sábado, 15 de diciembre de 2018

La expresión "todavía cree en el viejo pascuero" que aflora por estos días próximos a Navidad. Ya se la he escuchado a dos amigos. Uno con respecto a la posibilidad de tener una relación sentimental realmente duradera en el tiempo; otro con respecto a las personas que aún creen en los dichos del oficialismo y la oposición. En ambos casos, la expresión engloba un escepticismo, un juicio severo contra la ingenuidad del aludido. O, al menos, una interpretación de esa ingenuidad, dotando al escéptico de un halo de adultez, como si fuese el papá que ya crecido su hijo le explica la verdad del viejo pascuero y le mata la ilusión. Aquí el viejo pascuero constituye el mito o la idea reconfortante que a cada cual le conviene creer, digamos, su zona de confort, o su proyección ilusa. El que enuncia la expresión se pone inmediatamente "más allá de la navidad", se podría decir que ha despertado a la razón y con la más amarga de las verdades arroja su lucidez cual grinch que intenta, más que recuperar el sentido, conspirar para que el resto se despabile. No se ha pensado, sin embargo, en la posibilidad de que incluso el que enuncia la expresión sabiéndose más allá de la creencia, guarde aún dentro de sí su propia mitología, su propio cúmulo de prejuicios, de ideas hechas, de falsas ilusiones, sus propios viejos pascueros, su propia navidad interna todavía infranqueable.
Al llegar a la casa, la aplicación del podómetro para android me indica que acabo de romper un nuevo récord de pasos diarios: más de 12000 frente a los 7000 iniciales, que había ejercido durante un lapso continuo de un mes. El nuevo récord en cuestión viene acompañado de una corona de rey. Rara igual esa sensación de estar quemando etapas o de estar conquistando algo por el simple hecho de caminar y contabilizar las calorías quemadas. ¿Qué hubiera pasado, por ejemplo, si Robert Walser, el autor de "El paseo" hubiese contado con un podómetro como este? ¿Cuál hubiese sido su gesto al ver una corona de rey por cada nuevo récord en su caminata? Robert Walser, el mismo que decía medir sus pasos con tranquilidad al caminar con semblante sereno y digno, y luego acabó muerto, tumbado sobre la nieve, inmortalizado en una fotografía que evidencia sus huellas sobre el pálido camino que lo secundaba. La manía de volver funcional el acto de caminar, en función de la quema de calorías, en función de la actividad, muy distinto a aquel paseo sin otro propósito que su vivencia empírica. Caminar como escribir, como leer, llenarse de materia la cabeza, llenarse los pies de materia. Vuelvo a la barra de menú en la aplicación que señala la cantidad de tiempo invertido en caminar, y pienso que, después de todo, el hecho de llevar un podómetro no tiene por qué descartar aquel goce gratuito, aquel goce del paseo, su propia intensidad vagabunda, a la vez que su única e irremediable dirección, porque el podómetro cumple un objetivo condicionante, llevándote a caminar mucho más mediante un refuerzo positivo, sin embargo, solo quien camina puede saber si ese esfuerzo le puede llevar a alguna parte en especial o quizá constatar el irreductible camino que todos olvidan pero que de todas maneras recorren, el mismo camino que condujo a Walser hacia el otro lado, el mismo que te puede conducir de regreso a casa o bien de vuelta hacia afuera, sin garantía de retorno. El mismo camino del que prefería "ser nadie", del que prefería únicamente eso, caminar.