, supe que ya no habría espacio para el pasado, y sería desechado como esas mismas bolsas de basura que se acumulaban todos los días en la entrada de su casa. Lo que en su tiempo fue un gesto de amor, se había vuelto la metáfora del destino de nuestra historia.
"La fuerza de tu agravio demuestra la debilidad de tu argumento". Francisco Oneto.
"La realidad es que no existen pruebas que avalen la creencia de que las vacunas fueron decisivas para que nuestro mundo pasara de ser un horror plagado de enfermedades al entorno moderno. No obstante, esta idea tan profundamente arraigada impregna la conciencia societal. Libros populares actuales como El virus del pánico refuerzan un concepto equivocado del éxito de la vacunación que se inició con la viruela.

En el libro se expone la historia de Edward Jenner y la «relativa seguridad» de la vacuna, además de un falso concepto de «inmunidad masiva». Con esta sabiduría popular, se allana el camino para que el autor hable de las razones por las que algunos nos oponemos a tan espectacular descubrimiento. Como es costumbre de los partidarios de la vacuna, la defensa de esta nunca se apoya en datos reales, sino solo en supuestos. En vez de procurar pensar por sí mismo o analizar cualquiera de los datos de que se dispone, el autor se remite a los «expertos».

Esto nos deja con dos opciones. Podemos asumir nosotros mismos el análisis sistemático de toda la información disponible —algo cada vez menos factible en un mundo que se hace más complejo— o podemos confiar en que los expertos y los medios de comunicación son responsables en la información y los consejos que dan. Cuando no lo son, sea por ingenuidad, falta de recursos o indolencia, o porque se convierten ellos mismos en verdaderos creyentes, las consecuencias pueden ser muy graves.

En el relato del libro se oculta el miedo a la enfermedad, las plagas y la muerte. Según el autor, la lucha es entre quienes creen en la vacunación y quienes cuestionan el modelo. Es una batalla que se libra entre quienes comprenden la llamada «historia bien establecida y la medicina basada en pruebas» y quienes no. Se nos dice que debemos aceptar la creencia de los medios y los expertos a menos que estén excesivamente mal informados y no reconozcan la posición ya bien cimentada favorable a la vacunación. Así pues, todo queda cubierto para desacreditar a quienes tienen una formación bien asentada y una opinión bien formada que es contraria a la teoría de la vacunación, porque la consideran acientífica y peligrosa.

El impulso de la fe es tan fuerte, que los autores de este tipo de libros nunca consideran la posibilidad de que su supuesto fundamental pueda ser problemático, como tampoco lo hacen los medios que los apoyan ni sus lectores. Los autores se convierten en una capa más de esta falsa creencia, que así se refuerza a sí misma. Quienes comulgan con esta fe son aceptados por el grupo. Cualquiera que cuestione la fe en la vacunación es atacado y vilipendiado desde dentro y fuera de la profesión médica. Se asume que la fe en la vacunación es incuestionable porque la historia supuestamente ha demostrado el valor de la vacunación.

¿Cree el lector que lo ha hecho?

Básicamente, hay que evaluar la solidez de todas las ideas, por muy profundamente arraigadas que estén. El filósofo británico John Stuart Mill dijo:

La funesta tendencia de la humanidad a dejar de reflexionar en algo que ha dejado de ser dudoso es la causa de la mitad de sus errores.

Ocurre a menudo que cuando se busca información de modo objetivo, se descubren hechos que pueden estar en asombrosa oposición con la interpretación original. La verdad puede ser incómoda, inconveniente e impopular, pero, al final, si es la verdad, hay que abrazarla, cualquiera que sea el coste de hacerlo.

Año tras año, capa tras capa, se fue construyendo la fe en la vacunación, hasta hoy, cuando los niños, a los siete años, ya han sido sometidos a docenas de vacunas. A la mayoría de los padres no les gusta esa mezcla de sustancias químicas, enfermedades y residuos animales. Cuando inyectan a sus hijos, rezan y se inquietan. Si el niño no muestra ninguna reacción rara en unos días, creen que todo va bien y que hicieron lo que debían. Tal vez no piensen en los posibles efectos a largo plazo de las vacunas, ni en la absoluta falta de datos sobre la seguridad de los programas de vacunación en los que participan sus hijos.

¿Y si las autoridades están equivocadas? ¿Y si la idea de la vacunación es básicamente un error? ¿Y si aún no hemos visto los verdaderos efectos sobre la inmunidad masiva?

Hasta la fecha, a pesar de la existencia de miles de niños que nunca se han vacunado, no ha habido un estudio sobre los «completamente vacunados» frente a los «nunca vacunados» en que se compare la salud a corto y largo plazo de ambos grupos.

Nadie, ni siquiera los inmunólogos mejor formados, entiende ni puede explicar todo lo que ocurre después de inyectar una vacuna. Si los médicos se dieran cuenta de lo poco que hoy se sabe sobre el sistema inmunitario y las vacunas, se sentirían obligados a decir a sus pacientes que no existen respuestas científicas exactas.

No se cuenta toda la verdad, por esto los adultos son la única línea de defensa de sí mismos. Mientras los pediatras no se emancipen en su forma de pensar, los padres seguirán siendo la mejor defensa para sus hijos.

La realidad… es que la vacunología, tal como se muestra al público, equivale a levantar una religión cimentada en la ignorancia".

Suzanne Humphries, MD y Roman Bystrianyk. Desvaneciendo ilusiones. Las enfermedades, las vacunas y la historia olvidada