Y ahí estaba el ejemplar de la Nueva Constitución, en una caja de libros usados en la feria de viejos de Plaza O Higgins, compartiendo espacio con otros libros, entre ellos, El juego del dinero de Robert Kiyosaki y Memoria de crímenes de Ray Bradbury. En una sola caja, una novela negra, autoayuda financiera y un borrador constitucional. El destino de muchas obras de la literatura universal es ese: servir de inventario para el librero ambulante y de banquete literario para el lector callejero.
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