viernes, 19 de junio de 2015



Otra anécdota pedagógica sentimental: al leer los mensajes que se enviaban algunos chicos entre parejas, no podía dejar de pensar en la ortografía y la redacción, obviando el contenido pragmático: la expresión del sentimiento, sincero o no, hacia otro. Será por estar demasiado metido en el trabajo o porque sencillamente ya he olvidado a quien escribirle y cómo hacerlo. Incluso el lenguaje académico, tan poco romántico, se ha introducido en los poros. Su sequedad llega a dar asco. Llega un punto en que el académico se come al poeta. Entonces, aparece el cínico. Sinceramente, se extrañan esas cartas. No importaba si se escribía mal o no, el puro gesto daba a entender que había algo. Esas cartas mal escritas, románticas no por la gramática, sino que por tener agallas.

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