Escrito el jueves 25 de noviembre de 2021. Mismo escenario, mismo pensamiento.
"Se avecinan tiempos de polarización radical. Dos fuerzas políticas colisionan. Votar por una implica derrotar a la otra por completo. Aquel que decide no votar, por convicción o por falta de esta, será tildado de amarillo, en el mejor de los casos, o de fascista o comunista, en el peor, según sea el color político del acusador. Algunos, en su ánimo militante y proselitista, ya han empezado a citar la Divina Comedia de Dante para condenar al infierno a aquellos que mantienen su “neutralidad en tiempos de crisis moral”. Apelan a tomar una decisión que decidirá –según ellos- el destino del país, como si eso ya no estuviese manipulado de antemano, por voluntades que nos rebasan y que instalan el circo y el fraude electoral precisamente para darnos la ilusión de la elección, porque uno, finalmente, tiene el derecho a votar pero no a elegir. Tal cual decía una tal Dra Camila Vergara, citada por un amigo en Facebook: "el pueblo solo es llamado al gesto democrático, pero no decide nada". Y este es el punto crucial. Nadie llama a no votar, porque eso redundaría, sin lugar a dudas, en el suicidio. Y nadie quiere suicidarse, habiendo tanto en juego. Nadie quiere restarse del resultado final, para ver cumplidas sus expectativas o bien para autosabotearlas con su consecuente decepción.
En diciembre, Chile se debatirá entre dos visiones de mundo, si se quiere, antagónicas. Esa es la realidad que nos quieren hacer creer. Elegir entre uno u otro como quien escoge entre la pastilla azul o roja. Decisión sobre la cual se carga con el peso de la consciencia y el peso de la noche de la historia, pero, al fin y al cabo, otros la seguirán escribiendo por nosotros, al menos que el cuestionamiento te lleve a la incertidumbre y puedas intuir otra posibilidad dentro del sistema. Tú decides. Nadie lo hará por ti. Vote o no vote, hágalo a consciencia."
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