martes, 27 de febrero de 2018

Hoy recibí el finiquito del instituto. El cielo amaneció nublado. Antes de recibir el cheque, la secretaria me pedía ir a la notaría a ratificar los papeles correspondientes. Su cara denotaba una oficiosa preocupación. Simulaba una sonrisa de empatía antes de intuir lo engorroso del trámite. Me solicitó que revisara y leyera bien el finiquito antes de firmar cualquier cosa. Ahí figura que solo me pagarían un mes por año, puesto que al final del primero me hicieron una recontratación estratégica, la cual a partir del segundo año contaría como si hubiese sido contratado de nuevo sin acumular antigüedad. Ya esperaba algo por el estilo, pero ante mi cara de exasperación, la secretaria me sugirió que llamara a la contadora. Llamó y me pasó el teléfono.
Le conté a la contadora el problema respecto al correcto pago del finiquito. Terminó explicándome que el resto de la plata se había cancelado en las liquidaciones a modo de anticipo de indemnización, cuestión que no alcancé a advertir hasta ahora, en el día del batacazo final. Sin ánimo de réplica, y ya sumido en la resignación, solo agradecí y colgué. De ese modo, la secretaria volteaba la cara y con un oportuno rostro afable preguntó si ya estaba todo bien. La miré a la cara diciéndole que todo estaba ok, sabiendo que solo admitía un cínico gesto de aprobación.
Fui a la notaría para validar los papeles. De regreso al instituto, la secretaria volvía del baño, casi corriendo. Me pedía la copia de los finiquitos. Una para ella, otra para mí. Preguntó dónde había quedado la tercera. Le respondí que quedaba para el notario. Acto seguido, me pidió firmar cada una de las copias, incluyendo la copia de la liquidación de febrero. Ella miraba con circunspección el movimiento del bolígrafo sobre el papel, como procurando que cada firma cancelase de una vez y para siempre la relación contractual, eximiendo de responsabilidad a cada una de las partes.
Luego de todo ese proceso silencioso, se alcanzaba a notar en ella un gesto de alivio, un suspiro casi inaudible. Me dio el cheque del finiquito. Me preguntó si acaso ya había encontrado pega en otro lado. Le dije que para serle franco solo contaba con otros dos trabajos sin muchas horas. "Ojala que me las suban, rezaré al cielo, al universo". Una vez dicho eso, la cara de la secretaria cambió drásticamente, de plácida y oficiosa a levemente tensa. "¿Cómo que al Universo? A Dios, a Dios debe rezarle". Oyendo su alusión a Dios, del todo burocrática, seguí dándole detalles respecto a aquellas dos pegas, interrumpiéndola para que la cuestión no derivara en un debate metafísico, teológico.
Después de firmar lo último, se aproximaba el momento de la verdad. Me despedí de la secretaria con un corto y seco encuentro de mejillas. Apenas esbozando un par de palabras de protocolo. En ese momento, entraba otro colega. Apenas lo saludé. Apuré el paso hacia la salida. No alcancé a despedirme del director, del cual nunca más supe nada. Al mirar al cielo, seguía nublado. A lo lejos, se veía cómo un par de sujetos incógnitos, irreconocibles, entraba al mismo sitio por donde yo acababa de salir para siempre, sin retorno previsible.

domingo, 25 de febrero de 2018

Estudiantes de la Coordinadora de Secundarios de Valparaíso irrumpieron en el Hotel O Higgins, en la previa del piscinazo, para manifestar el derecho a la filosofía. Se alcanzó a escuchar fuerte y claro "sin filosofía, la sala está vacía" en medio del ruido de los guardias y la prensa. El organizador del evento le comunicó a los medios que "son cosas que pasan". Por su parte, los locos del matinal decían asentir la causa de los cabros, pero agregando que el bochorno fue un problema de seguridad. A causa de la conmoción, un desfile de modas tuvo que ser suspendido. Cuando la prensa alertaba sobre la manifestación, los cabros mantenían un intenso forcejeo con los guardias y los agentes del festival, en una suerte de riña, donde se esperaba que alguno de ellos cayera a la piscina y pasara a convertirse automáticamente en portada de día Lunes. Ninguno lo hizo. La filosofía fue, por algunos breves instantes, ese forcejeo, esa resistencia. Por el contrario, la piscina no representaba otra cosa que la realidad, fresca pero asfixiante, esperando que alguien se precipitara en ella de improviso, protagonizando una caída de antología.

sábado, 24 de febrero de 2018

Un programa sobre "barrios sin internet en Chile". Los barrios son retratados como verdaderos desiertos digitales, en donde el único mundo accesible para las personas es el de la calle y el de las inmediaciones. En una parte se logra ver al periodista preguntando con preocupación a un locatario cómo lo hacen para vivir en esas condiciones de nula conectividad. En el preciso instante en que acababa la nota, un cabro chico, al parecer el hijo del locatario, se puso de súbito tras el periodista en señal de haber estado jugando a las escondidas.

viernes, 23 de febrero de 2018

Europe, Viña 2018

Contaba un loco (el “Glam americano”) que lo que la llevaba en los ochenta era el heavy metal y, en particular, el glam. No así el thrash que era una volada más under. El heavy era lo comercial y el símbolo de los cassettes que vendían en las disquerías del Parque Arauco era una espada. Dentro de esta categoría se ubican los Europe, glam metal desde Suecia, junto a otros grupos de la onda de Motley Crue, Quiet Riot, Ratt, etc. Para marcar la diferencia con el heavy metal tradicional se estilaba la estética producida, el maquillaje, los peinados, las vestimentas, de ahí la etiqueta de Hair metal para hablar de una serie de bandas que, tocando en clave heavy, adoptaban la parada y la extravagancia de las bandas de glam rock de los setenta, entre ellas, Alice Cooper, T Rex, Sweet, Roxy Music. Inclusive los propios Kiss. Pero habrían sido los finlandeses de Hanoi Rocks los verdaderos pioneros, los primeros en asumir el concepto de glam metal con todas sus letras. A la forma también se suma el fondo: los excesos, el desenfreno, como el de los propios Europe en sus años mozos, luego de presentarse en Viña en el año 90, tras el lanzamiento de su ya clásico The final countdown. Según dicen en aquella época la banda protagonizó un numerito en la disco César de Reñaca. Habrían llegado borrachos y se habrían enojado con unos camarógrafos, para luego intentar ligar con unas chicas en la pista de baile, solo para ser expulsados en el acto por los guardias de seguridad debido al jugo constante. Aquella noche habría sido desastrosa pero digna de espíritu rocanrolero. Un periodista le preguntaba a Joey Tempest, el vocalista, durante la conferencia de prensa de ayer, por qué ese rock de los ochenta, con todo su estilo y su actitud, no mantuvo su influencia en el tiempo. Tempest le respondía que era porque la industria musical simplemente había cambiado. Ya en los noventa, el Grunge había opacado el reinado del heavy y del glam. Pero se trataba, según Tempest, de mantener viva la esencia del rock mediante el talento y la calidad musical, a pesar de perder aquella mística de la juventud. El conteo final comienza. Los chicos ya han dejado atrás el disfraz glamoroso, ya han olvidado aquella antigua locura de sus mejores años, pero siguen vibrando ante el sonido de las guitarras, la elegancia de los teclados y ante el apetito de un Monstruo que esperan que ruja como nunca, hambriento de nostalgia.
Anti máxima del humorista: todo, absolutamente todo es susceptible de hueveo.

jueves, 22 de febrero de 2018

Ayer pensé en lo siguiente: Federico Moura murió producto del VIH. El nombre de su banda era Virus. Chuck Schuldiner murió de un tumor cerebral. El nombre de su banda era Death, y se declaraba un amante de la vida.
Me meto a Linkedin, al notar una serie de notificaciones pendientes y un período extenso de inactividad. Lo hago como último recurso ante la falta efectiva de oportunidades laborales. Cuando entro para revisar las ofertas, doy en la cuenta que nunca he conseguido un empleo real gracias a la página, solo, en el mejor de los casos, un crecimiento exponencial de la red de contactos (en su mayoría conformado por gente que ya conozco) y una evolución del perfil profesional sumándole cuento al curriculum vitae y a las supuestas aptitudes que luego otros deben evaluar y calificar para subir puntaje dentro del sistema, tal cual si fuese el avatar de un videojuego de rol. De todas formas, a pesar de esta falta de traducción a la realidad, al entrar al sitio invade una inexplicable sensación de tranquilidad, nada más que un placebo producto de las operaciones anteriormente señaladas. Como que en ese teje y maneje la paginita inconcientemente te hace sentir un wn importante mediante un algortimo y una simulación ampliamente efectiva. Es el nuevo maquillaje virtual para los marginados del profesionalismo. Una careta que al menos te sube a la nube como un wn potencialmente competente. Así Linkedin se siente como la auténtica droga de los desempleados. Una droga dura por lo sugestiva.
"Ana te amo" fue la frase que encontraron marcada sobre la piel de la ballena varada en Magallanes. Al fallecimiento y el encuentro con la ballena en plena costa se suma la calamidad de la profanación de su cadáver. Lo curioso es que todo ocurrió días antes del llamado "Día Mundial de las Ballenas". Sernapesca denunció el hecho con una foto a la que agregaron una cita de Gandhi sobre la asociación del respeto animal con la grandeza de la nación. Como si no bastara con eso, resulta que el rayado sobre la ballena no se puede sancionar legalmente, puesto que la sanción solo aplica para los especímenes vivos. Se abre un gran vacío legal, tal como un vórtice submarino en medio del océano. Asimismo queda abierto un gran vacío moral frente al Ana te amo inmortalizado sobre la piel de la ballena muerta. No se sabe en qué circunstancias varó la enigmática bestia, ni tampoco es posible determinar un castigo efectivo contra los autores de la frase. Una muerte desconocida a ultramar. Un rayado de amor profano. Misterio y sarcasmo total.

martes, 20 de febrero de 2018

El amor es como dios: solo existe para quienes creen en él. A los incrédulos solo les queda situarse al límite de lo profano.

Unímides: Un sonido, un planeta, un destino

Un sonido. Un planeta. Un destino. Tres palabras que aisladas no tienen sentido pero que al escuchar el último disco de Lourdes Liss se confunden y se imbrican de tal manera que forman una sinergia, a la vez que una metáfora. Unímides, el planeta, el imaginario del cual proviene nuestra artista, y del cual confluyen sus intuiciones, le otorga un contexto, una dimensión a una serie de composiciones que inician al melómano en un recorrido de turbulencia, pasajes minimales y cadencias eléctricas.

Mi anécdota con Lourdes es particular. Comencé viendo su videoclip, Bajando, de madrugada. Imágenes con glitch, fotogramas y pinturas sobre negativo, que se superponían a un ritmo calmo pero inquietante, para luego dar lugar a una explosión sónica que evoca lo mejor de Sonic Youth de la época Goo. Fascinación fue poco. Y bajo esos distorsionados riff de guitarra, esa desmaterialización del rock, como dijese Simón Reynolds sobre el concepto del post rock, se puede apreciar finalmente un clímax que lejos de atar cabos lo que hace es sobrevolar el vértigo hacia una experimentación plástica, acústica. Porque el trabajo de Lourdes hay que entenderlo más allá de la música. Tanto su imaginario, su puesta en escena como su arte visual funcionan como un puro golpe estético que o puede volverte adicto a su osadía o encantarte con su sobrecogedora creación. 

En una entrevista ella misma había afirmado que el trabajo hecho con Bajando fue de los primeros. Sin embargo, en el disco Unímides este corte cierra el álbum con un broche único. Los temas que introducen y desarrollan el concepto van dibujando un mapa, un temerario y apasionado mapa a través de la geografía del planeta del cual Lourdes se siente una auténtica habitante. Además, cada melómano que escuche con atención y se sumerja en estos espacios sonoros puede a su vez sentirse parte o sencillamente perderse en sus inmediaciones sin esperanza de retorno. Por dónde es el tema que corona esta idea y esta iniciación. Pasé mis días aquí/Por donde quiero estar/quiero estar/quiero estar. Luego sigue la segunda canción, And, con un feeling más rockero, dando el arranque con un riff marcado que luego se diluye para servir de puente hacia CD, que Lourdes llama Cantos débiles. Aquí el ritmo adopta una atmósfera que sugiere una salida, digamos, un llamado hacia un exterior vasto, como se puede apreciar en el propio videoclip del tema. Lourdes se halla inmersa en un inmenso espacio verde. Después la oímos pronunciar de fondo aquí estoy con cantos débiles/sombras se caen vacías, mientras podemos ver su rostro en un juego de colores y de oscuridad, que da paso hacia otro exterior, pero esta vez citadino. Lourdes vuelve a la calle de noche para graficar la idea de la sombra y así acaba ingresando a una sala de baile, culminando en un interior destellante de energía, sensualidad y misterio. Ese final con ella rodeada de otros bailando bajo el mantra de los cantos débiles, podría calzar a la perfección con alguna escena musical de Twin peaks, o alguna otra escena de espíritu oculto a la vez que surrealista.


El siguiente corte, Me quedo, refuerza la perspectiva del espacio y del recorrer. El mapa se va trazando junto con el viaje. Me quedo/pero sigo andando. Los ecos de su dulce voz van sumando capas al ambiente, combinando con un ritmo sincronizado que da pie para un toque de sintetizadores a modo de remate. En ese breve silencio, (porque en Lourdes el silencio tiene un terreno insospechado) se genera la conexión necesaria para el arranque de Quiero más, tal vez su tema más oreja, aquel tema que la propia Lourdes ha llamado en más de una ocasión “alma de single”. Y le hace justicia, con un riff de guitarra sencillo pero enérgico, sin sonar demasiado estridente como para opacar al resto de las sonoridades. Entonces nuestra artista comienza a cantar para posteriormente arremeter con un notorio y significativo ¡Quiero más!. Al escuchar esa parte uno puede distinguir casi como en una ilusión sinestésica o producto de la euforia que ella canta a viva voz ¡Poesía! para así sumarla al estribillo de la canción, formando un versátil juego de palabras que rima con el espíritu de la melodía. De ese modo, en un contraste de altos y bajos, uno se ve impelido a exclamar ¡quiero más! hasta el infinito, para efectivamente querer más de ese riff y de ese canto a contrapelo. Pero el deseo debe seguir su recorrido obligado, y no encausarse en su propio abismo, por lo que Lourdes te guía hacia la próxima estadía de su mapa y de su planeta. Risas santas. Un tema que podría considerarse como minimal en el sentido de que sigue un mismo hilo conductor a través de las notas iniciales. Pero los matices son los que hacen más intensa la experiencia como pasos y como desvíos a través de un sendero visible. Ella canta, en una pasaje, quien quiera estar/quien quiera estar, de tal modo que todo aquel iniciado es invitado a seguir la ruta sonora. Aunque como la propia Lourdes se pregunta con suma emoción Quién inventó toda la soledad. En el fondo, nos habla de la ausencia y de la necesidad de reconocer ese vacío como un catalizador, o tan solo como una inspiración, una excusa para seguir adelante. 

Y así el disco continúa con el corte Tu mal, el cual apuesta por un mayor uso del aparato sintetizador, y nos conduce a una experimentación con una lírica profunda. El siguiente tema, Saltan, el último antes del ya clásico Bajando, es de hecho uno de los que guarda relación con la tónica del riff memorable envuelto en toques electrónicos y voces etéreas, y permanece fiel a esa línea hasta el final. Lourdes luce decidida a cantar con el sentimiento que la caracteriza, y su estilo a este punto va creando una onda que transgrede el precepto de la belleza unida a la simple armonía predecible. Aquí la belleza ha demostrado también producir saturación, ruido, enigma, como lo suele evidenciar Bajando, con su arrollador despliegue de potencia que culmina con todo la travesía. La belleza será convulsiva o no será, nos parece susurrar al oído a modo de confesión. La disonancia tiene un sitio especial reservado para lo sublime.

Aquellos que emparentan a Lourdes con el shoegazing de los noventa no están del todo equivocados. Se escucha a ratos en Unímides reminiscencias de Slowdive y de Lush, y no es menos cierto que ella acoge la postura de la frontwoman que caracterizaba a dichas bandas. Pero sería injusto limitar su propuesta únicamente al shoegaze y al noise. Para ser sincero, no había escuchado algo parecido desde Sien, aquellos exponentes chilenos del sonido dream pop de principios de los noventa, solo que Lourdes Liss, estandarte del nuevo siglo, abraza con mucha más decisión la impronta subversiva y vanguardista de una Kim Gordon o, por qué no, de una PJ Harvey. Confieso en este momento estar cautivado, cautivado por el concepto espacial y hasta cierto punto cósmico de Unímides. Y envuelto en los velos de maya de Lourdes, entre sus texturas, su imagen, su actitud. Y es que se trata justamente de emprender una aventura y naufragar o si no volver sin remedio a la zona de confort, esperando por la próxima musa de la electricidad. Aún me acuerdo de las palabras que alcanzamos a tranzar antes de aquel concierto en El internado. Ella decía sentirse nada más que una médium de la música que su propio mundo interior le comunicaba. Ese mundo, Unímides, sería el lugar de la creación a la vez que el de la inspiración. Todos aquellos que nos sabíamos inspirados por Lourdes podemos decir que de alguna u otra forma también habitamos su imaginario. Somos parte de su sueño. Y ella es parte del nuestro. Nuestra nueva princesa del underground local.

lunes, 19 de febrero de 2018

El Consejo Nacional de Educación (CNED) rechazó tres asignaturas para la malla obligatoria de los estudiantes de tercero y cuarto medio. Entre ellas, Filosofía. Un panorama desolador para el "amor a la sabiduría" en un contexto en que escasea el peso del pensamiento y sobra la balanza indolente del funcionalismo. Todavía recuerdo con particular atención a aquella joven profesora de filosofía de la Media que, una vez, luego de exponer a Nietzsche como el "profeta del pensamiento contemporáneo", me sugería, por otro lado, buscar a un filósofo aún más influyente: Schopenhauer. Escribió su nombre al final del cuaderno a modo de recordatorio. O de firma indirecta. Una firma que confirmaría años después una improbable simpatía con los pensadores del pesimismo.

¿Qué pasará ahora con aquellos cabros que no tendrán la oportunidad de conocer ni a Nietzsche, ni a Schopenhauer, ni a Sartre y tantos otros, por culpa de una agenda cada vez menos filosófica y más utilitaria? ¿Qué será de sus vidas sin la oportunidad de conocer el nihilismo ni el derecho al asco existencial? Ni siquiera les será lícito el rigor de la lógica. Mucho menos la capacidad crítica para cuestionarse todo este vertedero. Más de alguno seguirá viendo en la filosofía una disciplina añeja, repleta de academicismos. Unos pocos seguirán, en cambio, la senda autodidacta, haciendo la ya clásica de Merlí: cagándose en los preceptos y formándose un criterio propio con lo que hay a la mano. Porque, después de todo, la cuestión seguirá siendo, -en una paráfrasis al poeta Holderlin, releído por Heidegger-: "¿Para qué filósofos en tiempos de miseria?".
Andrea Tessa en Rec TV. Más Música. Un especial ochentero con Wang Chung y Cinderella. Otros tiempos.

domingo, 18 de febrero de 2018

Llegando al paradero de Pedro Montt con Edwards, El Tuga junto a otro mimo, chacoteando de lo lindo con los transeúntes y las micros aceleradas. Cuando pasaba de largo, sonó de fondo la marcha imperial de Vader. La gente se dio vuelta. Había sido una patrulla. Risas descontroladas. El ajetreo se escuchaba cada vez más a lo lejos, cuando de repente sonó una versión de Stevie Wonder y otro par de peatones trataba de cruzar rápido sin involucrarse en el show. Sujetos cortos de genio, ciudadanos que no estaban pal hueveo. Me hubiese gustado filmar ese breve momento aguafiestas en medio de la algarabía, si no fuera porque no corrían precisamente del show sino que del caregallo veraniego, buscando la sombra a toda costa como quien busca su orgullo en el anonimato.
Una mujer grande, tocando de manera nerviosa, en toda la esquina, el botón verde del semáforo, un acto reflejo, total y completamente inútil, con la sola intención hipotética de que ese botón haga lo suyo de una vez por todas y cambie de color el semáforo para cruzar la calle. Me pregunto ¿Alguna vez esos botones han cumplido su bendita función? ¿Quienes los crearon habrán pensado en el nerviosismo y la automatización que generarían en los transeúntes desesperados, irreflexivos, que por su apuro no se han puesto a pensar ni por un segundo que dichos botones jamás han servido para otra cosa que para distraer la atención, hasta que el color habilitado para el cruce de la calle cambie de color por sí solo? ¿O será que aquellos botones están ahí solo para generar un efecto placebo momentáneo y que los peatones -tal cual perritos de pavlov- lo presionan de forma inconsciente más para calmar el ansia del tiempo y el movimiento que efectivamente para provocar el cambio al color verde, cuestión que hasta ahora, al menos en la experiencia, no resulta más que una programación en falso, digamos, una acción inconducente, una verdadera simulación de algo vacío, la nada?

viernes, 16 de febrero de 2018

Oscar Hahn, releído.

"¿Y por qué chucha nadie me lee? Porque chile, porque el fantasma, porque la historia, porque el inframundo, porque el lobby, porque la falta de plata, porque el desamor, porque la falsa amistad, porque la incomprensión lectora, porque los muchos libros, porque el orgullo, porque la desidia, porque sihn, porque nohn, etc...".
Hacer la de Rodrigo Lira. Hacer del curriculum vitae una impostura poética.
Envío una serie de mensajes con cv a correos de colegios o institutos. Minutos después, me llegan un par de mensajes de vuelta. Sin haber visto la ventana del gmail, juro que esos mensajes corresponden a respuestas inmediatas a la solicitud de empleo. "Esta es la mía" me digo a mi mismo, por un momento. En ese lapso ya me pasaba las tremendas películas. Ya me imaginaba ejerciendo en una pega soñada, con goce de sueldo a conveniencia del trabajador, sin agobio laboral, con unos colegas piolas y unas colegas de ensueño, unos alumnos luminarias y, por sobre todo, sin exigencias extra curriculares más allá de lo que corresponde al propio ejercicio docente dentro de la maldita institución. Cuando voy a revisar los mensajes, me doy cuenta, en cambio, que se trataba solo de avisos automáticos de rebote, generados por inexistencia de correo de destino. Pues, esa, amigas y amigos, ha venido siendo más o menos la dinámica de la búsqueda de trabajo durante estos últimos días de vacaciones: una oferta imposible, un rebote eterno. Y una expectación ansiosa a toda prueba.

jueves, 15 de febrero de 2018

El poeta mendigo


El poeta mendigo de Av Argentina. Los que cachan el centro de valpo lo deben haber visto o lo deben ubicar. Se ponía antes en La Polar y escribía sus textos sobre la acera próxima al Jumbo y frente a los muros azules que estaban debajito del puente que da a la Av España. Seguramente se fue de ahí debido a las obras en construcción o tal vez buscando un sitio más estratégico, solitario o transitado. Casi no habla. La gente cuando pasa por ahí se limita a mirar esos garabatos hechos con tiza sobre el suelo y a darle una que otra moneda guacha, a la vez que trata de leer al voleo qué es lo que dicen, tratando de no pisar en el camino la improvisada obra de nuestro anónimo vate.
“Para saber decir yo te amo, primero se debe aprender a decir yo“, frase de Ayn Rand citada por Revolución Democrática el pasado día en su cuenta Twitter. Las críticas no se hicieron esperar. Tormenta de bullying virtual dado que la autora citada en cuestión fue conocida por ser de derechas y abiertamente en contra de los ideales progres que tanto pregona el partido del Frente Amplio. El extracto correspondería a un ensayo titulado “La virtud del egoísmo”. ¿Simple lapsus ideológico, producto de una mala lectura o una lectura antojadiza? ¿O derechamente posverdad ad portas de los "tiempos mejores"?

miércoles, 14 de febrero de 2018

De chico siempre soñé que por estas fechas alguna enamorada me regalara un producto de aquella extinta empresa Village, (obsesión capitalista), declarada en quiebra ya a comienzos de siglo; aquella legendaria empresa del amor rayano en lo cursi que durante más de veinte años monopolizó la estética de nuestro romanticismo. Así como la empresa quebró, ese sueño de chico también lo hizo. Como tantos otros. Sueño ingenuo o tal vez demasiado romántico, ya no precisamente en el sentido actual, sino que en el sentido de idealista, de andar por las nubes. Pese a esa quiebra, siempre guardo la esperanza de alguna vez recibir un regalo que simbolice al menos de manera rústica alguna suerte de lazo afectivo. Algún regalo pequeño pero significativo que no sea solamente una sonrisa o una noche de placer efímera. En el fondo, sueño con tener siquiera alguna wea buena que presumir durante un día especialmente dedicado al comercio de los corazones y cupidos. Mientras tanto, continuo en una carrera hedonista y narcisista sin fin, en un amor propio masoquista, refugiado en el alcohol y brindando por los deseos imaginarios y los amores y empresas en quiebra.

martes, 13 de febrero de 2018

Ha circulado por las redes el obituario de un catalán de nombre Emilio Piró que reza lo siguiente: “Ha dejado este mundo sin haber aportado nada de interés". El mensajito causó revuelo dada su crudeza y sinceridad. No habría sido escrito por nadie a excepción del propio difunto. El obituario sería parte de un testamento que el mismo Emilio habría dejado y que fue hallado luego por sus familiares, consternados ante la confesión de su mortal "insignificancia". Según ellos mismos señalan, no se agregó ni se quitó nada a la esquela. La frase en cuestión es literal. La traducción al catalán, de hecho, es todavía peor. Dice: “Ha fallecido sin haber modificado demasiado el mundo que lo rodeaba”. ¿Será este el mensaje final del Hombre sin atributos de Musil? ¿Será acaso este testamento post mortem una suerte de anti obituario? Para honrar su inutilidad en vida, no hallaron otra cosa mejor que volverlo un hecho de interés público. Eso prueba que cualquier texto, desautomatizando su sentido habitual, en este caso, bajo un arranque de honestidad extrema, puede llegar a subvertir su propia regla, y volverse luego un verdadero semillero de interpretaciones que seguirá creciendo hasta después de la muerte, a pesar de su malogrado y occiso autor.

lunes, 12 de febrero de 2018

Muñecos colgando bajo el “puente de los candados” aparecieron hoy en Providencia, encima del río Mapocho. Los muñecos representaban ahorcamientos por pena de muerte para los "pedófilos". La acción se le atribuye a un tal Movimiento Social Patriota que dejó una inscripción sobre el mismo puente con una estrella de ocho puntas. ¿Por qué eligieron la soga? ¿Por qué ese símbolo ocultista? Me acordé de repente de aquel video mítico de Mr Bungle, en el cual los integrantes aparecen colgando bajo un puente, simulando ser ahorcados, sufriendo convulsiones. El video, por supuesto, fue censurado por MTV. El ahorcamiento simbólico. El ahorcamiento performático. Faltó poco para que colocaran una guillotina y un verdugo. Chilito cada día más raro.

Badfinger

Badfinger: Una de las mejores bandas de rock con la peor suerte del mundo. Fueron contratados en su tiempo por el sello Apple Records, creado por los cuatro de Liverpool. Pese al éxito de sus primeras canciones, resultó que el dinero de las ganancias no llegaba, a causa de la presión que ejercía un tal Stan Polly sobre el primer manáger, quien le cedió las finanzas del grupo. Stan Polly, un oscuro hombre de negocios norteamericano, un estafador con una pila de demandas a su haber, de quien se dice que estuvo incluso metido con la mafia, habría quebrado a los Badfinger, llevándose todos los beneficios de su nuevo contrato con la Warner. 

Durante el año 71 app, el grupo sacó uno de sus mejores albumes, No Dice, del cual se desprende su sencillo Without you. Según el propio McCartney, esta podría haber sido una de las mejores canciones de todos los tiempos, si no hubiera sido porque, en medio de la quiebra por culpa de Polly, Harry Nilsson versionó el tema de los Badfinger, y con ello se encumbró al estrellato, ganando la fama que los británicos nunca vieron en vida. 

Luego del último disco con Pete Ham, la banda fue demandada por la propia discográfica Warner, a causa de las denuncias por malversación de fondos dirigidas precisamente hacia Stan Polly como responsable de la agrupación. Al no saber qué hacer para revertir la situación, Pete Ham invitó a tomar a Tom Evans, su compañero en la creación musical, para conversar sobre un plan definitivo que tenía en mente. Evans no sabía que ese sería el último día que lo vería. Su plan era mortal. Ham fue encontrado al día siguiente ahorcado en su propia casa, con 27 años (la edad suicida). Ni siquiera el embarazo de su novia había podido evitar el desastre. 

La banda siguió adelante, con Evans a la cabeza, pero nada volvería a ser igual. Ocho años más tarde, en medio de una carrera errática, todavía bajo la sombra del maquiavélico Polly, Evans recibió una millonaria demanda de parte de un antiguo promotor, que le reclamaba por un incumplimiento de contrato relacionado justamente con su período en la Warner. La cifra era estratosférica. Tal como Ham, Evans también acabó desesperado, y tras una discusión con otro miembro del grupo, Joey Molland, sobre los derechos de autor del tema Without you, no encontró otra salida que replicar aquel fatídico plan innombrable repetido por su amigo aquella noche de 1975. El hijo de Evans, de manera repentina, y sin sospechar nada, había encontrado a su padre ahorcado, al igual que Ham, una mañana de 1983.

Desde ese entonces, poco y nada se sabe de aquella truncada promesa llamada Badfinger. Aquella "banda maldita" no por su oscuridad sino que por su mala estrella, por su destino miserable. Aquellos que fueron llamados a ser los "nuevos Beatles", pasaron a la historia como los rockeros más perdedores, los auténticos fracasados del rock.

El único miembro que aún permanece con vida, Joey Molland, continúa tocando en algunos lugares las canciones de la banda. A veces se presenta como Joey Molland’s Badfinger, pero ciertos seguidores lo critican por el hecho de apropiarse del nombre del grupo, siendo que la mayoría de los temas pertenecían a los difuntos Pete Ham y Tom Evans. Molland siempre se defiende explicando que es la única forma de seguir vivo: tocando las canciones de sus viejos amigos, aunque no fueran suyas.

En honor al legado de Badfinger, Vince Gilligan cerró la serie Breaking Bad con una canción final: "Baby Blue". Después de todo, el duro camino que recorrió Walter White hasta convertirse en lo que fue, coincide con el duro camino que llevó a los Badfinger a la perdición. Aunque no al olvido absoluto. 

Si William Shakespeare o León Tolstoi estuvieran vivos y se hubiesen propuesto escribir una obra que versara sobre el ascenso y caída de una banda de rock, esa habría sido una obra sobre Badfinger.

domingo, 11 de febrero de 2018

"Hágase una pregunta ¿por qué la dejé viva?" fueron las palabras de José Navarro luego de ser detenido, refiriéndose a la niña que había secuestrado en Licantén. Navarro era conocido como "El brujo" por la familia de la niña Emmelyn, debido a su supuesta capacidad de realizar "descargas". Se cuenta que convenció a la familia de la existencia de un tesoro enterrado en el cerro El Quelmen, y que para ir a buscarlo debía ir con Emmelyn (porque según él, ella tenía una "energía mística") y con su tutor, el abuelo. Fue en esa circunstancia que Navarro golpeó al abuelo con una pala y huyó con Emmelyn hacia rumbo desconocido. El sujeto tenía antecedentes por abuso sexual, sin embargo, la niña apareció días después, ilesa, sin signo de haber sido agredida. No se explica por qué El brujo hizo lo que hizo, ni tampoco por qué dijo lo que dijo antes de su captura. Su pregunta, por loca que sea, deja volando una interrogante. Abre una especulación. El episodio podría pasar piola por algún capítulo de True detective, si no fuera porque no hay protagonistas a la altura. Da hasta para improvisar un guión policial con tintes de brujería. Chile, material eterno de realismo mágico, pero con magia de la negra.

viernes, 9 de febrero de 2018

Me compré Relatos Reunidos de César Aira y Pastoral americana de Phlip Roth, casi a un precio risible. Los dos por 10 mil. Era en la tienda del loquito al lado del cine insomnia. Sobre el libro de Aira señaló que el compendio de sus “crónicas imaginadas” era una edición limitada, que lo que más se vendía eran en cambio sus novelas. Su comentario bien puede haber servido de nota crítica y, además, por la tangente, de impulso publicitario. Asentí y le pregunté si acaso tenía la novela El mago. No la ubicaba. Prometió traer un lote grande de libros, a ver si en uno de ellos aparecía como por arte de magia algo del argentino. Respecto al de Roth, explicó de forma escueta que para él, en cuanto a literatura norteamericana del pasado siglo, existía Roth y todos los demás. En ese momento le hice una salvedad, mencionando que también estaba Norman Mailer, con su monumental Los desnudos y los muertos. El loco estaba de acuerdo. Además coincidimos en que La mancha humana del mencionado era otro gran libro. Ante mi vacilación con la edición de la novela, el compadre se disponía a ofrecer su razonable precio, por gentileza de la casa. Por un momento dudé en comprar a Aira y a Roth, hasta que recordé que precisamente andaba con un billete de diez en el bolsillo. Era todo o nada. Al rato, compra realizada. El loco la había hecho nuevamente. Le había pagado en primer lugar los Relatos Reunidos a seis. Luego, al tomar la Pastoral americana, sugería que con el mismo vuelto del primer libro podía pagar este otro. Una jugada maestra. Un buen librero sabía siempre cómo leer entre líneas. Cómo leer el contenido simbólico y pragmático de sus libros, y además cómo leer la necesidad simbólica y pragmática de sus clientes, para provocar la magia de la transacción, por medio de la idea del gusto literario, que, sin embargo, no garantizaría ni por asomo la lectura efectiva. Pero eso, al fin y al cabo, le importaba únicamente a su clientela. Sabía que solo la crítica, usada con la suficiente sagacidad y argucia comercial, podía lograr ese efecto milagroso. Saliendo del local leía la contratapa del libro de la Pastoral americana. En él aparecía escrito precisamente lo mismo que el loco de la librería había explicado: “En la actual literatura norteamericana está Philip Roth, y después, todos los demás”. La nota figuraba escrita por el Chicago Tribune.

El recinto

Hay una teoría que sostiene que los sueños pueden tener directa relación con la sustancia psicoactiva DMT que sería producida naturalmente por la glándula pineal. De ahí la naturaleza caótica de la imaginería onírica. En estas últimas noches ya me he estado empezando a creer esa idea, dado los sueños cada vez más extraños que han ido surgiendo. 

La cosa va más o menos así. En el de ayer, estaba subiendo las escaleras de algún gran recinto educativo. De acuerdo a la infraestructura imposible, este iba cobrando una forma inusualmente parecida al laberinto de Escher, pero solo en el relieve de los espacios, porque las escaleras se hacían empinadas pero no tenían otra curva ni otra geometría que la de su inclinación. El timbre para entrar había sonado hace rato. No había eso sí ningún alumno merodeando los alrededores. Al llegar di con una sala imaginaria. Era una sala de media. Los cabros permanecían allí sentados, casi impávidos. Una angustia comenzaba a aflorar. Era una angustia producto de su silencio hasta cierto punto insoportable. Una tranquilidad sepulcral lo invadía todo. La sala asemejaba, por su pintura blanca, y por la cualidad de sus moradores, una condición de monasterio. Solo una mesa vacía indicaba el lugar que le pertenecía por descarte al profesor. En el momento que abría el libro de clases, para pasar la lista, luego de haber saludado con la mirada a todo ese grupo de jóvenes almas silentes, el curso entero desaparecía. La puerta de la sala se abría de manera misteriosa. En un abrir y cerrar de ojos, todo se iba a negro sin mayor explicación.

Al rato, otra escena, u otro sueño dentro del sueño. Era en una pieza llena de diarios sobre las paredes. Unos supuestos compañeros la poblaban. Un bullicioso grupo de compañeros buena onda. Compartían lo que parecía un vaso con algún elemento indescriptible, de color azul. Había que beberlo o tan solo cederlo para generar cierto vínculo fugaz. De fondo sonaba una mezcla de rock progresivo y desde otro sitio cercano un remix bailable electrónico. La música provenía de dos lados diferentes, pero el acceso a tales lados, según la intuición sonora, solo podía darse desde una puerta escondida en un rincón de la pieza empapelada. Para llegar a ella y, eventualmente, escapar de esa incómoda situación, había que abrirse paso entre los comensales que reían, parlaban y bebían sin otra justificación que sus propios organismos repletos de endorfina. Cuando me ponía a pensar en ese plan, y ejecutaba el primer movimiento, pidiendo permiso a un compadre de pelo largo que fumaba solo, justo una jovencita me detenía. No recuerdo su rostro. Solo recuerdo que en ese momento estaba bebiendo de aquel vaso. ¿Me habrá leído la mente? ¿El momento de su detenimiento habrá tan solo coincidido con mi abrupta retirada? Nada era seguro. Lo primero que hizo fue dejar a un lado su puesto de encima de una cama y ofrecerme un poco de lo que bebía. Solo para congeniar sorbía un poco de aquella bebida de ensueño, hasta que de pronto se armaba un karaoke dentro de la pieza. De la nada se levantó un sujeto a corear los primeros versos de una melodía muy parecida a Killer de Van der graaf generator. En ese momento fue que lo identifiqué con otro compadre que conocía en la realidad, pero no se parecía en nada a ese otro sujeto que cantaba en el sueño. Solo conseguía asociarlo con él por la sincronía musical. A medida que él se compenetraba con la canción, el ruido de afuera se confundía con la batahola general. El contenido de aquel vaso había quizá hecho efecto en los comensales de la pieza. Sobre la cama, una sola masa informe que simulaba una orgía. Era el momento perfecto para huir de ahí y buscar al menos otro sitio más coherente. 

De nuevo la angustia. No por la sensación de claustrofobia, sino que por la interpelación directa, por la falta de conexión con el ambiente. Un pasillo daba hacia otra escalera como la de aquel recinto educativo. A medida que subía, la música electrónica se hacía cada vez más fuerte. A martillazo acústico digno de antro subterráneo. Pero de entre la oscuridad, las luces multicolores y las piezas abiertas no se lograba identificar a nadie, o tal vez todos estaban demasiado insertos en su propio proceso festivo. Cuando llegaba al supuesto sitio de la sala de baile, solo estaba aquella jovencita con un amigo en una esquina cerca de lo que asemejaba una ventana hacia el exterior. Estaban fumando. Hacia afuera solo una luz negra que proyectaba un espacio blanco. La jovencita, muda, nos señalaba sobre algo que había perdido. El amigo hacía el gesto de seguir bebiendo, también mudo. Trataba de congeniar. Pedía entusiasta algo sobre la barra vacía. De repente, la jovencita huía sin razón. Bajaba aquellas escaleras de Escher, esta vez de verdad distorsionadas. Al seguirla me daba cuenta que todo alrededor iba adquiriendo un tono cada vez más apagado. En cuanto iba descendiendo, el ruido y el ánimo chispeante alrededor desaparecían de forma progresiva. No más electrónica. No más prog rock. Ni siquiera rostros empapados en sudor, reflejos de lucecitas ni hormonas insolentes. 

Volviendo a la pieza empapelada, ya no había nadie. El vaso de aquella sustancia azul ya se había vaciado. Sobre la cama supe de inmediato lo que había perdido aquella jovencita. Una chaqueta. Había buscado la chaqueta en señal de retirada. La recogía con la vana esperanza de devolvérsela. Salía por el único acceso que tenía para dar hacia la zona de las pistas de baile, pero al ir pasando por allí, todo iba tomando un color pálido. Solo era cosa de tiempo para volver, dentro de la diegesis, de regreso al recinto educativo por el que había empezado el sueño, y por el que estaba a punto de empezar la clase del principio. Me hallaba de vuelta en la sala con los alumnos totalmente quietos. La angustia volvía esta vez al mirar la lista del libro de clases llena de signos de interrogación en lugar de nombres. Sobre la silla del profesor estaba la chaqueta de la jovencita del sueño. En eso, una alumna de la última fila, que estaba con audífonos, de improviso se levantó para señalar la chaqueta, pidiéndola de vuelta. Cuando giré para sacarla de la silla, el silencio se apoderó nuevamente de todo. Miraba hacia el grupo curso para dirigirme a entregársela, sin embargo, todo se iba a negro, una vez más. El sueño había acabado.

Sobre el velador, una llamada perdida. Y un vaso de té a un lado de la lámpara, helado, sin tomar.

jueves, 8 de febrero de 2018

Elon Musk lanzó hace poco su Tesla Roadster rojo al espacio por medio del cohete Falcon Heavy. Se proponía que el Tesla llegara a la órbita de Marte. Durante la expedición, sonaba un loop eterno de Space Oddity de David Bowie, y un maniquí de nombre Starman abordaba el vehículo. En estos momentos, se dice que llegará a un cinturón de asteroides y que su destino será incierto. Por su parte, Musk ya había concertado una visita a Chile, especialmente interesado en el litio para la energía de sus autos eléctricos. Se afirmaría que fue recibido por el propio José Piñera, twitteando "bienvenido a Chile, la Arabia Saudita del litio”. Musk habría venido en secreto al país. Tampoco hay demasiada certeza respecto a sus planes. Lo único cierto parece ser el espacio aún inconmensurable por el que naufraga ahora la creación del empresario. Su trayecto ambicioso pero a la vez desolador. La mirada soberbia del que mira hacia arriba pero teme, en cierto punto, mirar hacia abajo. En eso pensaría Starman, la figura apócrifa del hombre en el vacío eterno, mientras acá el mundo continúa su negocio y el eco de Bowie, a lo lejos, sigue sonando indefinidamente en el espacio infinito, cantando "La Tierra está triste, y no hay nada que pueda hacer".

miércoles, 7 de febrero de 2018

A la salida de la reja del depa, un facsímil de la Atalaya confundido entre cuentas de Credichile y promociones de retail. Al recogerlo el polvo y las hilachas creaban un solo cúmulo. La portada del facsímil rezaba: "¿Sigue siendo útil la Biblia?". En ese momento, una vecina entraba con una guagua. Le pregunté si acaso esas cuentas y promociones eran suyas (puesto que no tenían nombre). Soltó un rotundo no, y continuó subiendo las escaleras. Dejé el facsímil donde mismo, junto a los otros papeles en el suelo. Retiré eso sí el cúmulo de polvo. Y seguí mi camino....
El arbolito de pascua aún permanece puesto en el living del departamento. Nadie en todo el lugar se ha dignado a sacarlo de ahí. ¿No será acaso un espíritu navideño de tiempo completo, una costumbre arraigada por osmosis, lo que lo ha llevado a permanecer ahí todo este tiempo? ¿O simplemente la indolencia y la desidia de quienes en un principio lo instalaron solo por continuar con la belleza de una tradición ajena? La belleza del árbol de pascua que ya está a punto de pasar todo el verano ahí, a un costado del router de la casa, y que es muy probable que llegue a Marzo, invicto, festivo, mientras todos se preparan para volver a la rutina, como un símbolo irónico de su anacronía, puede perfectamente persistir y persistir si nadie se da por aludido. Teóricamente, un año completo. Y si nadie se identifica como el responsable de haberlo dejado tirado. Su permanencia, a pesar de ser admirable como hecho, revela una procrastinación insufrible. Visto de esa forma, el arbolito podría con todo derecho echar raíces de la nada, y salir de ahí solo a punta de desgarrarse.
La hora en que la conexión anda más rápida. La hora en que todos se van a dormir o se van a carretear. La hora en que la conexión al mundo, aparte de insomne, se vuelve vampírica.

lunes, 5 de febrero de 2018

Ley Sophia, Ley de Talión: Apuntes sobre la pena de muerte


Ley de Talión: Ojo por ojo, diente por diente, de acuerdo a la lectura del Éxodo. Era la ley que sacaba a colación mi abuelo el martes pasado, a raíz de nada. Hoy en día cobra más sentido que nunca. Según el latín: lex talionis se refiere a un principio jurídico de justicia retributiva en el que la norma imponía un castigo que se identificaba con el crimen cometido. Es decir, a determinado crimen le correspondería no solo una pena equivalente, sino que una pena idéntica. 

La pena de muerte que hoy se discute en Chile (sobre el caso Sophia) sería en cierto modo una modernización de la ley de Talión. Pero he aquí el gran dilema moral: ¿Es esta ley justa o desproporcionada en relación a la naturaleza del hecho de sangre? Las redes se hallan divididas entre los que aprueban a rajatabla la reincorporación de la pena de muerte en Chile, y los que la desaprueban a favor de otra clase de castigos o de motivos razonables. 

A pesar de esta polaridad, las razones de cada bando son casi todas diferentes. Hay una tendencia mayor hacia la desaprobación, la cual se ha estado expresando de dos formas: una que argumenta la invalidez de la pena de muerte desde el punto de vista legal, aduciendo que no procede luego de su eliminación el año 2001, y que entraría en conflicto con una serie de tratados internacionales de derechos humanos; y otra forma, más visceral, casi siempre expresada en masa, que sostiene que matar al violador sería casi como “redimirlo”, que lo mejor sería aplicarle sufrimiento y endurecer la mano punitiva en su contra. 

Quienes apoyan la primera forma suelen concluir que en lugar de enfocarse en la pena es preciso mirar hacia la profilaxis criminal y desarrollar un método preventivo que procure estudiar el por qué sujetos como estos hacen esta clase de atrocidades, para luego, en un futuro, poder evitarlas de manera progresiva hasta su ideal erradicación. Conciben, en definitiva, la pena de muerte como una perpetuación de la cultura de la violencia, un círculo vicioso que solo agravaría el problema de fondo: la cruenta naturaleza humana al límite de la (in)moralidad. 

En cambio, aquellos que apoyan la segunda forma, curiosamente, siempre impulsados por un ánimo de indignación, son totalmente partidarios de la violencia, imaginando todo un itinerario sádico en contra del asesino, con tal de saciar la sed de sangre que ha provocado en el corazón de la familia. La muerte contra el asesino, darle la ley de talión, sería para ellos limitar el dolor inimaginable que ha causado en el mundo de la víctima. De esta forma, para estos, la violencia, en conjunto con la imaginación y la virtual capacidad infinita de sufrimiento, serían su principal mecanismo de venganza. 

¿Qué tienen que decir, por su parte, los que han estado a favor de la pena de muerte? La mayoría aboga por integrarla acaso como condena ejemplificadora, pero desde una sensibilidad que riñe con cualquier principio. Incluso el motivo se amplía, con toda apertura, hacia la inoperancia burocrática del aparato judicial, que cae en maniobras y determinaciones a ratos impersonales que se alejan cada vez más de los factores humanos que se supone contemplan. Así, de hecho, la pena de muerte sería para ellos una solución eficaz contra el despilfarro económico que significa mantener a condenados encerrados –y muchas veces, con evidentes comodidades- durante años y años gracias a dineros fiscales. 

El asunto parece, hasta el momento engorroso, pero es preciso darle, tal vez, una óptica cinematográfica. Dos películas icónicas abordan el tema. La primera, No matarás del Decálogo de Kieslowski, se inclinaba por problematizar el concepto de la pena de muerte como ley de talión revisitada. Indagaba en la psicología del abogado en conflicto con la del victimario. Hincaba el diente en la herida abierta del espíritu, cuestionando la naturaleza misma de la ley, abriéndose paso entre sus vacíos y preguntándose ¿la muerte de parte del poder del Estado ejercida sobre el individuo culpable, se corresponde realmente con aquella muerte irracional, sin aparente explicación, contra un otro inocente? Hay en esa imposible equivalencia un vacío de ley, un vacío de conciencia que solo logra conciliar a las partes involucradas desde una convención jurídica, mas no desde una satisfacción personal. 

La pregunta que nos hace Kieslowski con su mandamiento cristiano visto desde el celuloide es legítima, profundamente ética, personal, pero más allá de esa concepción tenemos el planteamiento de otra película, un poco más reciente. Se trata de 7 days de Daniel Grou. En la cinta un padre secuestra y tortura al violador y al asesino de su pequeña hija de siete años durante siete días. El parecido con el caso Sophia en este punto no es casualidad. El padre, completamente decidido, va en busca de su enemigo como si fuera una presa, lo captura y luego le aplica la ley de talión con sus propias manos, pero esa misma cacería implica el desgaste psicológico del padre, está consciente de que su búsqueda desesperada por la venganza supone descender al infierno del horror y el absurdo humano. Grou le plantea al espectador el reto de tomar una decisión: sufrir por siempre con la víctima o aplaudir el accionar del verdugo. 

El padre en la película, al torturar al asesino y al violador de su hija reconoce que ve reflejado en él su mismo rostro de abyección, pero es el precio de aventurarse con coraje en el viaje de la sangre, bajo el tabú de lo que la ley, siempre abstracta, nunca logrará dimensionar, para salvaguardar su honra y la de su pequeña. Pero sabe que de ese dantesco viaje moral no hay regreso posible ni mucho menos redención. No habrá nada, ni guillotina ni castración, nada que consiga llenar el vacío ni aplacar el dolor íntimo de la pérdida. Sin embargo, a eso precisamente apuesta, a sacrificarse a si mismo en ese proceso de deshumanización con total de recobrar un virtual sentido de humanidad en la venganza, que ni la ley ni el aparato punitivo del Estado nunca conseguirán devolverle, con toda su maquinaria impúdica.

En fin, vemos en el celuloide de estas dos propuestas arriesgadas, quizá no un cauce definitivo, sino que una aproximación a una postura. ¿Adoptar ante la pena de muerte, la reflexión ética penitente del abogado del Decálogo? ¿O el ojo por ojo, diente por diente del padre de 7 days que en su desesperación solo busca darle al culpable de su propia medicina, sabiendo que en ese proceso no puede salir redimido, pero al menos con una honra personalísima, envuelta en la sangre de su propio horror? La respuesta llevará a la polémica. La respuesta solo la tiene cada uno, en su fuero interno, confrontado de noche con el rostro de la complicidad, de la calamidad.
Una película de madrugada en la que el protagonista se cuestiona sobre la voz en off femenina que relata su historia. Le señala, de antemano, que se va a morir. Al consultar con un especialista, lo toman por loco, pero aclara que esa voz no es indicio de esquizofrenia. La voz no le habla. No le interpela. Se limita a cumplir una función de narrador indirecto de la cual él es objeto. Lo consulta luego con un teórico (Dustin Hoffman). Este le pregunta una serie de cosas respecto a aquella impersonal voz femenina. Concluye que solo puede simbolizar la ruta de un destino que acabe en tragedia o en comedia, como en Pascal, señalando que o sucede algo inevitable (la muerte) o todo continúa tal cual a pesar de su condición efímera. Esa voz que cuenta a veces nuestra historia, ese pedazo de rollo que nos pasamos pa callao, sin que nadie nos pesque, a solas y a espaldas del resto, puede llegar a ser nuestro propio cine secreto, nuestro apócrifo material confesonario o, en su defecto, psiquiátrico.

viernes, 2 de febrero de 2018

Ghosting

Han bautizado recientemente como "Ghosting" una práctica y una táctica más vieja que el hilo negro, a saber, el acto de desaparecer de la vida del otro de forma abrupta y sin vuelta atrás. También el concepto se ha estado aplicando para la conducta de los que se fugan de algún evento sin tener que despedirse, o derechamente, sin tener que dar ninguna clase de explicación. El uso actual que se le está dando al llamado ghosting parece sugerir que nuestros vínculos no solo son cada vez más líquidos, sino que, por si fuera poco, son más fantasmales. El tejido social integra dentro de si mismo la desaparición como un axioma. La metáfora del fantasma podría ser perfectamente la metáfora del exilio, la metáfora de la sociedad.