lunes, 23 de noviembre de 2020

Una mañana, ella le mandó un mensaje de whatsapp diciendo que había soñado con él. Era un sueño extraño. Él la llevaba en un Uber y se quedaban hablando de un videojuego por horas. Absorto por la extrañeza del sueño y de la situación en sí misma, le preguntó qué más pasaba. Ella dijo que no sabía. Luego agregó que, de la ventana del auto para afuera, todo se veía oscuro. No dio mayores detalles. Sin embargo, lo más inaudito de todo, vino después. Ella le señaló que, en el asiento trasero, había dos niños, los cuales, supuestamente, él tenía que ir a dejar a alguna parte. No especificó dónde. Sorprendido por la referencia a estos niños, le preguntó a ella si eran suyos. Le dijo que no, que no lo eran. Después, le preguntó cómo terminaba el sueño, qué ocurría. Le contestó que la dejaba en su parada, pero, antes de eso, le daba la clave del videojuego al cual la invitaba a jugar.

Cuando ella acabó de relatarle su sueño, él le propuso que tenían que jugar aquel juego onírico, aunque no supiera exactamente de qué clase de juego se trataba. Ella respondió que sí. Entonces, le dijo que esos niños en la parte de atrás del Uber le habían intrigado Ella le dijo que quizá se trataba de una señal, una señal de que iba a ser padre. Él le respondió que podría ser una terrible premonición. La soñadora le terminó preguntando si iba a estar en la casa aquella tarde. Le dijo de inmediato que sí, que iba a estar, con la esperanza con ella. Al rato después, no volvió a decir nada. No respondió ningún mensaje.

Él, en tanto, se quedó en su casa, imaginando las posibles relaciones de ese sueño con su historia. Sabía que ella era aficionada a los videojuegos, pero ¿la alusión a jugar una partida con ella tendría que ver con una suerte de conexión íntima? ¿El juego habrá sido una metáfora de lo que estaban haciendo, o de lo que ella proponía? Lo que le llevó al misterio de los niños en la parte de atrás del auto. Ella mencionó que no eran suyos. Sin embargo, al rato, sugirió que la presencia de esos niños en el sueño puede significar que quizá sí le conciba como un padre, o como alguien que puede llegar a serlo. Él estaba lejos de quererlo, de desear serlo, aunque el magnetismo del sueño le llevó a imaginar la idea, por lo atractiva y bizarra.

¿Por qué niños a los cuales tenía que ir a dejar? ¿A dónde? ¿A alguna guardería, con su hipotética madre o, peor aún, a un orfanato? ¿Esa era su concepción sobre su persona, la de un posible cuidador o protector? Inmediatamente después, la sugerencia a formar parte de ese juego ¿habrá sido una propuesta subliminal para invitarla a su vida, o para jugar a que era parte de ella? En suma, la sola posibilidad de que le soñaran como un posible padre le producía una suma de ternura y ansiedad; y la asociación al juego dentro del sueño, o al sueño del juego, resultaba, por lo menos, tentadora, proviniendo de su imaginación desatada, de su aparente desapego al compromiso, promovido por su aire juvenil. Tal vez ella solo haya deseado soñar que ese juego se volvía realidad, para regocijarse en la idea sin que llegara a concretarse, para comunicársela y dejar instalada, ahí, en su interior, la semilla de esa conciencia: la terrible consciencia de ser padre.