miércoles, 5 de agosto de 2020

Durante el último tiempo, se han intensificado los conflictos en la Araucanía específicamente en Temuco, Valdivia y varios otros puntos como las zonas de Curacautín y Collipulli. Todo ha adquirido ribetes aún más peligrosos en el contexto de la lucha mundial contra el racismo, actualizada ahora a la causa mapuche. Por un lado, los sectores del progresismo alegan una discriminación racial sistemática contra los mapuches, apelando a la lucha milenaria por sus tierras usurpadas. Por otro, los sectores del oficialismo condenan los hechos de violencia ocurridos en la Araucanía, producto de lo que ellos llaman actos de terrorismo, camuflados bajo la causa mapuche y orquestados por la izquierda para desestabilizar el clima político en el país. Para unos, el Estado chileno ha sido el principal opresor y usurpador, y ya es hora de que detenga su violencia. Para otros, las instituciones y el Estado de derecho han corrido el peligro de caer ante el caos y la falta de orden público. Todo indica que ese será el tenor de las relaciones ideológicas de aquí a fin de año, con miras al Plebiscito por una Nueva Constitución, y la cosa cada día se agudiza aún más con el escenario de la peste. No cabe ningún consenso ni diálogo en esto, para quienes promulgan la edulcorada democracia de nuestra soberanía. Evidentemente, se suma la beligerancia del 18/10 con la cuestión social del covid para generar el caldo de cultivo necesario de una guerra cultural sin cuartel.

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