domingo, 9 de agosto de 2020

Tras la terrible muerte de Ámbar, aparece ante el ojo público la figura de la jueza Silvana Donoso, ministra de la Corte de Apelaciones de Valparaíso, quien autorizó la libertad condicional del principal sospechoso, Hugo Bustamante, el “asesino del tambor”, pese al informe desfavorable otorgado en su momento por gendarmería. Las manifestaciones en su contra pronto se hicieron notar, siendo señalada como cómplice indirecta del hecho de sangre. Silvana Donoso había justificado la decisión de dejar suelto a Bustamante, aduciendo precisamente que la libertad condicional no es un beneficio, sino que un derecho, y que era el resultado del mecanismo legal llevado a cabo por la comisión presidida en ese tiempo por ella (no olvidar que esa comisión estaba conformada, en su totalidad, por cuatro mujeres y dos hombres). Lo más irónico de todo es que la jueza integró hace algún tiempo la presidencia de la Mesa de Género de la jurisdicción de Valparaíso. Incluso tuvo la oportunidad de expresar ante la prensa su compromiso con las mujeres víctimas que representaba en diferentes casos. Actualmente, y luego del conocimiento mediático del caso Ámbar, Silvana Donoso ha sido requerida por la masa crítica. Ella ha optado por guardar silencio. Seguramente debe estar viviendo, en su fuero interno, una inmensa contradicción ética y vital, o tal vez, debe estar convencida de haber tomado una decisión correcta ajustada a derecho, con el apoyo de más de treinta abogadas de Chile. La mayoría de la gente, indignada frente a la sensación de impunidad, no ha cesado de apelar a la llamada “puerta giratoria” de la justicia chilena. ¿Qué razones cabrían ante semejante muestra de prevaricato? ¿Cómo podrá justificar la jueza, hoy por hoy, su decisión bajo este catastrófico panorama? Si se trata de buscar responsables, se podría individualizar hilando fino con nombres y apellidos o, por el contrario, generalizar apelando a algo más estructural, como lo son las cuestionadas políticas públicas de protección a menores. Nuevamente, la ética frente a los otros, frente a la sensibilidad y seguridad de la sociedad, confrontada con la lógica interna del sistema. Dicen que la justicia es ciega, no tanto por imparcial, como por querer ver solo lo quiere ver. Dicen que lo justo dista mucho de lo legal. Dicen que la libertad de unos termina donde empieza la de otros. En vista de los hechos, la conciencia de Silvana Donoso seguirá siendo interpelada, mientras no se dicte una sentencia condenatoria contra el inculpado. A veces la ley del karma pareciera nivelar un desequilibrio no del todo visible. El macabro juego de las decisiones y las consecuencias.

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