sábado, 31 de agosto de 2024

Escrito hace once años:

Despertar con la sensación de que ideas como yo y gravedad , de génesis teórica epistémica, resultan inexplicables y, sin embargo, cobran cuerpo en uno mismo: me identifico como un yo de diccionario, como una deixis de mi mismo, y me sé un engendro de la gravedad una vez que caigo deliberada o involuntariamente.

Yo y Gravedad están emparentadas casi de forma filial: nadie sabe explicarlas, sin embargo se conciben casi como parte del contenido de la personalidad y del mundo. Nadie llega al conocimiento del yo sino a través de la primera persona gramatical, tal como nadie llega al conocimiento de la Gravedad sino en el momento mismo de la caída.

La ciencia comienza allí donde el yo (¿el verbo?) se hace carne, y donde el cuerpo (¿ o sea yo?) impacta atestiguando su gravedad y su mortalidad. Así como los lemmings al borde del acantilado no haría falta sino un salto , un llamado natural, para atestiguar que el yo se separa y encarna, que la caída nos vuelve metales contra el imán del mundo y que los científicos se complacen sarcásticamente en dicho espectáculo con pretenciosa distancia.

Entonces solo queda celebrar la posibilidad de una ciencia haciéndole justicia: fomentando la ilusión de gravedad en nombre del yo, provocando la caída del yo en nombre de la gravedad.