sábado, 24 de agosto de 2024

Me he propuesto como meta dejar el alcohol de manera progresiva, hasta reducir su consumo considerablemente. Sé de primera fuente los estragos que causa. Con un amigo decimos que desata, en muchos, esa "sombra" de la que hablaba Carl Jung o, si nos ponemos literarios, convierte a los afectados por su influencia en ese Mr Hyde que imaginó Robert Louis Stevenson en su clásica novela. 

Hay quienes han dicho que en las raíces etimológicas del alcohol se alude al despojo del alma propia o al asedio de espíritus nocivos. No por nada, la palabra alcohol viene del árabe al-kuhl que significa "devorador del espíritu", y sus orígenes podrían incluso situarse en la palabra gohul, que representa a un demonio necrófago. 

En efecto, los más susceptibles al "copete" parecen imbuidos por un espíritu incontrolable que anula su capacidad de juicio, llegando a convertirlos en verdaderos energúmenos, simplemente para borrar sus recuerdos al día siguiente y dejarles con la "caña moral", la pesada consciencia sobre aquellas acciones vergonzosas cometidas bajo el influjo de la bebida espirituosa. 

¿Quién no ha sentido que un agente extraño le usurpa la mente y el cuerpo, cada vez que se pasa de tragos? Esa misma es la sensación del alcohol en el cuerpo: la de un desenfreno malentendido como energía vital, pasando por la usurpación de la razón y la consciencia, una tentadora oferta de las pasiones, la violencia y la sensualidad para dar lugar a la enajenación total de sí mismo.

No hay comentarios.: