miércoles, 24 de agosto de 2022

"Los autores intelectuales del atentado contra Alexander Dugin y su hija", Hásel Paris Álvarez

"Otra cosa que no le perdonarán a Dugin es haber llevado todos estos debates más allá de las peleas entre la izquierda y la derecha. Participar en interesantísimas tertulias con figuras tan dispares como el conservador brasileño Olavo de Carvalho o el marxista italiano Diego Fusaro. Lo mismo hacía su hija, Daria Dugina: leer en paralelo a autores fachas como Heidegger y a autores rojos como Gramsci. Leer al otro, estudiar al otro, dialogar con el otro, incluso hacerse amigo del otro y conceder puntos de razón al otro. Esta es, claro, la herejía definitiva para un Occidente más polarizado que nunca, donde las élites viven de sembrar el miedo a nuestro vecino ultraderechista, socialcomunista, rojipardo, o a cualquier tontería que se inventen.

Aún a día de hoy, gran cantidad de “periodistas”, “analistas” y “expertos” occidentales, acusan por ello a Dugin de ser un extremista de izquierda, de derecha, de centro, de abajo y de arriba. Se basan en que, siendo más joven, Dugin era parte del partido nacional-bolchevique: una combinación de ideas económicas socialistas con ideas culturales conservadoras. La corriente se remonta a figuras del comunismo histórico, como Karl Radek en Alemania o Ilya Ehrenburg en Rusia. Pese a que tanto Radek como Ehrenburg fueron destacados antifascistas, los poco avispados analistas occidentales aseguran que el nacional-bolchevismo es una corriente fascista.

Y aseguran también que estas peligrosas ideas serían suministradas a través de Dugin hasta llegar al mismísimo presidente de Rusia, Vladimir Putin. Naturalmente, todo ello es una fabricación occidental. En primer lugar, el movimiento nacional-bolchevique detestaba profundamente a Putin, que ilegalizó a varios de sus grupos. En segundo lugar, el propio Dugin se alejó del nacional-bolchevismo hace ya más de dos décadas, pasando a abrazar las ideas eurasianistas: el pensamiento tradicional eslavo de autores como Konstantin Leontiev, la economía mixta, el pluralismo religioso, el regionalismo y el federalismo.

De hecho, el Dugin maduro llevó a cabo una durísima revisión crítica de las ideas de extrema izquierda y de extrema derecha. Para él era falsa la idea bolchevique de que sólo existe la clase económica y no la identidad nacional. También era falsa la idea nacionalista de que sólo existe la identidad nacional y no la clase económica. Y comparó ambas cosas con la idea liberal, que niega la existencia tanto de la clase económica como de la identidad nacional.

Dugin se atrevió a señalar el oscuro parentesco entre aquellas tres ideologías (liberales, izquierdistas y fachas). Todo esto le valió, claro, el desprecio de la casta política europea (liberales, izquierdistas y fachas). Sin embargo, la Historia acabó dándole la razón en el conflicto ucraniano, que ha reunido finalmente en la misma trinchera al oligarca, la activista de Femen y el nazi del batallón Azov.

Dugin propuso una Cuarta Teoría Política que conciliase el interés de la clase trabajadora con la soberanía de la nación. Este es, seguramente, otro de los puntos en los que el pensador ruso dio en el clavo. A medida que se disipa el espejismo de la globalización, cada día es más claro que la única herramienta política capaz de velar por los humildes es el Estado-nación.

Con honrosas excepciones, la mayoría de las grandes cabeceras occidentales han optado por seguir definiendo a Dugin como un “naz-bol”. Esto les permite fantasear con que Putin es como un nuevo zar Nicolás y un nuevo Stalin. Y que Dugin es su Rasputín y su Trotsky: el consejero espiritual-militar. Lo que conduce, a su vez, a la conclusión de que para vencer a Putin basta con envenenar a Dugin o clavarle un piolet en la cabeza (como se hizo con Rasputín y Trotsky). Atentar contra la vida de Dugin."

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