martes, 25 de mayo de 2021

Stingo dijo en vivo que “los acuerdos los ponemos nosotros”. “¿Nosotros quiénes?”, le preguntaron. “Los que no somos de derecha”, respondió. “Nosotros vamos a decidir. Nosotros, los que representamos a la gente”. Si bien acierta en el hecho de que fue la izquierda del Apruebo la que obtuvo mayor número de votos para la Convención, aplastando con eso a una ya vetusta, anquilosada y agónica derecha, obvia el apabullante porcentaje de abstenciones producto del último proceso electoral. De ese modo, la representatividad que se arroga Stingo no es tal como la pinta, porque las cifras generales no la acompañan y se suma a otra de las tantas consignas, de los tantos comodines (la gente, el pueblo, las bases) que veremos circular de ahora en adelante en los debates con los constituyentes, esa suerte de “independientes” renovados, ahora devenidos “vengadores” de la “nueva política chilena” (y para ser honesto, con dos palos y medio al mes por escribir ¿Quién no se siente superhéroe?).

Ojo con las actitudes mesiánicas. Ojo con los evangelismos. Eso le da argumentos al otro bando para rebatir ciertos microfascismos (y con justa razón) en una Convención que se supone representativa (¿De qué? ¿De menos del tercio de la población?) y en donde supone todos tendrán que limar sus asperezas y dejar de lado sus diferencias, con miras a un proyecto común: nada menos que la nueva Carta Magna de nuestro Chile ready made, cuestión, claro está, ingenua, si hablamos de política pura y dura, sobre todo chilena, la cual se ha lucido tanto por sus maquiavélicos malabares, su redundante dialéctica de intereses creados, su horadada cáscara de probidad en tiempos cada vez más críticos.

"Qué aprovechará el hombre. La vida sin principios", Henry D. Thoreau (fragmento)

Uno vuelve de asistir al funeral de la humanidad para encontrarse con un fenómeno natural: una pequeña idea es sepulturera de todo el mundo