lunes, 31 de enero de 2022

Nunca se trató de diversidad, siempre se trató de uniformidad ideológica.

¿Neuroderechos para Chile?

La iniciativa de Guido Girardi sobre los “neuroderechos”, sería la primera ley en el mundo de estas características. Y es clara muestra de lo que siempre he creído: que somos un laboratorio. Hablar de neuroderechos es normalizar algo que no corresponde con la ley natural. Los tratados internacionales en materia de derechos humanos se supone que ya hablan de dignidad humana, derecho a la privacidad, derecho a la salud y a la integridad física y psíquica, cuestiones implícitas a estos nuevos "neuroderechos". Entonces, instalarlos es abrir la ventana de Overton para implementar estas nuevas tecnologías en la res pública y luego resguardar estas políticas con la excusa del bienestar y el progreso. Con la falacia de garantizar el acceso a esta “panacea” sin discriminaciones arbitrarias, están afirmando que será deber del Estado colocarte el famoso chip, en aras de arreglar discapacidades o disminuir desigualdades. De modo que primero será un derecho-deber establecido en la Constitución; luego, se empezará a imponer en calidad de pena accesoria a ciertos delitos. Y suma y sigue. De ahí, ya se estaría a un paso de consagrar el chip como medio único y válido de identificación. Y constituye, sin duda, algo especialmente peligroso, porque no sólo tendrían control sobre nuestros movimientos en la red, sino que sobre lo que pensamos. Nuestro último reducto de libertad: la consciencia.

“Por cierto que si el Estado o una trasnacional dedicada a la neurotecnología establece (usando un “dispositivo”, un “método” o un “instrumento”) una “conexión” con el sistema nervioso de una persona para “leer sus pensamientos” (técnicamente, sólo algunas pocas conexiones neuronales) no estará, entonces, afectando un “nuevo derecho humano”, sino el persistente derecho a la privacidad. Dicho de otro modo, el que surjan nuevas formas de matar no altera el contenido del derecho a la vida ni es fundamento para la creación jurídica de nuevos derechos. Por lo mismo, una consagración constitucional de estos neuroderechos no está, en modo alguno, justificada.

Los neuroderechos, luego, serían redundantes porque son reconducibles a derechos constitucionales ya asegurados: el derecho a la privacidad, el derecho a la integridad psíquica y el derecho a la integridad física.”

¿Y qué pasaría si te dijera, querida, que todo lo que alguna vez nos dijimos, incluso lo que llegamos a pensar del otro, ya fue registrado y repetido hasta el hartazgo, para formar parte de un palimpsesto que está condenado a recrear, una y otra vez, quizá en otra vida, tanto los instantes luminosos como tormentosos de nuestra ínfima pero intensa temporada en el acabóse?