"Se nota en mis primeros escritos una buena voluntad de horizontes no cerrados, una cierta prudente precaución frente a las convicciones, una desconfianza ante los embrujos y los astutos engaños a la conciencia que lleva consigo toda creencia fuerte; podrá verse en ello en parte la cautela del niño escaldado, del idealista engañado — más esencial me parece el instinto epicúreo de un amigo de las incógnitas que no quiere dejarse quitar fácilmente el carácter enigmático de las cosas, y finalmente, lo más esencial de todo, una aversión estética contra las grandes palabras virtuosas y absolutas, un gusto que se defiende de todas las oposiciones cuadradas, que desea una buena porción de inseguridad en las cosas y elimina las oposiciones, como amigo de los matices, de las sombras, de las luces de la tarde y de los mares infinitos".
Volumen IV (1885-1889)
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