sábado, 23 de abril de 2022

¿Y qué pasaría si te dijera, querida, que los libros que nos llegamos a prestar y nunca nos devolvimos, continúan penando en algún anaquel prohibido de nuestra memoria, perdido entre tanto polvo y tantas maldiciones?

¿Qué pasaría si te dijera que los libros que nos vendimos o nos regalamos, sobrevivieron a la violencia pero, sin garantía de un final, continúan penando en el exilio de nuestro universo lector, acaso consumidos por el fuego de la decepción o el basurero del olvido?
En La noche del oráculo de Paul Auster, se contaba la historia de un escritor enfermo e incapaz de escribir cuyo hijo es un drogadicto. Hace poco, se supo que la nieta del escritor, la pequeña Ruby, murió intoxicada por una sobredosis de fentanilo y heroína en su cuerpo. Daniel Auster, su padre, habría tratado de salvarla con Narcan, el tratamiento contra los efectos de los opioides, pero no hubo caso. Ahora, Daniel está acusado por los cargos de homicidio involuntario y homicidio por negligencia criminal en contra de su hija. Todo apunta a que Daniel nunca pudo escapar del infierno de las drogas ni tampoco de la fama de su padre. A veces, los libros intentan reconstruir la miseria de la vida bajo la fórmula literaria. Pero, en ese mismo proceso, pueden acabar conjurando la realidad misma, volviéndose un oráculo del desastre. Ese oráculo alcanzó a Paul Auster y, en cierta medida, a todos quienes perseveramos en este oficio tortuoso que intenta resignificar, una y otra vez, la brutalidad de la experiencia de la vida, como verdugo de nuestro universo interior, a punto de contraerse, hasta acabar desapareciendo.
Qué glorioso era aquel tiempo mítico en que el mundo de la poesía era una hermandad y no una secta ni un lobby, considerando que el tiempo mítico nunca haya tenido realmente lugar.

Gonzalo Lira, el "píldora roja" en el fuego cruzado

Gonzalo Lira, novelista, periodista y cineasta chileno, más conocido como Coach Red Pill, quien estaba radicado hace más de dos años en Ucrania, fue secuestrado y retenido por el Servicio de Seguridad del país. Se llegó a señalar lo peor: que había sido torturado y asesinado. Lo único cierto es que le sustrajeron sus equipos, por lo que su última comunicación fue el pasado viernes. En una charla en línea del canal The Duran, en una entrevista con Alex Christoforou, sostuvo que tiene prohibido revelar cualquier detalle de lo sucedido en los últimos días y que las autoridades ucranianas le han prohibido salir.

Al comienzo de la operación militar rusa en Ucrania, Lira se trasladó de Kiev a Járkov. Allí se mostró crítico con el presidente ucraniano Vladímir Zelenski, indagando en las posibles tendencias “neonazis” presentes en algunos sectores de las fuerzas armadas ucranianas, tales como el conocido batallón Azov. De esa forma, el pasado 26 de marzo, Lira publicó en su perfil de Twitter una lista de personas de la oposición ucraniana que se estima que han desaparecido o muerto. En dicha lista, el periodista agregaba: "Si no han sabido nada de mí en 12 horas o más, pongan mi nombre en esta lista". Dada su contraofensiva comunicacional en plena guerra, Zelenski fue inmediatamente señalado como un agente pro ruso, en circunstancias de que él mismo decía no casarse con ninguno de los bandos en disputa. "El comentario y el análisis que publico no tienen por qué elegir bando", escribió Lira, en una publicación reciente, "tratando de ser lo más equilibrado y objetivamente preciso posible".

A Lira no se le conocía por adherir a la causa rusa ni tampoco por defenestrar el gobierno ucraniano, sino que se le identificaba como aquel youtuber que compartía información valiosa sobre la filosofía de la “píldora roja”. Esta filosofía estipula que todo lo que nos ha dicho la sociedad y los medios de comunicación sobre la teoría de género y la supuesta hegemonía patriarcal es falso y que, en realidad, las dinámicas sexuales entre hombres y mujeres son mucho más complejas que una mera dialéctica marxista de opresores y oprimidos, entrando en juego factores de tipo biológico y evolutivo. A quienes profesan esta visión se les llama “píldoras rojas” en alusión a la película Matrix, donde Morfeo le ofrece a Neo la píldora para conocer la verdad y “cavar la madriguera del conejo”.

Lira, al ser un promotor de la filosofía de la píldora roja, está yendo en contra del feminismo hegemónico y, por ende, del progresismo occidental instalado desde las políticas globales de izquierda. En suma, su discurso estaría generando roces, justamente, con una parte del bloque occidental que, hoy por hoy, ha instalado el escenario de guerra en su enfrentamiento con el titán ruso, el cual se niega a aceptar el progresismo globalista y levanta, con convicción, la bandera de sus propios valores y tradiciones.

Todo esto explica por qué Lira, pese a no comulgar abiertamente con la causa rusa, sea blanco de críticas de parte del bando de Ucrania/OTAN, siendo juzgado como un agente ideológico que presuntamente reivindica “la importancia de los roles de género tradicionales”, tan caros a la agenda y a la cosmovisión de Putin para Rusia. Para justificar esta posición, un crítico de Lira, Marcos Hay, ha escrito que “Rusia también ha intentado apelar y construir lazos con las comunidades "anti-woke" en Occidente, como la manósfera, como parte de sus esfuerzos continuos para sembrar división y discordia”. Marcos Hay también ha dicho que, independiente de la posición “neutral” o “fuera de la caja” manifiesta por Lira, con respecto al conflicto ucraniano-ruso, sus declaraciones y su simpatía con la filosofía roja permiten pensar en su utilidad estratégica para Putin y su régimen, al distanciarse de lo que representa culturalmente Occidente y toda la poderosa agenda globalista que intentan llevar a cada rincón del planeta.

Esto nos lleva a un punto interesante. Podría decirse que Lira, más que un operador político de la causa rusa, se volvió un aliado provisorio, al cuestionar directamente a Zelenski desde dentro y en período álgido del conflicto. Por lo tanto, el propio aparato estatal ruso, al reconocerlo como un aliado, lo expuso ante los ucranianos. De esto se puede sacar una lección: si alguien ayuda a tu causa de forma tangencial, conviene no reconocerlo como uno de los tuyos, para no delatarlo frente a tu enemigo. Fue lo que, en cierta manera, le ocurrió a Lira. Jugó a kamikaze en su reporteo de la situación política de Ucrania, desconociendo que, sobre el campo minado de las agendas del poder, cualquier posición que tomes frente a la realidad puede ser interpretada como hegemónica o disidente, según el ojo del bando que te observa.

¿Espía y mártir de la causa rusa? ¿Chivo expiatorio de Ucrania para el mundo? ¿O simplemente un “píldora roja” volcado a la causa anti globalista? Lira puede representar todo eso, o bien, solo busca representarse a sí mismo, a su filosofía y a su comunidad, en el fuego cruzado de esta auténtica batalla cultural y geopolítica que se está gestando a nivel planetario. Traga de una vez la píldora roja y que la Matrix del Nuevo Orden te pille confesado.


… Y de pronto, Valparaíso fue testigo de su rabia y de los golpes furiosos contra el pavimento. La herida se repite. El verso enmudece.