miércoles, 28 de septiembre de 2016

Debate presidencial

Ciertos paralelismos son inevitables. En la clase de Convivencia Social, uno de los alumnos se preguntó sobre el debate entre Donald Trump y Hillary Clinton. "Increíble cómo se parecen ambos a Piñera y Bachelet". Aunque no del todo precisa, la comparación entre los presidenciables resulta un hecho. Quizá Trump suene todavía demasiado evidente en su conservadurismo en comparación con el capitalismo neoliberal de Piñera. Quizá Clinton tenga ese parecido con Bachelet en el hecho de que sería la primera candidata mujer de su país. Por supuesto, otro carácter tendencioso que habla de una estrategia maquiavelica para sumar adeptos. Tanto sofismo en el debate sencillamente no resiste análisis. Ese sofismo resulta, a estas alturas, casi consustancial a nuestra política. Lo elemental, después de todo, sigue siendo cómo leen la sociedad el común de los mortales. En el caso del alumno de la pregunta, resulta inaudito que sin mayor interés ni conocimiento sobre la política haya identificado ese paralelismo entre los candidatos de yanquilandia y los nuestros, ese peligroso parecido en la forma del circo electoral que comparte el mismo fondo consabido por todos prácticamente por obra del sentido común. Aquel alumno, sin siquiera el interés necesario, da a entender que desconfía no solo de Trump ni de Clinton, sino que de la propia autoridad. En una parte de su intervención aclara que son "todos iguales". Es la idea de criticar no precisamente a tal o cual personaje sino a lo que representa. Esa es en el fondo la crítica inconciente que hacen incluso a los propios profesores. Lo que representan, no precisamente ellos, tan víctimas y cómplices de la indolencia política como sus propios alumnos. De cualquier modo, se advierte un ímpetu que no se ve pero que aparece de repente en forma de breves destellos de lucidez, un germen de rebeldía que aflora espontáneamente junto con la primavera de la edad. Todo eso, aunque no tenga mucho sentido para los cabros ni garantice un compromiso mayor, habla sin embargo de la salud de nuestro inconformismo. La salud de la discordancia aunque no tenga idea del futuro. Al final, el propio cabro cerraba su intervención brevemente, acotando: "Todos damos lo mismo. Salga quien salga, nos cagan igual".