Fin de la Primera Guerra Mundial. En Hungría, al sudoeste de Budapest, se ubicaba una pequeña aldea llamada Nagyrév, con un poco más de 800 personas. Una comunidad sencilla sin muchas historias que contar. Eso cambiaría en 1911, con la llegada de Zsuzsanna Fazekas, una viuda cuyo esposo había desaparecido en circunstancias confusas, quien se convertiría en la doctora del pueblo por sus conocimientos en medicina y farmacéutica.
El periodo de guerra fue especialmente curioso para Nagyrév, un pueblo pequeño compuesto de unas cuantas calles rudimentarias, unas tabernas mohosas y una diminuta capilla. No había hospitales en el local, por lo que Fazekas fue prontamente considerada una autoridad de salud. La mayoría de los hombres se encontraban en la guerra y el pueblo comenzó a ser usado como un lugar de mantención de prisioneros aliados.
Especialmente, los jóvenes soldados rusos fueron obligados a laburar en las granjas y, dado que los hombres locales no estaban, las mujeres comenzaron a tener numerosos amoríos con los prisioneros, teniendo a veces más de un amante. Estas indiscreciones, a menudo, terminaron en embarazos indeseados, los cuales fueron atendidos por Fazekas, aumentando la confianza con las mujeres. Fue varias veces acusada de organizar abortos ilegales, pero nunca fue encarcelada por esto, debido al aprecio que se le tenía en el pueblo y a la simpatía que generaba en los jueces.
Su carrera como proveedora de muerte iniciaría con el retorno de los hombres de la guerra. El reencuentro entre maridos y esposas fue cualquier cosa menos alegre. Las mujeres habían gozado del encanto de los amoríos con jóvenes prisioneros y habían aprendido a vivir sin hombres. Los esposos, por su lado, a menudo llegaban con las secuelas físicas de la guerra, trayendo consigo desfiguraciones físicas, incapacidades como ceguera o bien, secuelas mentales que hacían que, en lugar de cumplir el rol de proveedores para sus esposas, se volvieran una carga que mantener. El matrimonio en Hungría era, a menudo, producto del acuerdo entre familias. No era extraño que marido y mujer sintieran poco o ningún afecto el uno por el otro y, de haber existido, probablemente haya desaparecido hasta ese punto.
Muchas comenzaron a resentir la idea de tener maridos dependientes. La señora Fazekas entonces anunció: "¿Por qué soportarlos? Yo tengo la solución". Esa solución era el arsénico. La primera benefactora fue una mujer de apellido Takacs. Deseosa de acabar con su marido bruto y alcohólico, dejó el veneno en la comida de su esposo y el trabajo estaba hecho. Ocultó fácilmente el crimen con la excusa de un ataque al corazón y, dado que la única médico en el pueblo era la que había facilitado el asesinato, nadie cuestionaría esta versión.
Las esposas del pueblo corrieron el rumor sobre el éxito de la señora Takacs en matar a su marido y Fazekas tenía un nuevo negocio: vender botellas de veneno a las esposas infelices. Pronto los hombres comenzaron a caer como moscas. Estas mujeres se llamarían así mismas como "Las creadoras de ángeles de Nagyrév"
Como improvisada organización tenían normas no escritas:
-Sólo las mujeres casadas pueden unirse.
-No se le puede ofrecer veneno a una mujer soltera.
-No se puede ayudar a un hombre a deshacerse de una esposa indeseada.
-Se prohíbe envenenar a mujeres o niños.
-Se prohíbe compartir información con las mujeres felizmente casadas o con las prostitutas.
Dado el abrupto incremento en la muerte de hombres en Nagyrév, ellos comenzaron a tenerle miedo al matrimonio. Casarse era similar a una sentencia de muerte. Fazekas recurrió a una cómplice que facilitara sus actividades: Susi Oláh, una mujer que envenenó a su primer y segundo esposo y cuyo hijastro era el encargado de firmar los certificados de muerte.
Las mismas eran descartadas como infartos, producto del alcoholismo u accidentes. Lo cierto es que las creadoras de ángeles tardaron poco en desacatar sus credos originales. Los envenenamientos se salieron de control: amantes indeseados, padres que se interponían en la obtención de herencias, hijos dependientes, parientes molestos y minusválidos.
Una mujer de nombre Palinka, encantada con matar a su esposo, decidió además envenenar a sus padres, hermanos, hermanastras y tías; Marie Kardos mató a su esposo, amante y a su hijo enfermo; María Vargas se deshizo de su esposo ciego cuando éste la acuso de tener un amante. A los pocos años, también enveneno al joven amante cuando se aburrió de él. Las mujeres comenzaron a matar por venganza, codicia e incluso por aburrimiento.
En 1929, Nagyrév era conocido como "el distrito de la muerte". Las creadoras de ángeles entrarían en problemas ese año cuando autoridades de Tiszakurt notaron el alza de muertos en Nagyrév. Fazekas y Oláh entrarían en el radar de las autoridades cuando una mujer de apellido Szabó las acusó de ser líderes de una cábala creadora de viudas, además de confesar que ella misma había asesinado a su esposo y a su hermano, pero las acusaciones no fueron suficientes para declararlas culpables, aunque sí para que los investigadores las tuvieron en la mira.
Lo cierto es que Fazekas se sintió alterada por su posible arresto y comenzó a visitar a todas sus clientas sin saber que tenía detectives siguiendo sus pasos. Mientras tanto, una líder del sindicato de las creadoras realizó un viaje a la capital para consultar con un farmacéutico: ¿Era posible que el arsénico pudiese ser encontrado en cadáveres? La señora Balint Czordas palideció al recibir una respuesta afirmativa, así que, alterada, regresó a Nagyrév a informarle a Fazekas y a Oláh.
Ellas lo tenían claro: debían tomar acciones inmediatas si no querían ser capturadas. Planearon acudir al cementerio de Nagyrév e intercambiar las lápidas. De ese modo, si alguien intentaba indagar en los cadáveres, lo harían en aquellos que no fueron envenenados. Todo acabó con la llegada repentina de la policía. Las creadoras escaparon, habiendo cambiado apenas unas pocas lápidas.
Esa noche, el cementerio se convirtió en una morgue improvisada, con doctores investigando los cuerpos exhumados. Curiosamente unas cuantas viudas se quedaron para apoyar la investigación y así "probar su inocencia”. En total, se exhumaron 50 cuerpos, de los cuales 46 tenían arsénico. Fueron arrestadas unas 100 viudas involucradas, incluyendo a Oláh. Fazekas, la líder original, se suicidó, bebiendo su propio veneno, mientras que la señora Balint Czordas se ahorcó en su celda, habiendo otras 3 viudas, ninguna de las cuales interfirió.
Unas 26 mujeres fueron llevadas a juicio. Varias mujeres fueron llamadas a justificar contra Susi Oláh, la gran mayoría declarando un serio pavor por la segunda al mando del sindicato. Declararon que Oláh emanaba un resplandor rubí en sus ojos y entrenaba serpientes y lagartijas venenosas para castigar a las posibles traidoras. Juliane Lipka, acusada de envenenar a toda su familia, se mostró despreocupada en su declaración: "¿Puedo irme a casa? Subastarán mi hogar mientras estoy aquí". Aparentemente creía que sería liberada y que podría pasar el resto de sus días con un joven amante.
De todos los miembros, 8 fueron condenadas a muerte, incluyendo a Susi y a su hermana Lydia. "Nosotras no somos asesinas, nosotras no apuñalamos a nuestros esposos, no los colgamos ni los ahogamos, ellos murieron por veneno y fue una muerte placentera para ellos", afirmaría sin arrepentimiento. Las mujeres fueron condenadas a prisión, de las cuales 7 recibieron cadena perpetua.
A pesar de que el escenario suena excéntrico, el historiador Ash Woods destaca que asesinas en serie de esposos han existido. En el siglo XVII, Giulia Tofana creó la Aqua Tofana, un veneno hecho de plomo y arsénico que ella vendía a esposas infelices como un producto cosmético. La Tofana fue responsable de la muerte de 600 hombres en Roma. Fue capturada y ejecutada por autoridades papales en 1651.
Por otro lado, en Francia, 1868, un boticario llamado Joye daría arsénico a 3 mujeres para matar a sus esposos. En 1909 en Rusia, la llamada Madame Popova fue arrestada por el asesinato de más de 300 hombres. Ella era una prolífica maestra del veneno con un servicio de asesinato-por-pedido, especialmente dirigido a mujeres que buscaban liberarse de "esposos tiránicos".
Ella solía envenenar a sus víctimas, los mataba con sus propias manos, usaba armas o contrataba asesinos. Presumía de haber liberado a cientos de mujeres de sus tiranos y su imagen causaba tal desagrado que una turba furiosa pedía quemarla viva. Las autoridades zaristas tuvieron que intervenir para salvarla de una muerte segura.
Fuentes:
1 comentario:
Un buen texto que nos hace recordar una escritura dinámica y profesional, en la cual la documentación en la realidad, alimenta al escritor de este texto. Hay en este escrito, algo que nos hace recordar que la realidad supera la ficción y que esa crueldad no está lejor de desaparacer. Las mujeres se vuelven asesinas por venganza ante los atropellos de sus tiranos; aquello nos remite a la idea que no sólo los varones pueden combertirse en desalmados matadores, sino que también ese rol lo pueden cumplir las mujeres tan bien como lo pueden llagar a hacer los hombres con toda la carga cultural e histórica que se le imprime en esas labores tan extremas y cuestinables desde la moral y las buenas costumbres.
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