martes, 9 de junio de 2020

A pasos de la plaza Echaurren, bajando por calle Almirante Riveros, un hombre con polera de Judas Priest, notoriamente ebrio, se paseaba después de la hora del toque de queda. Iba a rostro descubierto y sin salvoconducto. Fue interceptado por algunos uniformados que circundaban el perímetro. Claramente intimidado por su presencia, les dijo: 

-Disculpen, soy humano… 

Ante el silencio de los uniformados, comenzó a hablar solo. 

-¿Aló? 

-Dios te ama 

-…. 

-Somos todos chilenos. 

Mientras hablaba, nervioso, trataba de buscar la mascarilla entre sus bolsillos. 

-Aquí está la mascarilla. 

Por fin habló un uniformado, y le indicó que se la pusiera. 

-Sí, me la pongo altiro. 

-… 

-¿Le digo algo? Estoy ebrio. Disculpen, perdonen. 

No soporto el mundo. 

En eso, hizo el ademán de estrecharle la mano a otro uniformado, en un intento de simpatía, pero este lo paró en seco, recordándole que debía mantener la respectiva distancia. De modo que el hombre ebrio retrocedió y volvió a disculparse, levantando la voz, un tanto ofuscado. 

-No hago nada, no tengo alma-, repitió. 

Cuando terminó de decir que no tenía alma, el uniformado del principio, el de la mascarilla, le entregó su carnet de identidad al hombre y le pidió que siguiese su camino.

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