sábado, 13 de diciembre de 2025

Ad portas del balotaje: “Anulo”

Algunos personajes han salido a sincerarse públicamente sobre una opción tan difícil, incomprendida e impopular: votar nulo. No todos le toman el peso que merece. Esa decisión abarca, de manera transversal, a ambos lados del espectro político, por razones singulares y personalísimas que rebasan la mera lógica binaria. De cara a las elecciones, se proyecta un escenario espejo. La necesidad del voto en blanco o nulo como disenso legítimo y no como voto perdido.

Lucy Oporto: "No votaré por Jara ni por Kast. Votaré nulo".
Patricio Navia: "Yo anulo. Como va a ganar Kast, prefiero que mi voto sea una advertencia que deje en claro que la radicalización es un mal camino".
Agustín Squella: "En cada elección presidencial me impresiona la cantidad de personas que sienten la necesidad de notificar al país cuál es su preferencia. No es mi caso, desde luego, porque esta vez la tengo muy difícil atendida mi muy minoritaria posición de liberal de izquierda".
Soledad Alvear: "No tengo candidato en esta segunda vuelta. Soy humanista cristiana y una candidata de izquierda y un candidato de extrema derecha no son ninguno de los dos, para mí, aceptables, de manera tal que yo voy a anular mi voto".
Mariana Aylwin: "No sé qué voy a hacer, porque al anular no quiero que se entienda como un apoyo a Parisi, pero ni Kast ni Jara me representa. Imagínate que anulé Boris-Kast y anulé Piñera-Guillier, ¿y ahora esto?". 
Eduardo Artés: "Por Kast no voy a votar, claramente. Estoy evaluando seriamente en votar nulo (...) y el programa de Jara no da el ancho".
Ignacio Walker: "Anulo. No hay mucho más que decir". 

(Fuente: La Segunda).

Recordar, además, que ese voto nulo se volvió la carta con la cual Parisi, respaldado por el PDG, ha salido a criticar a ambos candidatos en juego, sobre todo al republicano. Ese gesto de Parisi no es gratuito: remarca su postura de repulsa al binomio y, de paso, se encamina a una futura candidatura, validándose como alternativa posible, frente a la redundancia de una izquierda socialdemócrata y una derecha liberal-conservadora, hegemón del poder político. 

Más de medio millón de votos de un total de trece millones fueron votos nulos y blancos, en la primera vuelta. Esa cifra "debería dispararse" mañana domingo 14 de diciembre, dicen algunos por ahí, atendida la tendencia estadística y el galopante clima de disconformidad. 

El voto nulo es el voto de los que están hartos, de los Bartlebys de la política, de los que "preferirían no hacerlo". Es tan inclasificable que rehúye definiciones convenientes y unívocas. Es tan disonante que hace ruido entre ambos lados, con acusaciones de chantaje emocional. Es un no voto molesto, que no cuadra, que no encaja, que remueve el piso, porque entiende que ya se ha gastado por uso, que ya no aguanta la fiesta democrática, su turbiedad y su resaca posterior. 

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