Uno se muda de morada como quien se muda de vida. Se dejan atrás muchas cosas, otras insisten en quedarse. En la vieja habitación perseveran los recuerdos y el polvo tras el embalaje evidencia el trajín del cambio. Cada lugar desocupado se impregna de la piel de sus antiguos moradores. Algo de ellos permanece ahí, oculto entre las paredes. El vacío del espacio contiene lo que ya no tiene lugar allí: un hogar, un sueño sublimado en el cuerpo.
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