miércoles, 31 de mayo de 2017

Cien años de Soledad de García Márquez debutó casi en la misma fecha que el Sargento Pimienta de los Beatles (1967). Se dice del escritor que el boom editorial de su libro fue algo similar a la beatlemanía. Se dice de los beatles que al momento de componer el álbum ya habían experimentado el efecto psicodélico -hasta cierto punto, mágico- del LSD. Como sea, la coincidencia de la novela con el disco no se limita solo a su fecha de origen.

Decía una alumna: -Sea nuestro profe jefe, por favor. Adoptenos-. Lo decía con tal soltura y humor que creía representar tiernamente la opinión de todo el resto del curso. Le devolví una sonrisa sin respuesta, quizá intuyendo la levedad de su imploración. Ella seguía pues, con ese gesto de simpatía, mientras conversaba. De pronto, como aquella alumna, un simple deseo al aire, libre, sin expectativa, por ingenuo, incluso por irónico que parezca, hace querer de nuevo precipitar algo, la emoción desde de la rutina o, simplemente, eso llamado cambio.

The discovery

Hace poco vi una película, The discovery. En ella se hablaba sobre la existencia de la vida después de la muerte, pero demostrada como un hecho científico, gracias al descubrimiento de un tal Dr Harbor. La explicación de este hecho, según el Dr, tenía relación con otro plano de conciencia, no necesariamente con otro plano de realidad paralela o de universo metafísico. Se sostiene en cierta escena romántica del hijo del científico con su enamorada que, después de la muerte clínica, la mente del sujeto se deconstruye; así los contenidos psíquicos del cerebro proyectan una especie de último visionado sobre ensoñaciones que tienen relación con la propia vida del sujeto en proceso de muerte. De ese modo, para Harbor, la muerte sería un proceso, no tanto un hecho ni un final. Debido a este descubrimiento, sin embargo, se recrea una sociedad distópica, en la cual los suicidios aumentan de manera drástica a nivel mundial. Flor de paradoja: descubren la vida más allá de la muerte (física), pero "esta" vida es renegada en pos de la "otra vida" descubierta. El doctor es capaz de llevar entonces su descubrimiento hasta las últimas consecuencias, tratando de usar a la gente con intenciones suicidas para fines experimentales. El hijo está ahí para volver a plantear el viejo dilema entre la ética y la ciencia: hasta qué punto resulta un avance o un atentado contra la civilización. La película intenta soslayar la lectura religiosa con el argumento intra psíquico, pero es inevitable, en un mundo que se va desmoronando hacia su propio vacío centrípeto. Si se pudiese plantear a futuro un escenario semejante, en el cual en realidad no existe un "más allá" del mundo material, sino que solo "otro" plano de conciencia, producido, digamos, por un desorden sináptico durante el proceso mortal, toda la concepción de la muerte conocida se volvería solo una abstracción o, en último caso, una mitología. Solo habría que ver las consecuencias que eso traería para el orden simbólico de la cultura. Esperemos no estar del todo muertos (o del todo vivos) para ese entonces.