miércoles, 25 de enero de 2017

Super Tanker

En La mañana de Chilevision, se anuncia la llegada del avión Super Tanker para combatir los incendios del Sur. Rafa Araneda agrega: "va a despegar la Esperanza". El avión Super Tanker fue, según dicen, financiado por una chilena radicada en Estados Unidos, Lucy Ana Avilés, casada con un nieto del fundador de la cadena Walmart. Un Deus Ex Machina tecnológico en pos de salvaguardar nuestra larga y angosta faja de tierra. Lo curioso es que el mensaje solapado detrás de esta escena sublime es el siguiente: "como el Estado se ha mostrado completamente inútil para revertir la tragedia del país, se hace necesaria la mano invisible pero siempre eficaz de la élite económica". El desastre sistemático (aún de origen incierto) pareciera ser el caldo de cultivo para toda clase de filántropos. Pero todos sabemos que hasta esa filantropía -que se cree desinteresada- es un acto ideológico. El Super Tanker se denomina como el "avión de la esperanza", pero también podría ser llamado perfectamente, "el avión de la ideología".
De salida con mi hermana chica a la feria del libro. Decía nunca haber ido. Se inclinó por tres cosas: unos mandalas, una saga de libros de Harry Potter y un libro álbum de Justin Bieber. Eligió los mandalas para colorear. Quería también un libro de la saga pero era demasiado caro. Finalmente pidió el libro álbum. Dentro de este había un poster gigante. Le dije que sería el primer poster de un cantante que pegaría en su pieza. No escucho a Bieber, pero la compra de su álbum era un regalo: no dependía de mi juicio. El solo ver la sonrisa de mi hermana hizo que recordara aquel tiempo en que también pegué el primer poster de una banda en la pieza. La primera señal de fanatismo confeso. En ese momento supe que dejaba de ser simplemente niño, para pasar a la ilusión de la adolescencia. En el instante en que mi hermana vio ese poster para pegarlo en su pieza, comienza lentamente a hacerse grande, a adquirir sentido estético, no el mejor, pero sin duda el primero.

De amor y de ideología

Recordé que un compadre de la u hablaba sobre una discusión en un seminario con un profesor marxista. En aquel seminario alguien del público, al parecer un trabajador, le preguntó al profesor: "¿y en el comunismo uno le va a poder levantar la polola al amigo?". Esa pregunta, aunque se vea a simple vista simplona, incluso banal, digna de teleserie, carente de trascendencia filosófica, esconde en verdad todo el meollo del asunto. La voluntad del individuo, manifestada en el deseo por la polola del amigo, yendo más allá de cualquier clase de moral. Hasta dónde puede llegar el código ético en una sociedad que se pretenda abiertamente comunitaria. Pongamos el caso hipotético de ese mismo sujeto, queriendo levantarle la polola a su amigo, pero en una sociedad neoliberal como la nuestra. La pregunta de inmediato carecería del peso que tiene si se la hace con respecto a la sociedad comunista, puesto que la primera se pretende en apariencia tan moralmente relativa que cualquier clase de traición personal o dilema amoroso-sentimental constituye casi una variable predecible. En cambio, en la segunda, pretender engañar al amigo con su polola deriva en una contradicción flagrante contra el espíritu mismo de la sociedad que habita. La sociedad que se permitiera eso, sin que exista una reconciliación de las partes implicadas en el engaño, acabaría devorándose a si misma, en su propia paradoja moral. Algunos dirán que, claro, existen cuestiones que no son literalmente "de todos", como la novia o el novio de alguien, por supuesto. Como decía Kant, las personas deberían ser fines y no solo medios, en cualquier dinámica humana presente o futura. Sin embargo, dentro del contrato de pareja rige generalmente y, aunque no lo parezca, otra clase de lazo. Independiente del contrato social colectivo. Derivado de este, pero autónomo. El lazo del sexo y del sentimiento amoroso, alegando una complicidad irreductible a cualquier clase de ideología. Su dinámica parece tan caótica y tan compleja que solo los implicados en una relación parece que pueden llegar a asimilarla. Que no a comprenderla del todo. En lo que atañe al deseo y la pasión por un otro, quizá solo los herederos de Freud y de la psicología transpersonal puedan ofrecer luces. Son cuestiones que van más allá de la discusión ideológica. Y que se resuelven o, en su defecto, se dilatan, más acá de ella. Una posible revolución no estará exenta de estos baches de culebrón. De estas pequeñas pero grandes escenas de celos. El deseo desconoce explicaciones. La pureza ética, en estricto rigor, es solo un ideal apetecible. Una abstracción demasiado ficticia.